Dom 29.03.2015
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CULTURA › “LITERATURA QUE SUENA”, HOY A LAS 16, EN TECNOPOLIS

Un buen momento para tararear novelas

La propuesta consiste en potenciar la irreverencia de músicos jóvenes a la hora de interpretar clásicos de la literatura. En el Encuentro de la Palabra, el rock, el folklore y la electrónica se fusionarán con Gelman, Borges, Puig y Bioy Casares, entre otros.

› Por Silvina Friera

Los versos y la música, como los sueños, no irrumpen cuando se los intenta convocar sino cuando ellos quieren, tan emancipados que suelen andar de la fuerza de voluntad o de la presunta inspiración a la que muchos prefieren llamar transpiración. “Un pájaro vivía en mí./ Una flor viajaba en mi sangre./ Mi corazón era un violín”, se lee en el poema titulado “Epitafio”, de Juan Gelman, que por obra y gracia de la cantante, guitarrista y compositora Barbarita Palacios suena tan alegre y vibrante en formato gato. Qué poderosa tecnología es el lenguaje, tan elástico y expansivo, que se puede paladear una versión de “El Sur”, de Jorge Luis Borges, fusionada con el rock, el folklore y la electrónica de los chaqueños de Les Yacaré.

La mixtura se sucede sin ilación aparente; cada quien intentará hilvanar, si quiere, el zurcido que une, conecta y mezcla un poema de Juan L. Ortiz que suena como si fuese una balada romántica en la voz de Francisco Garamona con la “Cantora nocturna”, de Alejandra Pizarnik, revisitada como si fuese una cueca pop en el canto de Mariana Baraj. En el itinerario de “Literatura que suena” –una propuesta producida por la editorial Clase Turista que consiste en reivindicar la necesaria irreverencia de músicos jóvenes a la hora de versionar los clásicos de la literatura convertidos en nuevas canciones–, una escala “natural” se producirá hoy, a las 16, en el Encuentro de la Palabra, en el auditorio de Cultura de Tecnópolis, cuando presenten sus composiciones en vivo Palacios, Garamona, Baraj, Les Yacaré, Faauna con su imperdible “El almohadón de plumas”, de Horacio Quiroga, en clave de cumbia digital; Bicicletas y su traducción sonora de La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, a rock espacial, y Cosmo con su versión pop alternativo de Boquitas pintadas, de Manuel Puig.

“Me parece que cuando un texto es interpretado e intervenido musicalmente hay una dimensión de la temporalidad que pasa a primer plano –plantea Lorena Iglesias integrante del trío editorial Clase Turista–. Como si se amplificara ese efecto que el texto ya tiene de por sí, la propiedad de quedar resonando en nuestras cabezas, volver una y otra vez, con cierto misterio, abriendo sentidos no tan lineales. Siempre es bastante sorprendente poder acceder a la interpretación que otro lector hace de un texto: aparecen cosas que uno no leyó o el acento está puesto en otro lado. En este caso esa nueva lectura es el punto de partida para la construcción de otra obra, con su lógica y sensibilidad singular. Y realmente se trata de un cruce muy placentero, porque a los textos de escritores que nos encantan se suma el trabajo de músicos que admiramos: en el cruce se potencian las dos obras y aparece lo nuevo.” Otro de los editores, Iván Moiseeff, precisa que cuando la literatura se vuelve canción “amplía su efecto de sentido” y “gana” todos aquellos placeres propios de la música. “Es muy lindo que los relatos y las novelas que uno ama también se puedan tararear o te trasladen a sus climas sonoros, como puede ser tararear ‘El Sur’, de Borges.” Esteban Castromán cuenta que “Literatura que suena” busca estimular el interés por los libros y abrir “nuevas puertas de entrada” al universo de la lectura. “Nos entusiasma lanzarlo en el Encuentro de la Palabra porque es un evento donde se encuentran la fiesta, lo popular y la cultura.”

A Palacios le gustan los poemas de Gelman de Violín y otras cuestiones. En ese primer libro del poeta están “Niño” y “Epitafio”, que la cantante enlazó en una suite musical bellísima. “Me puse a componer y me salieron dos canciones muy diferentes, pero que estaban enganchadas por las tonalidades de los poemas”, repasa la compositora e intérprete a Página/12. “Una de las canciones la hice en formato de gato porque es una música muy alegre. Tal vez es una cuestión emocional, pero el gato es una estructura que me genera alegría y me pareció que estaba bueno que justo el epitafio sea el gato. Yo me considero muy porteña y siempre hice un folklore muy urbano desde lo eléctrico. Me lo imaginé así... no sé si lo hubiera podido hacer de otra manera. Gelman debe sonar como sueno yo, pero con su letra.” Diego Pérez de Les Yacaré señala la curiosa empatía que le produjo “El Sur” por “esa realidad mágica del personaje que se desdobla y está por un lado en el hospital y por otro en la llanura”. “Nos sentimos identificados porque somos tres chaqueños que vivimos en Capital y estamos desdoblados. En nuestro primer disco, ‘El que asoma’, justamente hablamos mucho del río, del paisaje del litoral en el que nos criamos. Al estar en Capital sentimos un poco esa nostalgia mental que hace que uno pueda estar en un lugar y estar en otro a partir de la música”, explica Pérez. “Tuvimos que resumir el cuento, pero lo intentamos hacer borgeanamente, tomando frases importantes del texto. Algunas quedaron textuales, como por ejemplo me dejé llevar ‘en la eternidad de un instante más’. El ritmo que usamos es parecido a lo que se puede llamar rasguido doble, que es del litoral. Y después están las cuerdas, las guitarras, el cuatro venezolano, algunos sonidos más electrónicos que sirven para pintar esta cuestión más fantasiosa que tiene el relato.”

Uno de los poetas favoritos de Garamona es el autor de El agua y la noche, libro que tiene el poema “Aquí estoy a tu lado” resignificado como balada romántica. “Siempre vuelvo y releo permanentemente a Juanele. Ese poema me venía a la mente cada vez que pensaba en él. La imagen de la mujer que duerme y el hombre que se pregunta a su lado dónde estarán ellos en cien años siempre me pareció muy estimulante”, subraya este hombre poeta, editor, compositor, artista plástico, cantante y librero. “El poema de Juanele me lanzó hacia la balada. Abrí el libro, prendí un grabador, la canté de un solo tirón y se la mandé a mi productor, que es Juan Ravioli, y con él terminamos la composición de la música. Fue una experiencia redonda: me dio mucha alegría poder musicalizar a Juanele y poder cantar sus palabras. Generalmente musicalizo las palabras inexistentes que después tengo que escribir”, bromea Garamona y agrega que le encanta participar en Tecnópolis, “un lugar increíble, para toda la gente”. La canción “Aquí estoy a tu lado” suena como una amalgama extraña de canción francesa al estilo susurrado de Benjamin Biolay con un Sandro en modo melancólico, dos intérpretes que le interesan a Garamona. “Si la música es buena, no hay distinción de género. El género es con lo que se confecciona la ropa, ¿no? Ya tenés tela para cortar, hablando de géneros...”

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