CULTURA › MARIA PIA LOPEZ Y LA MUESTRA AL USO NOSTRO. EL ITALIANO EN EL LENGUAJE RIOPLATENSE
“Nos interesaba tratar de pensar qué influencia tuvo el conjunto de dialectos sobre los argentinos”, dice la directora del Museo del Libro y de la Lengua. La muestra propone un recorrido en el que abundan guiños a elementos de la cultura popular.
Mucho se ha dicho y escrito sobre la lengua, objeto de culto sobre todo para la lingüística, pero objeto de interés también para otras perspectivas más abarcadoras como la semiología, la sociología o el psicoanálisis. Con el fin de aportar a estos estudios, y embarcado en el esfuerzo intelectual de desentrañar los misterios de la palabra nacional hablada y escrita, el Museo del Libro y de la Lengua ofrece anualmente una muestra sobre la lengua argentina, y en este marco ofrece en su sede (Las Heras 2555) Al uso nostro. El italiano en el lenguaje rioplatense, una exhibición que intenta indagar en las huellas que dejó la inmigración italiana en la cultura argenta.
Desde fines del siglo XIX, la fuerte política inmigratoria trajo a las costas argentinas grandes contingentes de colectividades provenientes de Europa, sobre todo de España e Italia. No obstante, los italianos constituyeron el grupo migratorio más vasto que, a diferencia de los españoles, no hablaba la lengua hispana, sino un conjunto de dialectos que pasaron a formar parte indiscutible de la lengua castellana rioplatense. Desde el uso permanente y coloquial del “chau”, como derivación del “ciao” italiano, son innumerables los “italianismos” que impregnan el acervo lingüístico argentino; algunas palabras de uso cotidiano como capo, laburo, corso, bacán, birra, gamba, naso, pibe, ladri o fiasco, definiciones como “bocatto di cardinale” o recomendaciones como “Mangia che ti fa bene” o “¡Finiscila!”, son ejemplos claros de esta mixtura cultural.
Descubrir la diversidad y volver a los orígenes son el espíritu fundamental de esta muestra, y así lo confirma la socióloga y directora del museo, María Pía López. “Nos interesaba tratar de pensar qué influencia tuvo ese conjunto de dialectos sobre la lengua de los argentinos, y esto también está en relación con la preocupación más general que tiene el museo, que es realizar interrogantes sobre las formas menos puristas de la lengua, a diferencia de otras instituciones más normativas como la Academia de Letras o la Real Academia Española, que tienen políticas de conservación de los rasgos lingüísticos más puros”, señala.
La cultura itálica es hoy parte indiscutida de la cultura argentina, y se hace presente no sólo en las formas del habla, que derivan en el lunfardo, sino también en el deporte, la gastronomía y la música. Como parte del recorrido histórico de la muestra, una parada obligada y pintoresca se da en el lugar donde se recrea una típica cantina italiana, en cuyas paredes se exhiben, como guiños al visitante, bebidas típicas como el Campari, el Martini o el Fernet Branca, junto con imágenes de celebridades italianas como Nicola Di Bari, Raffaella Carrà y el Topo Gigio. En simultáneo, un televisor muestra, entre otras imágenes, a Luciano Pavarotti cantando “O sole mio”, seguido del penal frustrado del italiano Aldo Serena, que atajó Sergio Goycochea en el Mundial de Italia de 1990, y que inspiró la frase publicitaria “Siamo fuori della copa... un giorno tristissimo”.
“Es lindo ver a la gente cuando visita la muestra, porque parte del juego es el reconocimiento. La foto de Luca Prodan, o la camiseta de Maradona en Napoli son fáciles de reconocer como parte de la memoria emotiva argentina; lo mismo ocurre con los músicos o los actores, por eso no hay en ningún momento una sensación de extrañeza”, asegura la directora.
La muestra, al mismo tiempo, trasciende su temática e invita a reflexionar sobre una problemática que la excede a la vez que la involucra: la tensión siempre vigente entre la cultura popular y la cultura dominante. El conflicto data de fines del siglo XIX pero se profundiza a principios del siglo XX, tal como advierte López: “En el 1900 se dio con mucha fuerza la discusión de si existía o no un idioma nacional de los argentinos, si había algo que nos diferenciaba profundamente de España en el modo de hablar, discusión que provenía desde Sarmiento, en el siglo XIX. Así, se produjo una reacción fuertemente antiplebeya, en el contexto del Centenario, contra una supuesta amenaza a la pureza de la lengua española. Existía una condena social de clase hacia los inmigrantes pobres, y el italiano apareció bajo la figura del ‘tano bruto’ que traía una cultura empobrecida, y por eso era visto como una fuerte amenaza”.
Los usos del lenguaje han sido siempre, y continúan siendo, el parámetro desde donde se mide tanto la norma como el desvío. La fusión del italiano con el español dio lugar al cocoliche, que se transformó en un cliché pintoresco para géneros como el folletín, el sainete o el grotesco. Como respuesta a ese modo del cocoliche surgió, según una hipótesis, el lunfardo porteño como “una estrategia idiomática, barrial y popular”.
Décadas después, este rechazo que despertaba en las élites aquella caracterización se replica, con sus variaciones, en la actualidad. “La reacción que despertaba la inmigración italiana al principio del siglo XX, y que se presentaba de forma paródica –por ejemplo en el sainete o en el grotesco, donde aparecía como un episodio humorístico el mal hablar del inmigrante– o de formas más críticas, incluso racistas, uno puede observarla desde los años noventa hasta hoy en la forma de tratar la inmigración de los países limítrofes”, advierte López, y agrega: “La tensión que aparece al ver al otro como una amenaza, y no como alguien que viene a moldear nuestra cultura de forma interesante, para producir mayor heterogeneidad, es casi permanente en la vida de las sociedades, no sólo en Argentina.”
Al uso nostro... permite, así, abordar la resignificación de un conflicto étnico y de clase, aunque también obliga a pensar en las tensiones de tipo generacional y en el tipo de influencias que hoy moldean la lengua castellana. “En cada momento de la historia, cada generación inventa una jerga propia, un léxico y un código que la diferencia de las demás”, opina López. “Hoy existe, por un lado, una transformación permanente, que es generacional, y otra que tiene que ver con la globalización tecnológica, que ya es omnipresente. De esta manera, una cultura como la argentina, que había tenido poca presencia de anglicismos, hoy está llena de anglicismos, tal como estuvo llena de galicismos la lengua de fines del siglo XIX. Hoy, para manejarnos en el contexto del uso de las nuevas tecnologías, usamos palabras que provienen del inglés, y esto modifica la lengua, pero no hay que temerle a esto, porque la lengua muestra su fuerza no sólo en lo que preserva, sino también en lo que crea cuando adopta préstamos de otras lenguas y los retraduce. Contra muchos que opinan que nuestro español se empobrece, que está contaminado, que tiene cada vez menos palabras, o que los jóvenes hablan mal, yo tengo la impresión de que si esto fuera cierto no tendríamos más de veinte palabras para usar.”
Promover la diversidad y apostar a la soberanía cultural parecen ser los objetivos y los logros de esta muestra, porque es en ese intento de volver a las raíces que reconoce que “lo heterogéneo tiene un valor político y no es necesariamente algo condenable”.
* Al uso nostro. El italiano en el lenguaje rioplatense puede visitarse de martes a domingos de 14 a 19, en El Museo del Libro y de la Lengua (Las Heras 2555). Entrada libre y gratuita.
Informe: Candela Gomes Diez.
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