Sáb 27.09.2014
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CULTURA › GUY DELISLE PARTICIPO DE COMICOPOLIS Y ESTE FIN DE SEMANA ESTARA EN EL FILBA

Narraciones en palabras y dibujos

Este novelista gráfico canadiense cobró renombre por los libros inspirados en extensos viajes por el mundo. “Me alegra que la mirada que tenemos sobre la historieta haya evolucionado como para incluirla en un festival dedicado a la literatura”, afirma.

› Por Andrés Valenzuela

Corea del Norte, China, Birmania, Vietnam, Jerusalén, Etiopía. La hoja de ruta que marcan los sellos en el pasaporte de Guy Delisle es sorprendente. Sobre todo porque ninguno de esos lugares fueron de paso, sino que le supusieron extensas estadías, a veces de hasta un año, bien lejos de su Canadá natal y de su Francia adoptiva. Algunos de esos viajes los hizo cuando trabajaba como animador, yendo a los talleres asiáticos donde los estudios cinematográficos tercerizaban el trabajo. Otros surgieron de acompañar a su esposa en distintas campañas en organismos humanitarios internacionales. Y de esos viajes surgió lo mejor de su producción: libros como Shenzhen (2000), Pyongyang (2003), Crónicas de Burma (2007) y Jerusalem (2011), publicado en la Argentina por Editorial Común. Esos libros lo trajeron a Buenos Aires. Primero al festival de historieta Comicópolis, la semana pasada, y este fin de semana al Filba, donde compartirá cartel con otro grande de la historieta periodística, el norteamericano Joe Sacco. Juntos son la expresión más destacada de la atención que el festival literario presta a la historieta, con especial foco en el fenómeno de la novela gráfica.

El de “novela gráfica” es un término algo elusivo, que aún suscita debates hacia adentro del universo de las viñetas. “Es un término que surge del inglés, porque tuvieron una evolución distinta que en Francia”, analiza Delisle. “Allí tenían superhéroes y cuando los autores querían un término para su obra, se encontraban con que ‘comics para adultos’ sonaba medio porno, así que encontraron que ‘novela gráfica’ quedaba mejor”. En su patria adoptiva tienen, sencillamente, bande-desinnée, aunque muchos editores ya adoptaron el término roman graphique para suscitar rápidamente la idea de historieta para lectores adultos. “En lo personal, siento que soy hijo de esas cosas que leía cuando era chico y que mi trabajo es consecuencia directa de ellas: Astérix, Lucky Luke...”, reflexiona, aunque entiende también que la idea de usar la historieta para dar testimonio de sus viajes surgió de leer a sus coetáneos del movimiento independiente. “De cada viaje volvía con notas y si me parecía que servían, hacía una pequeña historieta, de 16 páginas. Fue luego que pensé en hacer un libro”, recuerda. Incluso, no todos sus viajes fructificaron. De Etiopía y Vietnam, por caso, no surgió “suficiente material interesante como para un libro”. En cambio, experiencias como la de Corea del Norte le resultaron tan extrañas que era inevitable llevarlas a las viñetas.

–Usted vino tanto para un evento literario como para otro de historieta. ¿Cómo ve esta coincidencia?

–Me gustan las dos artes. En los festivales de historieta me encuentro con amigos y veo exposiciones. En Comicópolis vi algunas muy buenas, que disfruté mucho. Pero también me agrada ir al Salon du Livre de París, donde ahora hay un montón de historieta. Hace diez años eso no hubiera sucedido. Me alegra que la mirada que tenemos sobre la historieta haya evolucionado como para incluirla en un festival dedicado a la literatura.

–¿Encuentra relación entre ambas disciplinas?

–No pensé mucho en eso, supongo que porque no sería capaz de escribir un libro, del mismo modo que no me saldría hacer arte plástico para colgar de una pared y vender. Lo mío es el encuentro entre palabras y dibujos, algo que me sirve para contar mis historias. Y me encuentro con que ahora eso también ayuda en la escuela.

–¿De qué modo?

–Antes solíamos decir a los chicos “no leas comics, no son libros de verdad”, pero ahora ya el que lean nos pone contentos, porque tienen mucha más oferta que sólo libros e historietas. Sé que muchos docentes usan mis libros, por ejemplo, para explicar la situación en Medio Oriente. Hace poco le firmé un ejemplar a un chico de one años, y le había gustado mucho Jerusalem.

–¿Esto es por una ampliación de los temas que aborda la historieta?

–Es que hay mucha más posibilidad de elección. Antes te encontrabas cosas para chicos o humor. Ciencia ficción, con suerte. Ahora podés hacer un libro sobre la locura de Pyongyang y que un adolescente lo lea. Las historietas tocan temas que antes no tocaban, de autobiografía a recetas, y así llegaron a un público más amplio.

–¿Cómo ve el fenómeno de la autobiografía en la historieta? En la literatura no siempre es bien visto.

–No sé, en Francia es un género muy popular. Incluso existe el término roman fiction para los libros que tienen partes autobiográficas y ficcionales. Lo encontrás en la tele, con cosas como Curb Your Enthusiasm. Y qué decir de Bukowski... Pero hay de todo, bueno y malo. Lo mismo sucede en la historieta. Hay autores que no hacen cosas buenas, que incluso resultan aburridas. Para mí, la división está ahí. Por lo demás, hay mucha diversidad: mirá lo que hace Sacco. Los dos hicimos libros sobre Medio Oriente, los dos nos dibujamos e incluimos en ellos, pero mientras mi acercamiento es más cotidiano e informal, el suyo es más periodístico. Ambos trabajos son muy interesantes, pero tienen tonos completamente distintos.

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