Mar 09.12.2014
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CULTURA › LUIS SCAFATI, DIEGO PERROTTA Y SUS TRABAJOS PARA LA COLECCIóN LETRAS DIBUJADAS

“La música se mete en lo que hacemos, es una parte importante”

En dos libros de reciente aparición los artistas plásticos dibujaron sobre la base de la poesía de Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati, respectivamente.

› Por Karina Micheletto

Luis Alberto Spinetta, Luis Scafati. Gustavo Cerati, Diego Perrotta. Así, sin más, se llaman los libros que la flamante editorial Seimprime publicó siguiendo una idea tan simple como reveladora: reunir a artistas plásticos con una obra poética que originalmente fue pensada para ser cantada, y proponerles trabajar sobre esos textos: ilustrarlos –iluminarlos– desde sus propios universos. De ese diálogo surge, redescubierta, la poesía de Spinetta y de Cerati, en los primeros dos libros de la colección Letras Dibujadas. Son, de este modo, nuevas obras, ancladas en las potentes imágenes que llevan el sello creativo de Scafati y de Perrotta, lanzadas desde las miradas particulares de estos dos artistas plásticos a un lugar diferente.

“Descubrir la poesía de un artista de la música a través de la mirada de un artista visual” fue esa idea que guió al editor y fotógrafo Pablo Grancharoff y a Nerina Pardo, entusiasta gestora cultural especializada en artes visuales, en este proyecto. Con esta colección, y con dos libros de fotografías de Grancharoff –1 un y ¡Qué flash! Compendio de frases hechas– nació la editorial Seimprime, que dio forma a estos trabajos con un muy cuidado trabajo de edición que redunda en libros que son también bellos objetos. La desconocida foto de un muy joven Spinetta, hecha por Hidalgo Boragno –autor de las tapas de Alma de diamante, A 18 minutos del sol y de las fotos del primer disco de Invisible, quien fuera desaparecido durante la última dictadura militar– es uno de esos detalles de edición que también vuelven especiales a estos libros.

“Yo soy editor de la colección de libros de arte Orbital, junto a otros artistas, así que sé que la editorial es una tarea compleja. Pero cuando hablé con Pablo y Nerina, algo me atrajo desde el lugar de lo simple, lo natural. Son esas ideas que están ahí, dando vueltas como un trompo, girando, y traen algo ya interesante en su formulación”, describe Perrotta su primer acercamiento al proyecto. “Cuando me dijeron que era Cerati el elegido, todo me cerró: es un artista que admiro mucho y me gusta leerlo además de escucharlo, me gusta su poesía. Yo he comprado muchos cd y siempre me gustó el objeto libro del cd, el librito donde uno puede ir leyendo las letras. Así que ese trabajo de tener leídas en voz alta las letras, por afuera de las canciones, ya lo tenía hecho.”

La primera reacción de Scafati ante la propuesta fue otra: “Yo empecé con ese escepticismo natural del ilustrador, rechazado por un montón de editoriales, al que le han propuesto cosas que nunca se dan: ¿Están seguros de que se puede? ¿Y los derechos?”, se ríe. “Pero después, cuando fui conociendo el proyecto, vi que venía lindo. Además, me encantó que fuera Spinetta. Porque de alguna manera todo el rock nos ha acompañado, desde siempre. La música se mete en lo que hacemos: en mi taller, es una parte importantísima. Y Spinetta es el tipo que representa esa especie de rebelión constante, el querer probar constantemente cosas, investigar. Eso me atrapa de él.”

Canciones comentadas

Luis Scafati es también Fati: Esa es la firma que llevan los dibujos que publicó en medios gráficos como Humor, Hortensia, Tía Vicenta, El Péndulo. Ha ilustrado libros como La ciudad ausente, de Ricardo Piglia; La metamorfosis, de Franz Kafka; Dragón, de Gustavo Roldán, hizo también su propia versión de Drácula, de Bram Stoker. Y, antes que este libro, tuvo otro acercamiento al rock nacional a principios de los ‘80, cuando ilustró la tapa de Actuar para vivir, además de los afiches de aquel disco de Juan Carlos Baglietto y la escenografía para la gira por el país. “Eso fue cuando había long plays: ¡hace mucho!”, se ríe ahora el artista plástico.

Perrotta también estuvo ligado al rock: suya es la tapa del disco de Los Piojos 3º Arco. Su trabajo suele plasmarse en la pintura mural y en diversas formas de instalaciones, con participación en numerosas muestras colectivas e individuales en el país y en el mundo. Su marca plástica de estilo, esos rostros de ojos omnipresentes y colores plenos y sugestivos, logra una alquimia sorprendente para desplegar las metáforas que encierran canciones como “Adiós”, “Otra piel” o la hermosa “Lisa”.

–¿Cómo fue el proceso para ilustrar algo tan particular como letras de canciones?

