CULTURA › LEONARDO MOLEDO Y NICOLáS OLSZEVICKI PUBLICARON AVENTURAS DE UN JINETE HIPOTéTICO
El libro incluye reportajes en los que hombres de las Ciencias Sociales derriban mitos y plantean curiosidades. El entrevistador es un “Jinete” ávido de conocimiento. “El científico es un ignorante profesional. No sabe determinadas cosas y las quiere averiguar”, dicen.
› Por María Daniela Yaccar
La cita con Leonardo Moledo y Nicolás Olszevicki, autores de Aventuras de un Jinete Hipotético, un viaje apasionante al reino del conocimiento, es en La Orquídea, un café ubicado en la esquina de Corrientes y Francisco Acuña de Figueroa al que dedican una cariñosa presentación en el libro recientemente editado por Capital Intelectual. “Abierto de día y de noche ininterrumpidamente, es un lugar excelente para la especulación, ya que permanece incólume frente al devenir, mientras la ciudad y el tiempo siguen adelante como pueden”, describen. En La Orquídea, que “aún no ha cambiado, felizmente, la madera por la fórmica”, Moledo –periodista científico y matemático– y Olszevicki –investigador– realizaron, seleccionaron y compilaron las entrevistas que integran Aventuras..., en las que hombres de las Ciencias Sociales derriban fuertes mitos de la historia y de la identidad argentinos, y plantean curiosidades de tiempos muy remotos y otros no tanto.
La importancia de La Orquídea como “centro de operaciones” de los autores aparece al comienzo de la charla con Página/12. Es que la relación del café con el espíritu del libro –similar al de las entrevistas que todos los miércoles aparecen en la página de Ciencia de este diario, a cargo de Moledo– es esencial. “La ciencia no se hace solamente en el laboratorio: ésa es la imagen construida”, desliza Olszevicki, joven investigador que se especializa en Literatura Argentina del siglo XXI. Moledo completa: “Es importante sacar al científico del laboratorio, que es el medio que le da seguridad y lo lleva a un discurso automático. En cambio, el café lo relaja y se entabla un diálogo”. Apto para lectores no acostumbrados a temas científicos, el libro es, más que una compilación de reportajes, “una novela de aventuras”, según sus autores. Por ende tiene un protagonista: el insistentemente curioso y amante del conocimiento Jinete Hipotético, personaje creado por el autor de Diez teorías que conmovieron al mundo unos cuantos años atrás.
Los temas que aborda el Jinete en su galope de cinco capítulos son variados: religiones, lenguas, genocidios, costumbres de las poblaciones más antiguas y formas políticas actuales. Se mezclan lo social, lo genético y lo geográfico. Y se tiran abajo verdades establecidas. “El libro muestra una visión del país que poca gente sospecha”, explica Moledo. “Los tipos contaron cosas muy interesantes que en general no son sabidas. El libro se abre con la idea de que la Argentina es un país árido: eso no tiene mucho que ver con lo que nos enseñaron en el colegio. Tampoco nos dijeron que un 60 por ciento de la población tiene genes amerindios o que el gaucho malo del Martín Fierro es una construcción literaria”, detalla Moledo. “No es fingida la curiosidad del Jinete”, continúa Olszevicki. “No se limita a contrastar sus saberes con los de los entrevistados: es testigo de revelaciones.” El tono llevadero del libro tiene que ver con eso: el lector descubre a la par que el Jinete, como en una película en la que el espectador tiene la misma información que el protagonista. Por otra parte, el texto se vuelve rotundamente creíble, casi indiscutible, a partir de la presentación de algunos entrevistados como “los que más saben” de tal o cual cosa. Entre ellos se encuentran Elena Abraham, Carlos Aschero, Alejandro Bazalote, Ernesto Laclau, José Emilio Burucúa, Martín Cagliani y Norma Ratto.
–¿Romper mitos fue un objetivo consciente?
Leonardo Moledo: –No, se fue generando en las entrevistas, que fueron independientes del libro. Después de tener cierta cantidad hicimos una hilación para darle cierto argumento. Por ese motivo todos los entrevistados son de las Ciencias Sociales. Apenas el Jinete pesca alguna cosa que produce un chirrido, profundiza ahí.
–¿Realmente el Jinete “pesca” datos que desconoce o eso es parte de la ficción? En general, el periodista se acerca a hacer una nota a partir de una novedad que ya conoce, y quizá después descubre otras...
L. M.: –No es ficcional, me enfrento realmente abierto a lo que me van a decir. Selecciono a los investigadores por los temas que trabajan y por sus antecedentes académicos. Al Jinete no le interesa la noticia, en todo caso la construye.
–El Jinete reivindica la objetividad en las Ciencias Sociales. ¿Por qué ésta no es la visión común?
L. M.: –Algunas facultades están tomadas por la ideología posmoderna, reaccionaria y neoliberal que necesita negar la objetividad para que todos los relatos estén en góndolas de supermercado, y si uno elige uno u otro da lo mismo. Y se elige por el precio o por la propaganda, no por la objetividad. No quiero explayarme en la sociología estadística norteamericana porque tampoco creo en eso. Pero la sociedad funciona de alguna manera y no de otra.
Nicolás Olszevicki: –Es un problema con qué paradigma se trabaja en las Ciencias Sociales; quienes se apoyan en lo empírico, a veces dicen cosas obvias; y los que van por un lado más teórico, suelen caer en la cosa posmoderna de que hay múltiples paradigmas inconmensurables que operan igualmente bien. Eso es mentira.
–¿La propuesta del libro frente a esta dualidad sería una combinación entre ambos enfoques?
L. M.: –Claro. El dato es duro. Puede ser cuestionable, pero tiene una inamovilidad que pesa. Si se mide que el 60 por ciento de la población tiene genes amerindios, ya no podés sostener que es sólo el 10. Y hasta las ideas más interpretativas están respaldadas por datos. El conocimiento se construye sobre ellos, no sobre cualquier idea armada o derivada de una ideología que no tiene nada que ver con la empiria. El problema está cuando alguien tiene una ideología X y piensa “las cosas tienen que ser así”, entonces después busca que las cosas sean así o interpreta todo bajo esa luz. Es como si a la hora de interpretar algo sólo vieras el color de la luz con la que iluminás. Pero ese color lo sacás de una ideología previa que no tiene nada que ver con lo que estabas iluminando. Por ejemplo: alguien que es muy religioso busca la presencia de Dios y la va a encontrar.
–Aunque el libro busque la objetividad, la subjetividad del Jinete no sólo no está ausente sino que es protagonista: el personaje exhibe sus dudas, sus emociones, sus asombros, sus enojos. ¿Es necesaria esa postura ante la ciencia?
L. M.: –El Jinete es así. Y en cualquier reportaje es necesaria la discusión. El periodismo científico que se practica en la Argentina responde a lo que se llamó “modelo del déficit”: el investigador sabe, el periodista no sabe nada, y escucha y traduce a gente que no sabe. Es fundamental no aceptar pasivamente lo que dice el investigador, porque eso está metido en una trama general: la cultura de la época, los grandes interrogantes. Y eso aunque sea la cosa más técnica del mundo. El diálogo muestra las fracturas del conocimiento. El científico es un ignorante profesional: no sabe determinadas cosas y las quiere averiguar. Si no, no investigaría nada.
N. O.: –La postura del Jinete permite evitar una pose muy común en la ciencia: que todo el mundo entiende todo o que tiene que entenderlo. Lo que hace este indagador profesional es justamente desarmar eso: sabe muchas cosas, pero conserva la facultad de sorprenderse.
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