CULTURA › ENTREVISTA PUBLICA A LAURA DEVETACH EN EL 2º ENCUENTRO FEDERAL DE LA PALABRA
La poeta, nominada este año al premio Hans Cristian Andersen, fue entrevistada por dos de sus discípulas, Roberta Iannamico e Iris Rivera. “Si nos vamos a poner a escribir de lo exterior sin darnos cuenta de lo que tenemos dentro, el camino es corto”, aseguró.
› Por María Daniela Yaccar
Aun cuando no está leyendo un poema, aun cuando la literatura es un objeto a observar e intenta explicaciones, las palabras de Laura Devetach son musicales, prolijas, tiernas, suaves. Como ocurre con los seres que tratan a su materia prima con tanto respeto y delicadeza, Devetach consigue una admiración instantánea. La metáfora de palabras unidas como si fuesen hilos, lanas y telas, que aplica para su poética y que es una comparación con la actividad que desarrollaba su madre, aplica, también, para su discurso oral. En el Café Literario de Tecnópolis, en el marco de la segunda edición del Encuentro Federal de la Palabra, Devetach, una de las representantes más significativas de la literatura infanto-juvenil, fue entrevistada por dos de sus discípulas, Roberta Iannamico e Iris Rivera. La charla fue coordinada por Karina Micheletto, periodista de este diario, y organizada por el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi). En el centro cultural de las Madres de Plaza de Mayo, la escritora santafesina es madrina del festival Gustavo Roldán.
En un momento, Micheletto llamó la atención sobre cómo iban alterándose los rostros de los presentes, que estaban reunidos alrededor de mesas y merendando. Es que la protagonista de la jornada, que este año fue nominada al Premio Hans Cristian Andersen –el más importante en lo que a literatura infanto-juvenil respecta, una suerte de Nobel de los niños–, tejió historias, consejos y definiciones en una charla que fue creciendo en intensidad. Entre el público se encontraban las directoras del ECuNHi, Verónica Parodi y María de los Angeles Ledesma, además de escritoras y representantes de editoriales. Varios niños merodeaban por el lugar. “Le llamo espacio poético a un espacio interior, muy profundo, muy privado, que no todos terminamos de conocer o de aceptar. Para hacer una metáfora cotidiana, diría que es una especie de bolsillo donde uno va guardando sin querer todas las cosas que se le cruzan y que, por algún motivo, le han llamado la atención”, explicó la autora de Para que sepan de mí, libro que fue la columna vertebral de esta entrevista pública.
El propósito de la charla –“reportaje poético” surgió como definición– era que apareciera en primer plano su importancia como formadora, de ahí que las encargadas de plantearle preguntas y leer parte de su obra fueran Iannamico y Rivera, dos escritoras que asistían a un taller que Devetach brindó durante diez años. Como ellas, muchas mujeres han aprendido de la autora oriunda de Reconquista, que es un ejemplo de que todo está mezclado, de que literatura infantil, juvenil y adulta no son, del todo, cosas distintas y separadas, como remarcó Micheletto en un momento del diálogo. Y como quedó expuesto, claro, en las conclusiones de la misma autora.
Para continuar con la definición de “espacio poético”, término que la ocupa y la preocupa en las entrevistas (también le llama “estar en poesía”), Devetach ilustró con una anécdota que le rogó Iannamico. “En las casas de pueblos chicos se acostumbraba a llevar a una chica del campo para que hiciera los mandados, cebara mate... Vivían en las casas, eran como criaditas. Un día cae a casa Blanca. Tenía mi edad, diez años. Resulta que se había quedado sin madre o algo así, porque por un tiempo iba a estar en mi casa”, contó. “Yo estaba chocha, porque si bien tenía un hermano bastante más chico, me interesaba poco. No tenía compañero para jugar. Tener a Blanca en mi casa era maravilloso. Me sentaba a esperarla a la siesta, que terminara de lavar los platos, para hacer nuestras larguísimas conversaciones. Y resultó que Blanca tenía un espacio poético más grande que el universo. Era pobre. Ella lo valoraba, no se quejaba nunca. Nos hicimos muy amigas y decidimos que teníamos que ampararnos de este mundo, sobre todo de los adultos. Sin hablarlo, empezamos a juntar hilos, lanas, piolines, cordones, cualquier cosa larguita; anudamos e hicimos un enorme ovillo. Decíamos que con eso íbamos a tejer una manta para cubrirnos y escondernos”, recordó, con el tono de quien narra un cuento (no hay que olvidar que sus primeros pasos en la literatura infantil los dio contándoles historias a sus hijos, que un buen día llegaron al papel; y que sigue escribiendo a mano). “Ojalá a ella le haya servido todo lo que yo le pude haber dado, tanto como lo que ella me dio me sirvió a mí. La manta fue tejida.”
