CULTURA › LA MUESTRA DE ANDRES CASCIOLI EN EL MUSEO DEL HUMOR, UNA VISITA IMPERDIBLE
El subtítulo la presenta como 40 años de humor político, y no es exageración: los 60 originales que ocupan dos alas del MuHu dan cuenta de la Argentina reciente, de Satiricón a Humo(r). Y permiten admirar también la notable técnica artística de su autor.
› Por Andrés Valenzuela
“Qué bien que viene para refrescar la memoria”, le dice una señora a otra. Es día de semana, son las cuatro de la tarde y, al solcito, el invierno no está nada mal. Ni siquiera en la costanera de Puerto Madero, donde se erige la vieja Cervecería Munich, donde ahora funciona el Museo del Humor (Av. de los Italianos 851). Pasa un rato y llega una chica con tres turistas brasileños. Explicarles cada uno de los 60 trabajos que componen el homenaje Andrés Cascioli: 40 años de humor político se le hace cuesta arriba, y termina confesando que a ella también le es difícil entender las alusiones de cada imagen (la memoria, ahora, parece un bien escaso). Al cabo, deja que las caricaturas del mítico editor se impongan por su propio peso: son fantásticas. Aun si no evocaran épocas duras y desmadres políticos, militares y económicos del país, tendrían una fuerza plástica indiscutible.
Lo que comenta la señora es cierto. Los trabajos de Cascioli (1936-2009) refrescan la memoria o, llegado el caso, la crean, para quienes no vivieron esos años de infortunio estatal. Son un grandioso registro de época y no sólo porque en cada caricatura esté la fisonomía del personaje de turno. Las caricaturas de Cascioli son mucho más que eso. Cuando muestra a Martínez de Hoz cabalgando a Alvaro Alsogaray, cuando parodia una publicidad de whisky Haig, aludiendo a un militar de la época, o a Rafael Videla devorado por las pirañas del made in, ofrece imágenes más reales que las que podría mostrar cualquier fotografía de la época. En última instancia, captura al personaje de manera integral.
La exposición tiene sesenta originales que van desde mediados de los ’70 hasta fines de la década pasada. La mayoría de esos trabajos oficiaron de portadas de Satiricón, Chaupinela y Humo(r). Están hechos con lápices, acrílicos y anilina en distintas combinaciones. Otra porción, a bolígrafo (“de los chinos, baratos”, comenta al pasar Hugo Maradei, director del MuHu), pertenece a la etapa en la que Cascioli trabajó en El Cronista Comercial firmando como Demo. Además, hay ejemplares de las revistas, dos esculturas, publicaciones y hasta una copia del decreto de Isabel de Perón ordenando el cierre de Satiricón, que Cascioli había creado junto a Oskar Blotta.
De tan ridículo, el decreto que cerró esa experiencia editorial parece salido de las mismas páginas de la revista. Pero no, era pura y dura verdad autoritaria. Allí se “fundamenta” la clausura argumentando que “constituye un evidente ataque contra los elevados valores y costumbres del pueblo argentino” y ello en virtud de que “tanto sus ilustraciones como su lenguaje tienen un neto carácter pornográfico”. Esa “prédica pornográfica”, aseguraba la presidenta en ejercicio de ese momento, afectaba “los intereses vitales de la Nación”. Aparentemente una caricatura suya y una alusión a un bolero suponían un muy serio riesgo para las finanzas del Tesoro Nacional o una cuña en las fronteras. El texto lleva la rúbrica de Isabelita y dos de sus ministros.
La exposición ocupa dos alas del MuHu. En la primera están los trabajos publicados hasta la llegada de la democracia. Retratan los meses previos al último golpe militar, el “Proceso de Reorganización Nacional” y la transición. Son imágenes que recuerdan el saqueo económico programado, los días tristes de Malvinas (que trajeron no pocos problemas a la revista, no tanto de las autoridades militares como de sus propios lectores) y la debacle del mando conjunto de las Fuerzas Armadas, hasta el intento de Massera de perpetuarse con su propio partido político (y una referencia a su “escape” con Mirtha Legrand).
Del otro lado están las obras que realizó durante la década menemista. Es que durante el gobierno de Ricardo Alfonsín, Cascioli no encontraba motivación para caricaturizar la época y dejaba las tapas de Humo(r) en manos de otros compañeros de redacción. Con el de Anillaco, en cambio, retomó sus lápices briosos y plasmó el pacto de Olivos, los indultos, las operaciones de Amalita Fortabat y Manzano, Río Tercero, y figuras como las de Gostanian, Reutemann, Palito Ortega, Eduardo Duhalde, Adelina D’Alessio de Viola, Terence Todman, Yoma o Al Kassar. Y ya en este siglo, las de Chiche Duhalde, De la Rúa, Sánchez Meijide. No falta tampoco un retrato de los primeros años de kirchnerismo: el acercamiento a Lula y Hugo Chávez, la aparición de Moyano, Cristina Fernández, Ginés González García, De Vido, la transversalidad y los tironeos con Lavagna (donde se revelaba el cambio de signo, con la figura del ministro de Economía supeditada a la del presidente, y no a la inversa).
Desde lo técnico, llaman la atención las texturas y colores que conseguía Cascioli. De lejos es fácil confundirlas con meros coloreados digitales. Pero cuando la vista se acerca se encuentran las trazas de los lápices y también las suaves transiciones de luces y sombras, los degradés de tonos y el brillo intacto. Es probable que la clave de estos efectos esté en la anilina (está en la mayoría de las obras) y en su tintura pareja. Cuesta imaginar cuántas horas-hombre –que hoy cualquiera resolvería en un rato de Photoshop– tiene cada una de estas imágenes. Más considerando su tamaño: en general tienen medio metro de largo.
La muestra, finalmente, también recuerda la faceta editorial del caricaturista de Avellaneda. Se advierte, por ejemplo, que Humo(r) no nació pensada como resistencia contra la dictadura, sino como un humilde esfuerzo para trabajar. El rol de la revista lo definieron los lectores, quienes “entendieron a Humo(r) antes que los autores”, según palabras de su antiguo jefe de redacción Tomás Sanz. El propio Sanz describe a Cascioli como “un editor intuitivo, tenaz, un kamikaze para la época”.
Oche Califa, hoy también editor, destaca que el homenajeado forjó a partir del éxito de esa revista toda una editorial (De la Urraca), que hasta su desaparición lanzó a la calle algunas de las publicaciones más notables de su época, como la primera SexHumor, SuperHumor, Fierro, la revista para chicos Humi, Humor & Juegos y El péndulo, revista libro dedicada a la ciencia ficción. En este sentido, las palabras de Guillermo Roux dan cuenta cabal del impacto de Cascioli en el medio, cuando afirma que “su capacidad artística está profundamente enraizada con lo mejor de la ilustración argentina, y por eso, porque tiene raíces, lo que él dejó seguirá creciendo aún más”.
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