CULTURA › REPORTAJE A PATRICIA VILLEGAS, PRESIDENTA DE LA CADENA TELESUR
Hace seis años comenzaban las transmisiones del canal informativo formado por siete países latinoamericanos. La nueva etapa incluye la creación de un multimedios, formación de periodistas y coberturas internacionales.
› Por Emanuel Respighi
El 24 de julio de 2005 comenzaba sus transmisiones Telesur, la cadena informativa multiestatal integrada por Venezuela, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua. Las motivaciones del canal eran claras: construir una señal que privilegiara las voces de los sectores tradicionalmente excluidos de los medios de comunicación, priorizando una agenda informativa que estuviera en sintonía con las necesidades latinoamericanas. Es decir: equilibrar en la región el flujo informativo a nivel televisivo, históricamente dominado por las grandes cadenas de noticias de Estados Unidos y Europa, como la CNN, Fox News y la BBC, entre otras. Un canal de noticias pensado, producido y realizado por latinoamericanos, en el que lo relevante obedezca a un criterio local, propio de quienes viven, sufren y disfrutan la vida de este lado del mundo. A seis años de aquella innovadora aventura, puede decirse que así como inauguró una nueva categoría de propiedad para una cadena de noticias, Telesur también puso a disposición de propios y extraños una comprometida mirada latinoamericana –distinta a las existentes– sobre la realidad regional y mundial.
“Logramos hacer un canal en el que su pantalla estuviera llena de nosotros, de nuestras historias, de nuestras luchas, nuestros anhelos”, cuenta Patricia Villegas, la presidenta de Telesur. Desde Caracas, donde la señal tiene su sede, la ejecutiva adelanta que comenzaron una nueva etapa dedicada a brindar nuevos servicios periodísticos y sociales, acorde al compromiso que el canal encaró desde su misma creación. “Hoy estamos en la construcción de un multimedio informativo, no sólo de un canal de noticias. Tenemos el enorme reto de responder a usuarios en las distintas plataformas. Recientemente hicimos convenio con un proyecto radial, La Radio del Sur, y estaremos trabajando en la potencia del mensaje también a través de este medio. Además, hemos construido nuestra propia escuela de periodismo audiovisual con la cual inicialmente hemos formado a nuestro propio equipo de trabajo. También hacemos labor social, actualmente apoyando a un grupo de doce familias que perdieron sus viviendas por las lluvias de noviembre en Caracas”, enumera la presidenta del canal. Por todo esto, Villegas no duda en afirmar que “Telesur es mucho más que un medio”.
–¿Cómo evalúan desde Telesur estos primeros seis años de vida?
–Fue un período de crecimiento exponencial. Nos hemos ganado un lugar de referencia en el periodismo audiovisual en la región y recientemente con nuestra cobertura en Libia, muy criticada por sectores distintos en el mundo, demostramos que estamos cubriendo hechos no sólo de nuestra región sino de cualquier lugar donde tengamos una historia para contar y que esté siendo manipulada por distintos intereses. Con modestia decimos que hemos, de alguna manera, obligado a las corporaciones mediáticas aliadas de sectores de derecha y del poder económico a cubrir historias, a llegar al lugar de los hechos, a hacer un periodismo desde el sitio y con fuentes directas y no un periodismo de rumores. Libia lo expresa claramente. Cuando nosotros llegamos no había otro medio internacional. A las 48 horas de estar allí llegaron agencias y canales. Nuestras imágenes quebraron el discurso hegemónico de lo que allí estaba sucediendo, hay otros ejemplos y otros aprendizajes. Hemos estado apostando a una identidad de pantalla a través de distintos géneros periodísticos y seguiremos marcando pauta en este aspecto. Hemos logrado hacer la red más grande de colaboradores y corresponsales en nuestra región. Somos una fuerza informativa que nutre no solo nuestra pantalla sino que es referencia para medios impresos, televisivos, radiales, digitales.
–El canal nació como una necesidad de Latinoamérica de tener un medio de difusión que informara sobre la región con una visión propia, que funcionara como ventana contrainformativa a las grandes cadenas de noticias internacionales. ¿Considera que esa idea se satisfizo?
–Nunca está la tarea cumplida o terminada. Pero ciertamente Telesur plantea diariamente una agenda contrahegemónica, presenta otros ángulos y enfoques de las “noticias de todos los medios” y ha puesto sobre la mesa otros muchos temas invisibilizados. Ahora mismo tenemos al aire la segunda temporada de la serie Injerencia, relatos periodísticos documentales que referencian con datos e investigación seria cuáles y de qué manera se mantiene la injerencia estadounidense en nuestra región. Esta semana estrenamos una serie sobre la pobreza en Estados Unidos, que difícilmente se encuentra en otros medios. Obviamente, las necesidades de comunicación para la integración regional no las resuelve Telesur; nosotros somos un proyecto. Pero hemos trabajado para cumplir este propósito como muchos otros y hay que seguir pensando en que debemos sumar más iniciativas para realmente hacer un contrapeso en el universo de los medios. El capital privado tiene mucha fuerza en “el negocio de las comunicaciones”, y desde esta realidad hay que seguir luchando.