Las otras autoras no ahorraron elogios. Ambas se explayaron sobre cómo la conocieron y en cómo llegaron a su espacio de formación. Devetach se puso tímida ante tanta admiración pública. “Intentamos imitarla. Todas le copiamos en nuestros talleres la bandeja con el agua para el mate, el té o el café, y las galletitas. Por lo menos en eso nos parecemos”, dijo Rivera. “Me voy a terminar sintiendo la Virgen María”, bromeó Devetach. “Aprendí mucho con ese taller. Y voy a seguir aprendiendo con lo que se me cruce. En este momento me siento muy feliz. Es un momento de encuentro con lugares en los que estoy aprendiendo, como el ECuHNi. Tuvo mucho que ver con la figura de Gustavo (Roldán), mi esposo, que hace tres años que falleció. Ellos le hicieron homenajes y le pusieron su nombre a la biblioteca. No voy todos los días, pero cuento con ellos. Y sé que ellos cuentan conmigo”, destacó la autora de La torre de cubos, obra que prohibió la dictadura en 1979.
El reportaje poético se fue desarrollando en relación con textos de Para que sepan de mí, que fueron leyendo las entrevistadoras. Sobre las mesas blancas del Café Literario había una fotocopia con poemas de Devetach y una publicación de “¿Quién apaga las estrellas?”, el concurso nacional de cuentos para chicos y chicas que organiza el ECuNHi. Se trataba de El hombrecito verde y su pájaro, también de la autora. “El espacio poético es de alguna manera robado a la gente para escribir cosas. Como decía Javier Villafañe, uno roba a la realidad y a las personas. Esto me aseguró, me afirmó en mi escritura. Me llevó a decirle a la gente cosas eficaces y eficientes para la creatividad. Hay que mirarse por dentro. En un curso trabajamos la técnica, si es rimado o no, contamos las sílabas; pero primero lo primero: veamos cuál es la materia prima de donde vamos a salir. Si nos vamos a poner a escribir de lo exterior sin darnos cuenta de lo que tenemos dentro, el camino es corto”, sugirió Devetach. Algunos de los poemas de su autoría que se leyeron fueron “Duda”, “Acta”, “Las esquinas” y “Paréntesis”. Luego, los roles se revirtieron, y Devetach leyó a Iannamico y Rivera, poemas pertenecientes a Tendal y En la punta de la lengua. Cuentos cortos y cortitos.
Entre todas las actividades que se realizan en el ECuNHi, muchas de ellas en conjunto con el Ministerio de Educación, está, entonces, el festival literario Gustavo Roldán. Hacia el final del reportaje se anunció una nueva edición, la cuarta, de esta propuesta. Comenzará el sábado 6 de junio. Por otra parte, todavía hay más actividades organizadas por el ECuNHi dentro del Encuentro Federal de la Palabra. El jueves y el viernes a las 18, en el Patio Infantil, tendrá lugar Derechos e izquierdos, un espectáculo de teatro y circo a partir de la obra de Hugo Midón. Y el sábado 4 y el domingo 5, a partir de las 18.30, en el mismo lugar, Aymama cantará a María Elena Walsh, en un show para chicos y grandes.
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