CULTURA › ENCUENTRO EN EL C. C. DE LA COOPERACIóN
Juano Villafañe festejó sus 60 años con la presentación de los libros Los Villafañe. Poesía Familiar y Los poetas de Mascaró, y con la obra teatral que dirige Leonor Manso.
› Por Emilia Erbetta
El hombre que habla, se emociona y recibe felicitaciones nació en Ecuador el 28 de agosto de 1952 y junto a sus hermanos acompañó a sus padres en una carreta, de pueblo en pueblo, llevando un espectáculo de títeres tirado por caballos. Esa carreta, La Andariega, venía pegada a un nombre y una historia: la del Maese Trotamundos, el títere que presentaba las obras de Javier Villafañe en el escenario del teatro ambulante con el que los Villafañe recorrieron el mundo. “Mi casa siempre fue un teatro. Siempre existió un escritorio, un estudio, un lugar en donde se representaba, se leía, se estudiaba”, recordó para Página/12 Juano Villafañe el mismo día en que cumplió 60 años, sentado en el medio de una sala vacía minutos después de terminada la presentación, en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, de Los Villafañe. Poesía Familiar (Editorial Colihue) y Los poetas de Mascaró (Ediciones Desde la Gente). “Los Villafañe, sin dudas, representa un homenaje, un tributo a mis padres y a esa condición, donde como en las vanguardias, siempre la vida estaba asociada al arte y el arte a la vida. Los poetas de Mascaró es un libro vinculado con lo que ha sido mi generación y lo que fue la experiencia de la revista de literatura Mascaró, donde surgió el grupo y la editorial del mismo nombre”, explicó Villafañe, actual coordinador del Area de Políticas Culturales del C.C.C.
La capacidad de la Sala Solidaridad, en el segundo subsuelo del C.C.C., no alcanzó para contener lo que terminó siendo la combinación entre un encuentro familiar y de viejos amigos, la presentación de los libros y la función de Los poetas de Mascaró, la obra de teatro que dirige Leonor Manso y que representa escénicamente los poemas reunidos en el libro del mismo nombre. Con todas las butacas ocupadas, gente sentada en los pasillos y otras pispeando desde la entrada, igualmente se hizo silencio cuando el poeta salteño Leopoldo Castilla empezó solemne: “Hay horas que no están en el tiempo, como las que transcurren mirando el fuego o como cuando uno vuelve a la infancia. En una de esas horas Juano Villafañe puso la mesa, sobre la mesa un vino y se quedó esperando, de la nada volvieron sus padres...”. “Lo de Juano es una recuperación de una fuerza muy especial, melancólica, porque siempre reunir padres tiene un dejo de melancolía. Es una especie de voluntad de presencia, de estar presente uno en la ausencia de los padres pero a través de lo que ellos hicieron, de lo que ellos dijeron”, continuó el crítico Noé Jitrik, autor del prólogo de Los Villafañe, que reúne la obra poética de Javier, Juano y Elba Fábregas, poeta, actriz y artista visual que publicó un solo libro, Piedra Demente, en 1952. En 1965, Fábregas inauguró un teatro para cuatro espectadores en el barrio porteño de Caballito. Ahí mismo un Juano preadolescente organizaba recitales y lecturas de poesía. Los Villafañe es, entonces, un homenaje a esa forma “renacentista” de vivir la vida y el arte.
Una carreta primero, una canoa después y una casa rodante: Javier Villafañe se las ingenió para viajar titereteando. La Andariega salió al camino por primera vez en 1935. En 1968 la dictadura de Onganía censuró su libro Don Juan el zorro y Villafañe se exilió en Venezuela. En 1984 volvió a la Argentina, donde murió 12 años después. Escribió obras de teatro, cuentos y poemas. “La poesía de Javier es una poesía juguetona, de capricho, de ocurrencias, de una mirada sobre el exterior que se recupera por medio de palabras que son saltarinas. La de Elba es más dramática, más reconcentrada. De alguien que está buscando a través de la poesía un lugar en el mundo, un lugar en sí misma”, definió Jitrik, mientras que a Villafañe hijo lo ubicó en otro camino: “Es una poesía de miradas al exterior. Tiene una mirada sobre lo actual, una vibración nerviosa sobre aquello que mira, recoge y transmite”.
Esa poesía “de vibración nerviosa” quizás empezó a delinearse a principios de los setenta, cuando Juano Villafañe fue parte, junto con otros jóvenes como él, del Taller Literario Mario Jorge De Lellis. Ahí conoció a Luis Alonso, Leonor García Hernando, Nora Perusin y Sergio Kisielewsky, con quienes en la década del ochenta, cuando terminó la dictadura y con ella los exilios, formó el grupo literario, la revista y la editorial Mascaró, en homenaje al libro de Haroldo Conti. Villafañe define el trabajo del grupo como “una poesía entre fronteras, que se escribe entre dictaduras y post dictaduras, con todo lo que implica ese acontecimiento en el país”. Esa frontera partió al grupo literalmente en dos: tres de los integrantes del taller, Claudio Ostrej, Claudio Valleti y María Elena San Martín de Valetti, desaparecieron durante la dictadura.
Cuando la presentación formal termina, las luces se apagan y se suben al escenario Leonor Manso, Ingrid Pelicori, Patricio Contreras, Walter Quiroz, Elena Tasisto y Claudia Tomás. La guitarra de Benito Grande toca unos acordes para dar comienzo a la función de Los poetas de Mascaró, la obra que se presentará todos los sábados de septiembre a las 18.30 en la Sala Raúl González Tuñón, en el C.C.C. (Corrientes 1543). Durante la obra algo fantasmal recorre la sala. El cuerpo de cada actor da cuenta de los otros cuerpos que faltan. Entonces, las últimas palabras de Castilla hacia Juano Villafañe cobran sentido: “Este que ven es el resucitador, que para eso sirve la poesía, para no dejar morir a nadie”.
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