CULTURA › CON POLEMICA, QUEDO INAUGURADA AYER LA 38ª FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO
Se cruzaron en sus discursos Alberto Sileoni y Hernán Lombardi. El funcionario del gobierno porteño dijo que en el país se entorpece la libre circulación de los libros. Y el ministro de Educación de la Nación le contestó: “No hay un solo libro parado en la Aduana”.
› Por Silvina Friera
Un preámbulo a la madeja de sensaciones que dejó la inauguración de la 38ª Feria Internacional del Libro en La Rural, a cargo del escritor Luis Gusmán, no debería omitir el recurso de hiperbolizar el relato del miedo. A juzgar por el cuadro de situación que trazó el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi –abucheado por una parte de los asistentes, celebrado por la otra–, en el país se entorpece la libre circulación de los libros. “Ningún troglodita nos puede decir qué leer”, fustigó con una intensidad demasiado rabiosa, exasperando la retórica liberal. “En el pasado hemos escuchado una gran zoncera: decían que nos daba lo mismo producir aceros o caramelos. No dejemos pasar una zoncera equiparable: no es lo mismo, señor secretario de Comercio, importar libros que perfumes.” Pronunciar la palabra víctima, sostener que los lectores argentinos son “víctimas”, que no pueden leer lo que se les antoja, provocó que una muchacha se pusiera de pie. Y junto a ella unos cuantos más. “¡Abran los cursos en las escuelas!”, le reclamaban a Lombardi. “Castigar a los lectores es una enfervorizada declaración de arcaísmo intelectual y pone de manifiesto una ideología que desprecia el valor del conocimiento”, insistió Lombardi. “Nunca más el miedo metafísico al horror, a la tortura, a los asesinatos, a las desapariciones forzadas, a la quema de libros”, agregó. “¡Era lo que hacían tus amigos!”, recordó la voz de un hombre que llegaba como un eco desde el fondo de la Sala José Hernández. El enojo crecía. “A lo único que le tenemos que tener miedo es al miedo”, proclamaba el ministro. Un coro enfervorizado le retrucó: “Y a Macri”.
El ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, fue directo al grano. “No parece ser éste un país ganado por el miedo cuando hay un 30 por ciento más de expositores en la Feria, ni es un país donde falte la libertad. Sorprende escuchar algunas intencionadas diatribas en torno de la restricción: no hay un solo libro que esté parado en la Aduana. No vamos a aceptar ningún tipo de manifestación mentirosa”, afirmó el funcionario de la cartera educativa, quien abogó por “cuidar el presente y mirar desde una perspectiva nacional como hacen las grandes potencias”. Sileoni celebró este momento del país con “una democracia construida por todos, con esfuerzo, con disensos”, y admitió que “impacta esa estrategia de meter miedo, porque la democracia invita a discutir ideas, modelos y proyectos”.
Gustavo Canevaro, presidente de la Fundación El Libro, reflexionó sobre el “panorama confuso” que está atravesando la industria editorial argentina. Desde hace meses, el gobierno nacional y las cámaras del sector están conversando sobre las formas “más adecuadas” de limitar la importación de libros. “Como editor y lector argentino, no puedo más que estar de acuerdo con la idea general de promover la producción gráfica argentina, entendiendo que la misma estimulará una mayor y más eficiente oferta de libros, siempre y cuando se preserve la importación irrestricta de la diversidad bibliográfica”, aclaró. El presidente de la Fundación El Libro recomendó que la política de sustitución de importaciones “sea aplicable únicamente a la producción gráfica” y exigió que “se trabaje sin pausa en generar una cadena de valor eficiente que contemple la exención de controles de dudosa necesidad, como el de plomo en tintas, cuya aplicación sólo agregará costos inútiles y trabas que complicarán la comercialización del libro”. Canevaro destacó que la nueva forma de medir las importaciones, el registro del ISBN para el comercio exterior que propuso la Secretaría de Cultura de la Nación, es “bienvenida”. “Si el sector editorial argentino crece, aumentará la producción de un valor agregado de exportación sofisticado y de alto impacto”, pronosticó Canevaro.
“La lectura es un acto de libertad y de soberanía”, subrayó Rodolfo Hamawi, director nacional de Industrias Culturales. El funcionario aseguró que el acuerdo que suscribieron las dos cámaras de editores (CAL y CAP) con la Secretaría de Comercio representa “un avance en la búsqueda de un de-sarrollo armonioso de toda la cadena de producción del libro en Argentina, para que los libros argentinos se impriman en nuestro país y para seguir abiertos a la edición internacional, pero con justos y equilibrados términos de intercambio”. Hamawi ponderó que el país “siempre dio la bienvenida a los libros de autores y editoriales de todo el mundo” y mencionó que el 30 por ciento de los títulos editados durante 2011 corresponde a autores extranjeros. “Lo que es inaceptable es destruir trabajo argentino de papeleras e imprentas contratando servicios de impresión en el extranjero; salvo en contados casos, nuestro país está preparado para abastecer nuestra demanda editorial”, advirtió el director de Industrias Culturales. “Una política de soberanía cultural es defender a las pequeñas y medianas editoriales nacionales. No se trata de ejercer ningún tipo de discriminación con las editoriales filiales de empresas extranjeras, sino de reconocer que existen diferencias con aquellas cuyas decisiones estratégicas se toman aquí. Los Divinsky, los Narvaja, Levin, Rubinzal, Pampín, Gremenpacher, De Santos, Cabanellas, Rodrigué o Canevaro, entre tantos otros, siempre estuvieron y siempre estarán contra viento y marea defendiendo la edición argentina.” No ahorró el filo de la ironía cuando eligió reciclar y actualizar el complejo sentido de una vieja frase, como si revolviera las más delicadas vísceras del pasado. “En 2011 no sólo se batió el record en la edición de libros, también se superó el record de fabricación de zapatillas –comentó Hamawi–. Estamos en un país donde cada vez más jóvenes podrán andar en zapatillas o alpargatas y también con un libro bajo el brazo.”
Cuando llegó el turno del escritor, Gusmán anticipó: “No creo que pueda despertar tanto entusiasmo ante la audiencia”. El autor de El frasquito, Villa, El peletero y La casa del Dios oculto, entre otros títulos, dijo que “el libro nos cifra antes de que lo descifremos; los libros tienen el poder de la revelación y el misterio”. Lejos de las hipótesis pesimistas, enfatizó que el poder de ese misterio no desaparece con el avance tecnológico ni con el progreso. “Estoy convencido de que un libro te puede cambiar la vida. Todavía me sucede cuando vuelvo a leer a mis escritores preferidos, y también cuando leo a algún autor que no conozco. Entonces, comienza otra circulación: lo presto, lo regalo, hablo del libro, lo que los libreros todavía llaman el boca a boca. Es decir, el libro ya está en la lengua.” Después de que todos los oradores cortaron la cinta, Marifé Boix-García, vicepresidenta de la Feria del Libro de Frankfurt, no dudó en resumir su impresión ante Página/12: “Esta sí que fue una inauguración; las nuestras son aburridas”.
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