CULTURA › HOMENAJE A QUINO, POR LOS 50 AÑOS DE SU CRIATURA MAS FAMOSA
Lo aseguró Liniers, quien acompañó al genial historietista junto a José Pablo Feinmann, Rodrigo Fresán y Juan Sasturain. Quino explicó por qué dejó de dibujar Mafalda: “Fue en momentos en que en Argentina ya corría sangre y había una situación muy peligrosa”.
› Por Andrés Valenzuela
Quino entra caminando a su propio homenaje con pasos cortos, apoyado en un bastón. En la José Hernández, la sala mayor de la Feria del Libro están su esposa, alguna familia, algo de prensa y organizadores. Habla con su colega Liniers y con el escritor y periodista Rodrigo Fresán, dos de los oradores que, luego, van a elogiarlo. Dos ejemplares casi ladrillescos de su Mafalda-todas las tiras revelan la excusa del encuentro: su creación más famosa cumple 50 años. Cuando llegan José Pablo Feinmann y Juan Sasturain, se abren las puertas al público. Largos minutos más tarde, el público sigue entrando y muchos se arremolinan al pie del escenario. La moda ya maldita de las selfies se impone. A los que fotografían con celulares y cámaras digitales a los protagonistas de la noche se suman los que posan con ellos detrás, como si Quino fuera un monumento o una maravilla natural, la torre Eiffel o las cataratas. Y sí, puede que Quino sea una maravilla y la foto esa certificación del haber estado cerca del genio. Joaquín Salvador Lavado se toma una cerveza mientras Kuki Miller, coequiper de Ediciones de la Flor, pone orden. Advierte que no se le puede preguntar ni cómo empezó a dibujar Mafalda ni por qué la dejó.
El que lo responde es Feinmann. Asegura que Mafalda dejó de salir cinco días después de la masacre de Ezeiza y que fue ese horror el que silenció “a la chica pacifista, libertaria, de las causas progresistas, la enemiga de la violencia”. Recuerda sus épocas de estudiante en la Facultad de Filosofía “de la calle Viamonte”, la irrupción de esos estudiantes “con fajos así de billetes que no eran billetes, sino tiras recortadas del diario El Mundo”. A Mafalda se la estudiaba en clase de semiología y de letras. “Quino dice que se repetía, que se había cansado de dibujarla, pero yo digo que se va porque veía esta Argentina violenta.”
Fresán elige compartir con el público recuerdos de su niñez. “Quino me conoce desde que nací, y yo lo conozco desde que tengo memoria”, cuenta y relata el poder inmenso que le daba en su escuela saber anticipadamente los acontecimientos de la tira. “Me sentía Di Caprio durante quince minutos”, señala. “Cuando venía para acá pasé por lo de Alan Pauls y le conté que venía –agrega–. El lanzó un suspiro largo, sonrió y dijo: ‘Quino y María Elena Walsh, nuestros padres que nunca se divorciaron’.”
Liniers eligió recomendar Mafalda por su lectura entre padres e hijos. Y porque te hace mejor persona, aseguró (la sala, repleta de lectores de Quino, aprueba la teoría). “Yo tengo una hija de seis y otra de cuatro y les leo a la noche, cuando quieren leer el librito de Monster’s High, ¡te querés matar! ¡Son insufribles! Arrancar leyendo Mafalda está buenísimo porque te ayuda a cuestionarte cosas.” “Si leíste a Nietzsche, sos mucho más culto. Al día siguiente leés a Sartre, pum, sos más culto. A otros los leés y sos mejor persona. No son muchos, y además te hacen divertir.” Los aplausos no lo dejan terminar.
A Sasturain le toca la parte del especialista. Destaca la excepcionalidad de la propia tira en la extensa carrera de Quino. “Nunca hizo historieta dialogada, sí muchas secuencias mudas. Su obra maestra fue resultado de un desafío, una posibilidad, y la posibilidad de ganarse algún mango. Quino introdujo el humor mudo. Incluso cuando aparece en Rico Tipo, aparecía una aclaración del editor en cuanto a la rareza del nuevo dibujante que tenía una cosa muy distinta de la habitual”, explica, didáctico. “Fontanarrosa decía que Quino le había puesto la apelación a la inteligencia del lector a la historieta argentina: por muchísimo menos que eso hemos aplaudido a tanta gente...” y ahora sí, el auditorio aplaude porque habla Quino.
Y Quino habla brevemente. En voz baja. Agradece y elige volver a la reflexión de Feinmann. “Dejé de dibujar Mafalda en momentos en que en Argentina ya corría sangre y había una situación muy peligrosa. Mafalda no podía ignorar los crímenes ni nada de eso, pero si los comentaba, quizás el que no podía comentar más nada era yo. Entonces elegí que la nena no comentara nada más.”
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