CULTURA › EL CHILENO MARCO ANTONIO DE LA PARRA PRESENTA SU ODISEA.COM
El dramaturgo define a su protagonista masculino como “un triunfador atrapado en su propio éxito, un empresario que va de un continente a otro y se desgasta mientras pasa por esos ‘no lugares’ a los que termina habituándose”.
› Por Cecilia Hopkins
Los efectos de la simultaneidad tecnológica, el vértigo informático y los riesgos a los que se exponen las relaciones mantenidas a la distancia son la materia textual sobre la que trabaja Odisea.com, la última obra del dramaturgo y psicoanalista chileno Marco Antonio de la Parra. Se trata de un texto escrito especialmente para concretar un espectáculo basado en el uso de la tecnología digital, realizado en tiempo real, en tres ciudades simultáneamente: Santiago, de Chile, Buenos Aires y Florianópolis. La obra, que despliega los encuentros y desencuentros sentimentales y sexuales que mantiene un alto ejecutivo de una multinacional con su esposa y su amante, propone un desarrollo singular ya que el protagonista utiliza los diversos medios de comunicación digital para responder a los requerimientos de sus parejas. Como el Ulises de La Odisea, el protagonista encuentra permanentes dificultades para regresar al lugar desde donde partió, retenido por lo que él considera sus obligaciones y, en parte, por las propuestas que recibe de un amor que encontró en algún punto de su intrincado itinerario. “Quería reescribir una vez más La Odisea, uno de mis textos favoritos”, explica el dramaturgo en una entrevista con Página/12, antes de uno de los ensayos. Así, aprovechó la propuesta que le hicieron el director Carlos Ianni, responsable del Celcit, y el director brasileño André Carreira, ambos con planes de realizar una experiencia utilizando la tecnología de la comunicación. Dirigido por Carreira, el espectáculo resultante se estrenará el 5 de octubre en el Celcit (Moreno 431) con la actuación de Juan Lepore, Amalia Kassai, desde Santiago, y Milena Moraes, desde Florianópolis.
De la Parra define a su protagonista masculino como “un triunfador atrapado en su propio éxito, un empresario que pasa de un continente a otro, de un huso horario a otro, que se va desgastando mientras pasa por esos ‘no lugares’ a los que termina acostumbrándose”. El dramaturgo utiliza la categoría que impuso el antropólogo francés Marc Augé para referirse a los lugares impersonales que transita el protagonista en su derrotero, en vistas de que “todos los hoteles, los aeropuertos y las limusinas terminan siendo el mismo lugar”, según subraya. De las relaciones que este Ulises mantiene explica: “Ese encuentro que quiere producir es una utopía porque no sucede nunca. Las tecnologías son una prótesis respecto del contacto humano y, como tal, no permiten el contacto sino que están allí como su simulacro”, analiza.
–¿En qué medida utiliza los medios digitales en su vida cotidiana?
–La tecnología de la información cambió el mundo radicalmente y defiendo su uso, siempre que no discapaciten para las relaciones que no sean virtuales. Twitter es una joyita, permite leer los diarios con una velocidad antes impensada. En cambio no uso Facebook porque requiere mucho tiempo para mantenerlo al día y además no me gusta el nivel de exposición al que te obliga. El Skype también es de mucha utilidad, aunque no se puede interpretar lo que le sucede al otro porque no hay un contacto directo con su mirada. Aún estamos ciegos con Skype. De todas maneras, no hay forma de replicar el contacto piel a piel: sigue siendo un imposible replicar a la distancia el abrazo de dos amantes o el contacto que tienen una madre y su hijo. Los grandes negocios se hacen todavía mirándose a los ojos, porque las máquinas son capaces de ocultar la mentira.
–En su historia el protagonista no comprende que existe el peligro de quedarse sin ninguno de sus dos amores...
–Es que las tecnologías dan la ilusión de que se puede superar toda distancia, que la simultaneidad es posible, que no hay limitaciones y que el fracaso es imposible.
–En estos días está dictando un seminario sobre dramaturgia y neurociencias. ¿En qué punto ambas disciplinas entran en contacto?
–Los hallazgos de las neurociencias son sorprendentes. Hace años que trabajo para desarrollar una suerte de neurociencia o neuropoética teatral. Al trabajar sobre ideas e imágenes, teniendo en cuenta ciertas reglas que la neuropsicología aplicó a las artes plásticas es posible escribir una dramaturgia que vaya directo al punto de la experiencia emocional. Y que el dramaturgo desarrolle un funcionamiento perceptual para alcanzar una contundencia dramatúrgica que haga posible que el espectador abra su cerebro, se “despierte” y pueda experimentar belleza. El sueño también es un elemento muy importante.
–¿Y cómo entra el sueño en estas experiencias dramatúrgicas?
–El sueño nos hace crear realidades a través de imágenes, fundamentalmente. Es la actividad donde todos se convierten en creadores y artistas. Hace años que persigo la creación de una gramática de los sueños. Los he analizado no desde sus símbolos sino desde su estructura, como posibles obras de arte. Los sueños, tienen, además, una cualidad que el teatro siempre quiere para sí. Porque son un espacio donde nadie se aburre.
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