Vie 19.07.2013
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CULTURA › LOLA ARIAS, ANDRES DI TELLA Y MARTIN OESTERHELD

“Son documentos personales atravesados por lo histórico”

Bajo la curaduría de Arias, los cineastas inician hoy el ciclo “Mis documentos”, que continuará con otros artistas y en el que sus relatos personales aparecen cruzados por materiales históricos, sociales y culturales.

› Por Oscar Ranzani

Nacido en los años ’60, el género lecture performance, como una forma de convertir un discurso en arte, no tiene una traducción exacta al español. La directora teatral, escritora y actriz Lola Arias encontró una manera de denominarlo: “Conferencia performática”. Esta disciplina consiste en la presentación de una investigación en proceso de un artista, que puede incluir algo relacionado con su propia vida o que tenga que ver con sus obras y que, por lo tanto, también puede vincularse con sus experiencias. A partir de esa premisa, Arias ideó el ciclo “Mis documentos”, en el que escritores, cineastas, actores, directores de teatro y coreógrafos “pudieran desarrollar una investigación basada en una serie de documentos”, según explica la curadora del ciclo en la entrevista con Página/12. La idea es poder generar un ciclo documental, pero “que no sea teatro documental, ni cine documental, sino algo en el medio, que es esta idea de las conferencias performáticas”, agrega Arias. Hoy y mañana a las 21, Andrés Di Tella presentará su trabajo Fotografías/Fantasmas, y Martín Oesterheld hará lo suyo con Ricky y el pájaro. “Mis documentos” se desarrolla en el Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551) y continuará hasta el 3 de agosto con otros trabajos (ver recuadro).

Se parte de un formato muy simple: el artista en escena, aunque no esté acostumbrado (como el caso de los escritores, por ejemplo), se presenta ante un escenario con sus documentos. Y estos documentos pueden ser grabaciones, fotos, filmaciones o textos. “Pero tienen que tener el carácter de archivo –aclara Arias–. En general es un hombre o una mujer y una computadora, porque para todo el archivo es cada vez más la computadora. Y, entonces, el ciclo tiene ese formato que es bastante sencillo: hay un escritorio, un artista con su computadora y una pantalla que va proyectando ese archivo que cada uno va desarrollando y que tiene que ver con algún tema que cada uno eligió.”

La idea del ciclo es de Arias y también la selección de los expositores. “El criterio fue elegir artistas que me interesan y que tengan en su trabajo algo del orden de lo investigativo”, comenta la mentora del proyecto. Es que también hay artistas que trabajan aspectos más ficcionales que tienen relación directa con su propia imaginación. Y por lo tanto, “es difícil pensar que hay una investigación detrás de sus obras, o que hay una especie de trabajo de campo, más investigativo, más conceptual”, explica Arias. Para este ciclo, entonces, Arias eligió artistas “que tienen una idea de su trabajo que implica una cierta investigación, conceptualización, y una cierta acumulación de materiales”. Ella se los propuso, pero el tema a de-sarrollar lo eligió cada uno. “A partir de la propuesta del artista, empieza una especie de ida y vuelta, que es lo más interesante para mí del proyecto, porque yo también soy artista. No soy una institución o un productor. Entonces lo más atractivo es poder colaborar en la creación del proyecto del otro, porque me pongo un poco al servicio del artista para ir pensando y creando esa performance con esa persona”, subraya Arias.

El término “conferencia” suena muy académico en español. Y la idea de estas conferencias es precisamente lo contrario al academicismo. “O sea, no son presentaciones sobre estudios que hicieron, sino que son experiencias, diarios, relatos. Son investigaciones que hace un artista que no son las mismas que las que hace un sociólogo u otro académico. Tienen una forma azarosa y medio caprichosa, quizá porque son las cosas que va capturando la imaginación de un artista”, entiende Arias.

