Sáb 01.09.2012
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CULTURA › RICARDO PIGLIA CONDUCE ESCENAS DE LA NOVELA ARGENTINA

Escritor, lector y profesor

El autor de Respiración artificial propone, por la TV Pública, un ciclo de cuatro clases abiertas en las que se reflexiona, entre otras cosas, sobre las tensiones entre ficción y política en la narrativa argentina. El resultado es excepcional.

› Por Silvina Friera

Ricardo Piglia narra un episodio del siglo XIX, dominando con maestría tanto el detalle como la visión panorámica. La ficción no depende sólo de quien la construye, sino también de quien la lee. Pero en el estudio principal de Canal 7, la posición del intérprete –escritor, lector y profesor– reside en reconstruir las instancias de un drama que, aunque parezca inverosímil, ocurrió en el Teatro Argentino, en junio de 1856. “El hombre más fuerte del mundo”, el luchador norteamericano Charles, desafía a quien se atreva a pelear con él. La lista de desafiantes incluye a tres argentinos, tres italianos, dos vascos, un irlandés, un francés y un hombre de nacionalidad desconocida, que peleó enmascarado. Mil doscientos varones están en ese teatro y ninguna mujer, cuya admisión a este tipo de espectáculo está prohibida. Conviene mezclar la hacienda y reparar en los apellidos “ilustres” que integran el jurado: José Toribio Martínez de Hoz, que en un futuro no muy lejano sería el primer presidente de la Sociedad Rural; José Mármol, que había estado exiliado en Montevideo y acababa de publicar Amalia, y Domingo Faustino Sarmiento. De repente el interés se desplaza del cuadrilátero al palco. El escritor Lucio V. Mansilla, sobrino de Rosas, se arrima a la barandilla y reta a duelo a Mármol, a quien acusa de “vil calumniador”. El público reacciona de manera violenta contra el autor de Una excursión a los indios ranqueles. “¡Mazorquero!”, vociferan para insultarlo. El duelo nunca se concreta y el joven Mansilla termina encarcelado. Así empieza el primer capítulo de Escenas de la novela argentina, un excepcional ciclo de cuatro clases abiertas con el autor de Respiración artificial, producido por la televisión pública y la Biblioteca Nacional, que se podrá ver los sábados a las 20.30.

Escenas de la novela argentina no es el típico programa cultural o de libros. La dinámica es otra. El estudio de televisión es una clase abierta en la que el profesor Piglia, a partir de una escena que condensa múltiples elementos, va reflexionando sobre cómo trabaja la novela con las historias ya narradas, de qué manera las recompone y cómo circulan los relatos. Rastrea, al mismo tiempo, las tensiones entre ficción y política en la narrativa argentina. Ese duelo que no fue entre Mansilla y Mármol le permite de-senvolver lo que denomina “la mirada liberal”, que encuentra siempre en las adhesiones políticas del otro la sospecha de manipulación. En la “ficción calculada” de Mármol –repasa el profesor– la forma es una decisión política. “La barbarie es el pasado que se asocia al oscurantismo, siendo que está contando hechos del presente.” Luis Gusmán tiene una participación especial en torno del plagio de Amalia. Un francés llamado Olivier Gloux publicó bajo el seudónimo de Gustave Aimard La Mas-Horca, en 1876. Al año siguiente, salió una segunda parte, titulada Rosas. “La figura de Rosas se bestializa –dice Gusmán–; reproduce la temática pero no el mecanismo de terror que logra Mármol.”

El primer programa, titulado La vida privada, tiene como invitada a María Moreno, que sabe captar el estilo, esa elástica red en cuyos infinitos desvíos se impregnan y contaminan vastísimas cuestiones que a simple vista podrían desconcertar. Piglia tira de la hebra de una frase de Mansilla: “‘Me decidí a escribir como se habla’, y ahí tenemos ese estilo que todos admiramos”. Moreno recuerda que el poeta Paul Verlaine, en una carta, se refiere al autor de Una excursión a los indios ranqueles “como si estuviera enamorado de él”. “Escribir sería como volver de la experiencia; en Walsh es diferente: escribe mientras está sucediendo”, compara la escritora y cronista. En el último bloque el público tiene la palabra. Y pregunta. Piglia siembra el grano de una polémica. “Hay que sacar la parodia de la lente de lectura –sugiere–. Puig luchó contra esta lectura que hacía ver sus novelas como parodia.”

La hora transcurre volando. Tal vez sea la pasión que le imprime Piglia, cómo pone el cuerpo y la voz en escena. No estaría mal avisar que la lectura de los textos invocados no es una muralla para mirar este programa. Acaso se extravíen ciertas intensidades o modulaciones, quizás algunos hilos o énfasis queden sueltos. El escritor no se adapta al sermón mediático que pontifica que cuanto más sencilla es la gramática y la sintaxis, mejor. No renuncia jamás a la complejidad de los pensamientos e ideas que va desplegando en su clase, acompañada de diversas animaciones, imágenes de archivos –el capítulo “500 onzas” de Amalia, donde Mármol afirma que la familia Mansilla es corrupta, la semilla del reto a duelo– y fragmentos de películas argentinas. En el segundo programa, que se emitirá el sábado próximo, el autor de El último lector saborea la invención del grabador de la mano del escritor Eduardo Wilde, que luego de visitar una exposición sobre el inventor Tomás Edison en Estados Unidos, escribió: “Tanto adelanto sorprende y entristece. En previsión de su muerte, si yo tuviera un hijo recogería sus primeras palabras y sus frases mal dichas en el fonógrafo para oír su voz en cualquier tiempo. El fonógrafo detiene la vida y perpetúa los fugitivos momentos. Fenómeno curioso poder hacer hablar a los muertos. Muchos de los muertos enterrados en el cementerio de Brooklyn continuarán hablando por los aparatos de Edison”.

¿Cómo influye la posibilidad de grabar la voz en la técnica de la novela? El título de la segunda clase es La voz argentina, la relación entre oralidad popular y lengua escrita a través de Silbidos de un vago, de Eugenio Cambaceres, y Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez. Con el uso del grabador, con la posibilidad de grabar las voces de sectores que antes no tenían acceso a la palabra, “la noción de experiencia del novelista empieza a cambiar”. El poeta Sergio Raimondi advierte que el problema es cómo leer esas inflexiones de la oralidad y las escrituras que trabajan con los usos de la lengua. Juan Sasturain es el interlocutor invitado en esta ocasión. En el tercer programa se explora La conspiración. El final de Los lanzallamas, de Roberto Arlt, transcurre en la redacción de un diario, cuyo director se entera del suicidio de Erdosain y se prepara a titular: “Muere el asesino Erdosain”. La deriva de la clase empieza con las conflictivas relaciones entre novela y periodismo, ejemplificadas en las obras de Arlt y Walsh, con Ricardo Bartís como invitado y la participación de Lila Pastoriza. El cierre de este ciclo será con La utopía. El disparador es una conferencia de Macedonio Fernández en la radio, un medio que recién nacía. El eje está en la obra del autor de Museo de la novela de la Eterna, con la participación de Carlos Ulanovsky y Horacio González como invitados. Destinado a convertirse en un programa de culto –ojalá haya un segundo ciclo y más clases–, Escenas de la novela argentina proyecta ese tipo de felicidad que genera el hallazgo de un intenso mundo que nadie o pocos habían vislumbrado.

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