CULTURA › JON LEE ANDERSON, ENTREVISTADO EN EL ENCUENTRO DE LA PALABRA
El cronista y biógrafo del Che Guevara confirmó que prepara un libro sobre la vida de Fidel Castro y aseguró que la violencia en Medio Oriente le resulta intolerable. “Me preocupa mucho porque han llegado a niveles de crueldad que no puedo concebir...”, dijo.
› Por Silvina Friera
América latina es el continente adoptivo del mejor cronista de guerra de todos los tiempos. “Habría querido tener la vida de un explorador, pero nací en el siglo equivocado”, cuenta Jon Lee Anderson en el Encuentro Federal de la Palabra, entrevistado por el periodista Martín Pérez, de Página/12. “Aunque nací en Estados Unidos, me crié en el extranjero, en muchos países. A los 4 años viví un año en Colombia. En esa época el país era muy violento y yo no podía salir de la casa sin un guardaespalda armado que me llevaba al jardín infantil, un hombre que no me hablaba nunca”, recuerda el autor de Guerrillas (1992), una investigación sobre las guerrillas en El Salvador, Gaza, Afganistán, Sahara Occidental y Birmania; Che Guevara: Una vida revolucionaria (1997), una de las biografías más importantes sobre Ernesto Guevara, que escribió en Cuba entre 1992 y 1995; La tumba del León: Partes de guerra desde Afganistán, sobre la guerra en Afganistán en 2001; y La caída de Bagdad (2004), entre otros libros. El castellano de Anderson fluye como un río en el que se mezclan las aguas de modismos cubanos, españoles y porteños.
Impresiona escucharlo evocar las aventuras vividas. “Terminé en un bote enclavado en tierra –en islas Canarias, rumbo a Togo–, estuve cinco meses intentando ver la forma de sobrevivir. Quizá soy el único marinero náufrago en tierra firme que al final tuvo escorbuto”, ironiza el cronista. “A los 13 años fui a Africa, a la casa de un tío geólogo en Liberia. Pasé varios meses viajando solo, entonces me metía constantemente en problemas con mis padres por estas escapadas. Yo era un chico difícil para los adultos porque no reconocía los límites normales de la edad y mentía mucho”.
La mirada que despliega en sus crónicas la define como un deseo incesante por conocer. “Siempre he buscado ir a sitios donde mi ciudadanía, mi condición social, de clase, no me sirven para nada. No sé por qué estoy programado así, pero lo he hecho una y otra vez. Llego al punto en que soy el marciano que ha llegado a Tierra, donde no hablo el idioma, donde nadie me entiende y tengo que comunicar.” En El Salvador, Nicaragua y Honduras se fue fogueando como cronista free lance. Escribió en la revista Time, aunque pronto se dio cuenta de que ese medio era demasiado conservador para su sensibilidad e inquietudes. “En esa época, la política de (Ronald) Reagan consistía en solventar a grupos contrarrevolucionarios en Nicaragua, a los Contra. Yo anduve entre los Contra, supe que estaban ejecutando gente y quería reportearlo, pero Time no estaba interesado porque el jefe de la revista estaba de acuerdo con la política de Reagan. Comencé a filtrar información a grupos de derechos humanos. Lo hice porque consideré que era un deber ético, público y personal”, subraya Anderson.
El interés por los movimientos guerrilleros empezó en América latina. “Ellos estaban haciendo historia y yo quería entenderlos mejor. Imaginate una vida en el monte en donde la única certeza que tienes es la inminencia de la muerte. Era como descubrir una tribu perdida”, plantea Anderson y describe a su libro Guerrillas como una “antropología” de la guerrilla. Entonces se topó con la figura del Che. “Me di cuenta de que tenía que profundizar en la vida de él, que era un reto personal hacer una biografía. Había muchas lagunas en su vida y se presentaba como todo un desafío intelectual y profesional estudiar a alguien que era la encarnación de ese tipo de individuo que tanto me había fascinado.” El verdadero nacimiento del Che lo descubrió este cronista que integra el staff de la prestigiosa revista estadounidense The New Yorker. “Una mujer argentina que conoció al Che y fue muy amiga de la madre del Che –se refiere a Julia Constenla– me dijo que Celia, la mamá del Che, le había confiado que el Che había nacido un mes antes, pero fue anotado un mes después para hacerlo pasar como sietemesino, porque ella se casó embarazada, algo que en 1928 era difícil de bancar. Celia le dijo que el Che nació el mismo día que murió un estibador llamado Diente de Oro, en una reyerta en el muelle de Rosario. Fui al periódico La Capital y encontré el día original: el 14 de mayo de 1928. Decidí empezar el libro con esta anécdota porque me pareció curioso que el guerrillero más famoso de este siglo haya nacido en la clandestinidad y haya muerto en las mismas circunstancias.”
Aunque durante mucho tiempo desmintió que estuviera escribiendo una biografía sobre Fidel Castro, ahora confirmó que hará ese libro para completar la historia de la Revolución Cubana. “Siempre sentí que tenía otro libro sobre Cuba dentro de mí, pero fue pasando el tiempo y al final me di cuenta de que el personaje que más interesaba era Fidel. Creo que es un buen momento porque Estados Unidos está cambiando su política hacia Cuba, y hasta cierto punto Obama ha reconocido el error histórico del bloqueo y busca normalizar las relaciones. Esto hace que haya una posibilidad de explorar a Fidel de una forma que antes no existía”, explica Anderson. El 11 de septiembre de 2001, el día de los atentados a las Torres Gemelas, sintió un impulso muy fuerte. “Tenía que dar testimonio, tenía que estar ahí, tenía que volver a Afganistán. Cuando estuve la primera vez, tuve que irme porque unos jihadistas árabes me buscaban para matarme. ¿Quiénes me buscaban para matarme? Era Al Qaida, era Bin Laden, que en esa época nadie sabía quién era, solo que eran unos locos hostiles a todo lo occidental. Lo que quise hacer era humanizar lo que entendí que iba a ser un frente de guerra para mis conciudadanos. No quería que objetivaran a toda una población para que los bombardearan a mansalva, como pasó en Vietnam.”
Pérez pregunta por qué Anderson está cansado de la violencia en Medio Oriente de la mano del grupo Estado Islámico ISIS. “¿A ti te gusta ver cómo degüellan gente y en algunos casos amigos propios? En los últimos años he perdido ocho amigos personales. James Foley, el primer decapitado, era amigo mío –comenta–. La última vez que lo vi fue en la frontera con Siria y conversamos si debía volver a Siria o no. Yo era de la opinión de que no debía volver, pero jamás pude sospechar los horrores a los que llegaría el ISIS. Hay mucho odio al occidental en el mundo musulmán, no es solamente una cuestión religiosa. Esta voluntad de matar es el nazismo de nuestra era. Va haber más muertes antes que paz. No sé cuál va a ser el desenlace, pero me preocupa mucho porque han llegado a niveles de crueldad que no puedo concebir”, explica el periodista y agrega que ver los videos del ISIS, “daña nuestra humanidad por nuestra pasividad ante los hechos”.
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