Diego Perrotta: –Yo manejo técnicas muy diversas, para no aburrirme. En este caso sentía que la poesía de Gustavo iba con la técnica de la acuarela, ése era el diálogo. Desde estos pequeños papeles donde trabajás con lo vaporoso, el agua, las transparencias, veía que la sutileza de los textos y los temas de Gustavo era el canal donde iba a estar esta unión. Y Pablo y Nerina fueron muy gentiles en dejarme vía libre para seleccionar los temas: los elegí yo y mi recorte me basó en la carrera solista de Gustavo. Revisité los seis discos que sacó, hasta Fuerza natural, y fui haciendo una lista de ciertos temas que me habían impactado en diferentes momentos de mi vida. Porque la música tiene eso: te va trayendo al presente momentos del pasado, te recorre; yo en el taller también escucho mucha música y me acompaña siempre.

Luis Scafati: –Como ocurre con todos los poetas o escritores que te llegan, que te calan hondo, te acercás primero a lo que escribe e inmediatamente querés saber quién es ese tipo. En Spinetta descubrí cosas que me ubicaban en una polaridad: él había tapado todas las ventanas de su casa, por una cuestión de sonido. Y a mí me encanta estar al sol, abrir todas las ventanas. Fumaba como loco, yo dejé a los 30. Uno se va acercando hasta humanamente al autor de eso que te partió el bocho. Lo único que hacés es leer, pero de alguna manera, con eso ya has entrado en el mundo de otra persona, en algo contundente. De eso primero, que fue una suerte de investigación desordenada, salté al dibujo. En mi caso, les pedí a los editores que eligieran los temas, no quería meter la pata ahí.

–¿Y en cuanto a la técnica?

L. S.: –Yo no hago un dibujo: cada cosa son cuatro, cinco o diez, hasta que empiezo a entrever que me acerqué a algo. Laburo con algo muy gestual, no hago un boceto previo en lápiz y después lo paso, voy descubriendo el dibujo a medida que lo hago. La tinta, la mancha, el meter con una tijera un pedazo de foto que me gustó, ir probando, romper y empezar de nuevo, esa es mi técnica. Y mientras tanto estaba Nerina, que me escribía todos los días: ¿Ya está? ¿Ya está? ¡Ya voy, ya voy! (risas).

–Le pusieron imágenes a símbolos fuertes: la muchacha de Spinetta, el niño dormido, el capitán Beto; el “amor amarillo” de Cerati. ¿Qué devoluciones recibieron?

D. P.: –Es fuerte, porque te estás metiendo con la fantasía y la imaginación de los que aman esas canciones, que a lo mejor tenían otra imagen formada durante años. Pero hubo devoluciones increíbles: un chico le escribió a Pablo pidiéndole autorización para tatuarse una de las acuarelas del libro, contando que le habían pasado muchas cosas con esa imagen. Que alguien tenga un dibujo tuyo tatuado, es un halago grande, y raro. Ya me había pasado con la tapa de Los Piojos.

L. S.: –Yo me ratoneaba con eso de los pezones de miel de “Muchacha...”, así que para mí esa muchacha tenía curvas. Me han dicho que la imaginaban distinta. Lo mismo el niño dormido de la “Plegaria”, para mí se acerca al Chiquilín de Bachín, esa es la imagen que encontré. Cada uno le pone una imagen, y esa imagen es muy, muy personal. Por suerte, hasta ahora, no hemos recibido ninguna devolución (risas). Al contrario, creo que, el día de mañana, los ejemplares sin ninguna firma van a ser muy valorados (risas). Hace poco dimos una charla en La Plata, que empezó a las 6 de la tarde, y estuvimos firmando libros hasta las 11 de la noche. Es muy lindo eso, y por supuesto que lo atribuyo al fervor que despierta Spinetta.

–¿Qué es, para usted, ilustrar un libro?

L. S.: –Cuando hago un libro, siento que es una especie de anotación sobre algo. Spinetta escribió las canciones para cantarlas, no para que yo las dibujara. Pero yo las anoto. Kafka no escribió “La metamorfosis” para que venga un tipo y le ponga imágenes. Es más: no quería. Cada uno anota con el instrumento que tiene, en mi caso es el dibujo. Este tema de la imagen, en relación con el texto previo, siempre es el gran tema para un ilustrador. El primer libro que empecé a ilustrar y abandoné fue Cien años de soledad. Tenía 20 años, estudiaba Bellas Artes. En cada página, surgían veinte dibujos, estaba lleno de imágenes. Pasaron seis, siete años, en los que fui juntando dibujos en cuadernos. Hasta que me enteré de que García Márquez no quería una sola imagen de ese libro. Me pareció muy sabio, y para mí fue un alivio, ahí lo pude abandonar. Pero fue la puerta de entrada a la ilustración.

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