CULTURA › OPINION
› Por Coco Romero *
Haber reestablecido el carnaval en el calendario se nos presenta todavía como una instancia nueva. El tiempo transcurrido no es suficiente para evaluarlo, pero hay un montón de nuevas situaciones. La observación que hago es que hay un movimiento de murgas muy importante, donde la mujer cumple un rol destacado y se da un fenómeno de migración carnavalera muy fuerte. En San Juan, hay un movimiento muy pujante desde hace veinte años con asociaciones civiles que tienen dentro de su estructura distintos formatos carnavalescos: comparsas, batucadas, murgas y cabezudos. En Salta, el carnaval tiene más de 100 años, y estos grupos están pulseando con este carnaval migratorio de otra parte del país. Aunque me parece que no hay una conexión con el carnaval más establecido en otros lugares del país.
Todavía falta voluntad para darle una vuelta de tuerca a todo esto: la posibilidad de abordar lo concerniente a la voluntad expresiva y no dejarlo en el mero hecho social, que es el espacio donde hoy está metida la murga. Hay experiencias interesantes. Por ejemplo, en Olavarría la murga Arrebatando Lágrimas se constituyó como asociación civil. Ahora están generando su propio espacio de trabajo, su biblioteca, su organización. Eso también les permite tener una propuesta musical y poética más compleja, porque a otras agrupaciones a veces no les queda más remedio que ensayar en una plaza, con todas las dificultades que ello conlleva, de si al intendente de turno le interesa o si a los vecinos molesta. De Madariaga me llegó la noticia de que vuelven Las Mascaritas a Caballo, que son gauchos que se disfrazan con sombreros de copa alta, con máscaras de cuero y trajes floridos, y es una agrupación tradicional de esa parte de la provincia de Buenos Aires. Ahora, a través de jóvenes interesados en la memoria local, vuelven al carnaval. En los dos casos, son jóvenes que rescatan lo propio y logran otros niveles organizativos. Por allí vendría un esperanzador espacio de construcción distinta a como se viene dando hasta ahora. Porque si no, las partes más desarrolladas del carnaval argentino siguen creciendo con su estructura, son un carnaval instituido y atraen turistas, pero no hay un puente real con las ganas de los jóvenes.
También que hay que hacer un puente con otras disciplinas: el teatro callejero, los coros populares, titiriteros, clowns y teatro de variedades. Sería interesante ver qué pasa si se integran estas disciplinas, si podemos generar otros espacios participativos. Hay un carnaval instituido, pero hay otro montón de espacios expresivos que podrían colaborar en generar nuevos espacios. ¿Qué pasa si los teatros callejeros generan su estética y desfilan?
Ahora, teniendo el envión desde la cultura oficial, con tanta gente interesada, me parece que hay un campo propicio para mejorar en cantidad y en calidad. Ahí me corro de lo estrictamente social y además de ello apostaría que los jóvenes canten bien y sepan qué están bailando, y que la poética y la plástica sean fuente de creatividad e identidad. Que sepan y elijan qué quieren cantar y a quién, para así cautivar a nuevos actores.
* Coco Romero: músico e investigador del carnaval. Asesor y curador del área Culturas Urbanas y Populares del Centro Cultural Rojas.
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