La familia y el arte

Andrés Di Tella estrenó en 2007 el documental Fotografías, de fuerte impronta autobiográfica: la muerte de Kamala, su madre, nacida en la India y casada con el sociólogo Torcuato Di Tella, generó interrogantes en el cineasta acerca de cómo había sido su vida. Y en Fotografías, Di Tella realiza un viaje por la India (que se convierte en un verdadero descubrimiento personal) junto a su pequeño hijo Rocco, al que intenta transmitirle sus orígenes. Y Di Tella se contacta con sus parientes hindúes y con la cultura del lugar. Para esta conferencia performática, el documentalista indaga en “el regreso de los fantasmas de Fotografías”: una serie de imágenes, notas y objetos vuelven a salir a la luz. Así lo describe a Página/12.

Martín Oesterheld es el nieto de Héctor Germán Oesterheld, el célebre creador de El Eternauta, y el hijo de los artistas plásticos Estela Oesterheld y Raúl Mórtola, todos ellos militantes desaparecidos por la última dictadura militar. Martín es también artista visual y, entre sus trabajos, puede mencionarse su primer largometraje, La multitud, estrenado este año. En su conferencia performática, Ricky y el pájaro, Martín indaga en la historia del fallecido artista plástico Alberto Heredia. Martín lo conoció a los 19 años por medio de la pintora Marcia Schvartz. Y en el primer encuentro se enteró de que Heredia lo había cuidado en su taller, cuando Martín tenía tan sólo cuatro años, mientras sus padres eran perseguidos por los represores de la dictadura. Antes de morir, Heredia sintió la necesidad de contarle este hecho y también creía importante devolverle unos cuadros de su padre desaparecido. En su conferencia performática, Martín reconstruye un vínculo afectivo a partir de la propia biografía de Heredia y de su encuentro con este artista.

–Ambos eligieron temas que tienen que ver con sus familias. ¿Este trabajo los conecta, entonces, con sus propias identidades?

Martín Oesterheld: –Sí, tiene que ver con un proceso identitario. En mi caso particular, a partir de la desaparición de mis padres y con superabundancia de relatos alrededor de ellos. Pero este trabajo-relato-comentario que voy a presentar va un poco a contramano, en el sentido de que son relatos de construcciones de personas que yo no conozco. Por supuesto, hay toda una cantidad de personas que conozco y que tienen que ver con mi reconstrucción familiar a partir de mis ausencias, pero hay también una cantidad de relatos de personas que me falta conocer porque concretamente no sé el nombre, la cara, ni los vi nunca. No tengo un solo recuerdo compartido con ellos. Esa sensación de desconocimiento muchas veces me aleja de ese proceso identitario y se me transforma como si hubiera vivido en otra vida.

–¿Cómo es eso?

M. O.: –Más que nada porque en ese tipo de construcciones hay una presencia muy fuerte de mi persona junto con mis viejos. Era una familia medio indivisible, siempre me cuentan en los recuerdos con mis padres. Y muchas veces, por la urgencia de los tiempos políticos a fines de los ’70, más precisamente en el ’78, cuando ellos desaparecen, lo que resuena es como una persona mayor, no parece una persona de cuatro años. Resuena como una persona adulta que convivía junto con ellos y era parte del mismo grupo que estaba trabajando. Entonces hay una tensión en la que los recuerdos de otras personas me asaltan y, de alguna forma, me parecen tan inverosímiles de lo que escucho que me generan como una sensación medio amnésica. Incluso también tiene que ver con la idea de que vuelvo todo el tiempo, que es la del primer recuerdo de mi vida: estar en el centro de detención con mi abuelo. Este trabajo que estoy haciendo no tiene que ver concretamente con eso, sino con un relato que me asaltó de alguna manera a mis 20 años que me vinculó con Alberto Heredia, una persona que quise mucho.

–¿Cómo era él?

M. O.: –Un tipo muy particular, muy controversial, muy irritante. Era alguien que jugaba todo el tiempo a incomodar a la gente pero que, sin embargo, fue el tipo que tomó una responsabilidad muy fuerte para cuidarme durante meses, mientras mis viejos estaban siendo perseguidos.

