CULTURA › ALEJANDRO DUJOVNE PUBLICó UNA HISTORIA DEL LIBRO JUDíO
El notable trabajo del investigador del Conicet y presidente del Instituto de Desarrollo Económico y Social reconstruye la intensa trama cultural vinculada con el libro judío en la Argentina, una manera de acompañar también sus debates políticos y culturales.
› Por Silvina Friera
“Como un caracol con sus antenas alerta ante la amenaza, el judío ha llevado la casa del texto a sus espaldas. ¿Qué otro domicilio le ha sido permitido?” Esta frase del genial escritor y crítico literario George Steiner ilustra la centralidad del libro como objeto de transmisión y referencia, de unidad en la diáspora, “la patria portátil” del judaísmo en el mundo. El sector que dominó la publicación y circulación de libros en Argentina fue el ashkenazi, los inmigrantes de Europa central y oriental y sus descendientes. En Una historia del libro judío (Siglo XXI editores), Alejandro Dujovne reconstruye la intensa trama cultural integrada por editores, intelectuales, traductores, imprenteros y asociaciones culturales entre otros actores e instituciones que, durante seis décadas –a fines de la década de 1910 y hasta la segunda mitad de los 70–, protagonizó el auge de la industria editorial judía en Buenos Aires, una ciudad que estuvo estrechamente vinculada con (y condicionada por) la producción editorial de Varsovia, Vilna, Moscú, Nueva York y, con mayor fuerza luego del Holocausto y la fundación del Estado de Israel, Tel Aviv.
Dujovne escribió un libro excepcional, una suerte de gran matriz de las textualidades pretéritas, un ensayo en la senda trazada por los trabajos de Roger Chartier, Pierre Bourdieu, Patricia Willson y Gustavo Sorá. “No fue casual que una parte fundamental de las disputas culturales y políticas que marcaron el tránsito hacia el judaísmo moderno se dirimieran en el ámbito de la palabra impresa”, plantea el autor en la introducción. Los cabalistas de I. L. Peretz, fue el primer libro traducido del ídish por el periodista, escritor y traductor Salomón Resnick (1894-1946), primer introductor de autores como Scholem Aleijem, Scholem Asch y Joseph Opatoschu al panorama editorial argentino, y muy probablemente al de lengua hispana en general. La Sociedad Hebraica Argentina (SHA), una de las principales instituciones de la vida judía argentina, publicó treinta y siete títulos, entre 1924 y 1959: Significación de Stefan Zweig, de Bernardo Verbitsky (1942); Epistolario, de Baruch Spinoza (1949), y El pino y la palmera, de Alberto Gerchunoff (1952), entre otros.
Manuel Gleizer y Samuel Glusberg ocupan un lugar destacado en el relato de la edición argentina junto a Jacobo Samet y Antonio Zamorano. Gleizer (1889-1966) arrancó con la Librería La Cultura en el número 556 de Triunvirato (actual avenida Corrientes), un espacio que fue adquiriendo renombre en el circuito literario porteño por la venta y edición de libros y porque la frecuentaban numerosos escritores. A principios de la década del ’60, el catálogo de Gleizer como editor superaba los trescientos títulos. Gleizer divulgó obras de al menos diez escritores judeoargentinos –además de Gerchunoff, publicó a Samuel Eichelbaum y a César Tiempo–; y en 1937 creó la “Biblioteca de autores judíos”, luego denominada “Biblioteca de temas judíos”, cuyo primer libro editado fue El Talmud, de Iser Guinzburg. Dujovne, doctor en Ciencias Sociales, investigador del Conicet y presidente del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) –donde funciona el Núcleo de Estudios Judíos fundado por él en 2005–, repasa el itinerario de sellos editoriales de orientación sionista, como la editorial Israel, fundada por José Mirelman y Máximo Yagupsky, y el sello Candelabro, que publicó ochenta y un títulos entre 1953 y 1972.
Las librerías y las bibliotecas especializadas en obras judías pusieron a disposición del lector porteño tanto los libros publicados en el país como en el exterior. Del conjunto de imprentas capaces de publicar libros en ídish, Dujovne recuerda que fueron dos las que dominaron el mercado durante el período de auge (1920 a 1940): Zlotopioro Hermanos (David y Jacobo) y Julio Kaufman. “La patria portátil”, el pueblo del libro, nos hermana en el río incesante de la palabra impresa.
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