Mar 01.10.2013
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CULTURA › LOS GANADORES DE LA EDICIóN 2013 DE LOS PREMIOS NACIONALES QUE OTORGA LA SECRETARíA DE CULTURA

“Todo está basado en la calidad de las obras”

En el encuentro realizado en el Palais de Glace, los representantes del Estado y los artistas premiados coincidieron en resaltar el espíritu que anima a unos premios que se otorgan desde hace dos años, con retribución en efectivo y una pensión vitalicia.

› Por Silvina Friera

La expectativa aprieta, pero no ahorca en el concurrido y animado Palais de Glace. Los seis ganadores escuchan, entre cejas alzadas por el asombro y anchas sonrisas, cómo la voz estentórea de Tom Lupo pronuncia sus nombres y apellidos. Como lo viene haciendo desde hace dos años, la Secretaría de Cultura de la Nación entregó los Premios Nacionales (PN) a la producción literaria, ensayística y musical del período 2009-2012. El primer Premio en Novela lo obtuvo la narradora cordobesa Perla Suez por Humo rojo (Edhasa); el historiador Ezequiel Adamovsky lo ganó en Ensayo histórico con Historia de la clase media argentina (Planeta); la psicoanalista y poeta Perla Sneh fue elegida en Ensayo sociológico por Palabras para decirlo (Paradiso); el músico Diego Frenkel se impuso con el tema “El poniente” –incluido en Célula, su segundo álbum solista– en la categoría Música rock y pop; y Gaspar Scheuer y Fernando Alfonso Regueira compartieron el primer puesto en Guión literario cinematográfico por Samurái. El primer premio consta de 50 mil pesos en efectivo y una pensión vitalicia al momento de jubilarse, equivalente a cinco jubilaciones mínimas. “Estos premios son una acción más de reconocimiento, estímulo y difusión de nuestros creadores. Es la máxima distinción que otorga el Estado nacional. No siguen las lógicas del mercado ni un canon armado por la presión publicitaria. Se basan en la calidad de las obras”, dice Rodolfo Hamawi, director nacional de Industrias Culturales.

El segundo premio de 30 mil pesos lo ganaron Jorge Consiglio, en Novela, con Pequeñas intenciones (Edhasa); Guillermo Wilde, en Ensayo histórico, por Religión y poder en la misiones de guaraníes (SB); Alejandro Horowicz, en Ensayo sociológico, con Las dictaduras argentinas. Historia de una frustración nacional (Edhasa); Julián Venegas, en Música rock y pop, por “Alamos de noche”, y Ulises Rosell, en Guión literario cinematográfico, con El etnógrafo. Se quedaron con el tercer premio, de 17 mil pesos, el escritor Oliverio Coelho, con Un hombre llamado Lobo (Duomo); el historiador Jorge Gelman por Rosas bajo fuego: los franceses, Lavalle y la rebelión de los estancieros (Sudamericana); el sociólogo Christian Ferrer con El entramado. El apuntalamiento técnico del mundo (Ediciones Godot); la cantante Sandra Corizzo por “Momento sexto sentido”; y el cineasta José Celestino Campusano con Vil romance. Integraron el jurado en el rubro Novela, Noé Jitrik, Guillermo Martínez, Miguel Vitagliano, Delfina Muschietti y Mario Goloboff; en Ensayo Histórico, Federico Lorenz, Raúl Fradkin, Araceli Bellota, Aníbal Viguera y Judith Casali de Babot; en Ensayo sociológico, María Pía López, Alejandro Kaufman, Emilio de Ipola, Federico Schuster y Eduardo Grüner; en Música rock y pop, Rafael Arcaute, Rodolfo García, Juanchi Baleirón, Daniel Sbarra y Mavi Díaz; y en Guión literario cinematográfico, Sergio Bizzio, Fernando Castets, Lucrecia Martel y Mariano Llinás.

Hamawi pondera el trabajo del jurado, “donde lo central es la independencia de criterio y de elección”, y destaca que éste es el tiempo histórico “con mayor libertad de opinión, donde las políticas culturales reivindican a los eternos ninguneados como Jauretche o Scalabrini Ortiz, y difunde, promueve y conmemora a Borges o Cortázar”, antes de anunciar las categorías y los jurados para la próxima convocatoria (ver aparte). “Como contracara de estas actitudes de grandeza surgirán los profetas del desánimo, analizando si los ganadores adscriben a tal cual pensamiento político, si las sillas eran incómodas o si el vino estaba caliente. No importa, ustedes son testigos, como lo son millones de conciudadanos, de lo que nuestro país logra día a día. A los intentos de desánimo y demolición, más trabajo y más alegría”, propone el director nacional de Industrias Culturales.