–¿Cree que Telesur está cambiando la manera en que los latinoamericanos nos percibimos?
–Cambiar o modificar es una palabra muy comprometedora. Estoy segura de que los latinoamericanos se parecen mucho más a Telesur y Telesur se parece más a los latinoamericanos, que otros canales panregionales de información. Estoy segura también de que nadie está mejor informado de lo que pasa en América latina que el televidente de Telesur. Nuestra agenda permanente en la región, la cobertura diaria de Paraguay, Honduras, El Salvador, La Paz y otros lugares, nos permite en cada emisión de noticias, en cada serie periodística, expresar en medio de esa diversidad nuestros lazos comunes.
–Desde aquí todavía se recuerda la función fundamental que cumplió Telesur en el intento de golpe de Estado a Ecuador, como la única cadena que transmitió en vivo y en directo los sucesos que ocurrían alrededor del presidente Rafael Correa. De hecho, esas imágenes fueron levantadas por el resto de las cadenas informativas y sirvieron para corroborar que se trató de un golpe de Estado, mientras desde otros canales seguían sosteniendo la duda sobre si lo era. Sólo por ese hecho, el papel estaría cumplido.
–Y también el de Honduras: mientras CNN decía “sucesión presidencial”, nosotros decíamos “golpe de Estado”. Hoy nadie lo duda. Igual en Ecuador, se hablaba de “insatisfacción policial”, cuando estábamos transmitiendo un golpe de Estado. O en Colombia, que siempre hemos dicho conflicto armado y ahora el gobierno lo reconoce en el marco de la aprobación de la ley de víctimas. Creo que si nuestras cámaras, nuestros periodistas y nuestra capacidad tecnológica de Telesur no hubieran estado presentes en estos episodios, la historia podría haber sido otra. Me pregunto muchas veces si nuestra cámara y señal de satélite no hubiera estado en Honduras esa madrugada, cuando sacaron a Zelaya en pijama, y no hubiéramos transmitido su casa destrozada y luego al pueblo en la calle defendiendo la democracia, hoy se hablaría de otra historia y no la historia del golpe de Estado. La apuesta de los grandes medios era callar, ocultar este hecho. Telesur los obligó a contarlo y a pesar de los calificativos iniciales, el paso del tiempo demostró que nuestra información tenía rigor y verdad.
–La cadena tiene un compromiso explícito con la democracia.
–Nosotros mantenemos este compromiso. hace poco transmitimos en vivo la Marcha del Dolor, en México. Una sociedad que se levanta ante la barbarie de la violencia. Esta fue una cobertura que privilegió las voces de las víctimas, no solo como víctimas sino también como actores de la solución. Allí estaban hombres y mujeres por primera vez contando no solo su dolor, sino lo que creen debe hacerse para que la sangre no siga corriendo en su país. Aún se habla de la guerra contra el narcotráfico. El tiempo dirá si realmente eso es lo que sucede en México, o nuevamente nuestra cobertura será la más real con lo que está pasando en este hermano país.
–A nivel periodístico, ¿cuál considera que es el principal aporte de la cadena en comparación con las privadas?
–Para nosotros los televidentes y lectores no son clientes o mercados: son “usuarios”, y esto es radicalmente distinto. Para no-sotros la información no es un bien con un valor de mercado, es un derecho.
–Al ser un emprendimiento estatal, promovido por Hugo Chávez, inicialmente la señal tuvo cierto recelo de los cableoperadores privados. En Argentina, de hecho, pese a que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual obliga a los operadores a tenerla en su grilla, el mayor operador de TV paga –Cablevisión– se niega a incluirla. ¿Sigue siendo compleja la penetración de la señal?
–La semana pasada ingresamos a EE.UU. y Canadá, así que la población hispana en ese país podrá tener nuestra propuesta. Nos hace falta que el grupo Clarín cumpla con la ley y nos integre a su grilla en cable en Argentina. Nos hace falta que México nos deje de bloquear. Nos hace falta que nos dejen de tener miedo y que permitan que sean los usuarios los que decidan. Nosotros hemos hecho y haremos todo lo necesario para que Telesur sea un hecho cotidiano en cada uno de los países de la región. Mantenemos nuestra operación en Europa y norte de Africa. Asimismo, seguiremos produciendo nuestras noticias en otros idiomas, como el inglés y el portugués a través del servicio multimedia. Respecto a las razones por las cuales nos bloquean, hay de todo un poco. Pero sí, fundamentalmente son políticas. Ahora Telesur no es un proyecto, es un hecho. Allí está el canal, sus contenidos, sus historias, su fuerza informativa. Creo que terminaremos estando en todos los cableoperadores. Ya tenemos experiencias de comités de usuarios que han presionado a cableras para que les reponga la señal de Telesur. Eso va a terminar pasando. Soy optimista. En estos seis años hemos hecho un trabajo periodístico que es indudable. Es un hecho público y notorio tanto para quienes nos temen, como para quienes nos quieren.
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