–¿Y en su caso, Di Tella?

Andrés Di Tella: –En mi caso tiene que ver con algún tipo de experiencia muy diferente de la de Martín; en términos traumáticos es menor, pero es como el descubrimiento que yo hice en cierto momento de que no soy blanco y que soy hindú. O que soy mestizo, una cruza. Y esto lo descubrí cuando vivía en Inglaterra en mi adolescencia. No era bueno. Era como pertenecer a una categoría que yo no tenía claro cuál era, porque mi mamá nació en la India, conoció a mi viejo en Estados Unidos, después fueron a Inglaterra, vinieron acá. Pero ella y mi viejo pertenecieron a una generación donde la identidad era algo de lo cual se querían deshacer. La identidad familiar era un peso. Y querían ser ciudadanos libres, ciudadanos del mundo. No importaban la raza ni el sexo. Creo que nosotros ahora estamos por ahí en un camino inverso de buscar la identidad, de ver de dónde salieron, de dónde salimos, de qué cruces somos el resultado.

–¿Y cómo se relaciona con su trabajo?

A. D. T.: –Yo hice la película Fotografías, que fue un trabajo de cinco años, pero de toda esa investigación me obsesioné con investigar cualquier cosa en relación con la India. Y cualquier cosa más que nada relacionada con cómo se mira desde Occidente a la India y a lo hindú. Esa mirada que recayó sobre mí, que yo la sentí como discriminatoria, a la vez está llena de otras cosas: de cierta fascinación de lo que se llamó orientalismo. Es como una fascinación con todo lo que es el mundo oriental. Y es también una forma de ponerlo en su lugar. La película me llevó por todo un camino personal que tenía que ver con un viaje a la India, reencontrarme con mi familia, pero toda esa investigación que hice está apenas en la película. Es como si el documental fuera la punta del iceberg y esto todo lo que está debajo. Entonces me dieron ganas de volver atrás, de volver al comienzo de mi investigación. Fotografías llevó esa investigación en una sola dirección, que es un relato. Y a mí me gusta siempre que detrás de una historia haya otras historias. Y entonces, es un poco ir para atrás y buscar dentro de esos materiales. Y hay materiales muy variados. Entonces, con esos elementos cuento un poquito el origen del proyecto Fotografías; ya no el cuento que relaté en la película, sino una exploración de dónde sale eso.

–¿Es un compromiso mayor analizar aspectos que tienen que ver con la intimidad familiar y tener que exponerlos ante un auditorio?

M. O.: –Sí, en mi caso es como una operación artística particular, porque uno está contando algo que es privado que, por lo general, lo cuenta en los espacios que tiene ganas de contarlo. Y, de pronto, se transforma en un acto público, en el que la gente paga una entrada y te aplaude cuando lo terminás. Entonces hay como una situación de arranque particular. Así y todo, hablando con Lola, y por cómo uno va reconstruyendo la propia historia, hay un lugar fronterizo que se pone muy interesante en ese transformar en un acto público. Y me parece que es un proceso interesante. Por supuesto, siempre demanda mucho de uno. Y creo que el espectador o la persona que lo está escuchando va a escuchar esa veracidad.

A. D. T.: –A la vez son los materiales que uno tiene. Es el universo de uno. Entonces, con cierta delicadeza, hablar del mundo propio, hablar de uno mismo, hablar de la propia familia, creo que es un acto de generosidad hacia los demás. A veces se dice que es egolatría hablar de tu propia familia, pero es muy difícil hablar de la propia familia.

Lola Arias: –Además, es importante decir que tampoco son confesiones, porque hay una distancia enorme entre el trabajo que cada uno de ustedes hace sobre la propia historia familiar y cómo lo conecta con algo que está por afuera y que es más universal. Es la historia de ellos, pero atravesada por un montón de materiales históricos, sociales y culturales.

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