“La verdad es que estoy muda”, confiesa Perla Suez a Página/12. “Aparte de estar muy contenta y sobre todo conmovida, me digo que ahora sí va a ser difícil escribir. Yo no le tengo miedo a la hoja en blanco, porque para mí escribir no es un gesto automático: siempre está la elección previa de un recorrido verbal. Sin qué decir, sin esa necesidad de contar una historia, no hay relato para mí. Las historias se construyen cuando la realidad y la ficción trabajan como un tejido, combinando elementos. Esa trama es la que me impulsa a la acción y a hacerme preguntas. Sin esas preguntas, uno cae en el vacío. Las preguntas nos encienden la mente y nos dan la posibilidad de leer entre líneas y no escribir frivolidades o caer fácilmente en no saber qué contar.” En Humo rojo, novela que también fue finalista del Premio Rómulo Gallegos, hunde su bisturí narrativo a fondo en el amasijo de rivalidades, desprecios y humillaciones entre dos hermanos: Thomas y Oskar Köhler.

Suez (Córdoba, 1947), autora de Letargo, El arresto y Complot, cuenta que en estos días estuvo leyendo Más allá del espacio vacío, de Peter Brook. “El dice que un libro que leemos nos puede encender como un carbón al arder. Cuando uno escribe, hay un tiempo alegórico y ficcional que es capaz de darnos vuelta el pensamiento y quemarnos. Como entrar en combustión y generar nuevas ideas que, por su sola existencia, anulan el vacío”, plantea la ganadora del PN, y repite que está muy agradecida “a la escuela gratuita, laica y obligatoria que me formó”. A sus padres, que fueron grandes lectores, está dedicada Humo rojo. “Mi padre estuvo lúcido hasta último momento; tenía 82 años y estaba leyendo los Nueve cuentos de Salinger. El se dio cuenta de que no los iba a terminar y me dijo: ‘Cuando me muera, ponémelos de almohada que me los llevo conmigo’. Y lo hice”, recuerda Suez. “Nunca imaginé que podía ganar. ‘¡Qué bueno un tercer premio!’, pensaba. Esto es una maravilla. Me siento más responsable todavía en esta batalla con las palabras.”

Diego Frenkel está “muy feliz por este reconocimiento a mi obra”, a esa joyita que es “El poniente”. El músico advierte que ya estaba muy contento por estar entre los finalistas. Pero, más allá de la satisfacción personal, quiere aprovechar para aportar algo más. “Además de la alegría que me da por mi música, como un hacedor de cultura, estoy viendo que el gobierno nacional está dando mucho apoyo en distintas áreas a un montón de artistas que no necesariamente están en el mainstream del circuito privado. Vengo de tocar en el auditorio Le Parc, en Mendoza, donde se hizo la Feria del Libro, en un centro cultural casi único en la Argentina, una institución subvencionada por el Estado nacional. De la misma manera que vengo trabajando en proyectos y shows en donde el Estado, no sólo a mí, sino a un montón de artistas –y me refiero no sólo a artistas conocidos y con trayectoria–, está dando un estímulo que es crucial que se sepa: la cultura está siendo apoyada y forma parte de un plan y un proyecto con el que yo acuerdo y que tiene que ver con que la cultura y el arte son nutrición absoluta de un pueblo”, subraya Frenkel.

El historiador Ezequiel Adamovsky celebra que su Historia de la clase media argentina haya sido galardonada. “Es un orgullo muy grande porque es el primer trabajo que hago sobre historia argentina. Yo vengo de otra especialidad, mi formación es en historia europea”, aclara. “Más allá de lo individual, me alegra por el hecho de que este libro, además de ser una investigación académica de muchos años y esfuerzo, está escrito para un público masivo. Escribir de esa manera es una aventura para alguien que viene de la academia como yo, algo que no siempre es apreciado entre los académicos. El reconocimiento de mis colegas me da una alegría doble, porque significa que hay algunos de ellos que aprecian el riesgo que significa escribir para un público amplio.” Adamovsky agrega que esta primera historia de la clase media argentina generó mucho interés, pero revela que a la vez “tiene un costado ingrato porque todo el mundo piensa que ya lo sabe todo sobre el tema”. “Como todo el mundo tiene una opinión muy formada, tanto la gente común como los investigadores, es una oportunidad para abrir un debate sobre lo que ha significado y significa la clase media en este país, y sobre lo que implica metodológica y teóricamente investigar a la clase media como objeto de estudio.”

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