CULTURA › CARLOS NINE PRESENTA SU VERSION DE CRIMEN Y CASTIGO
El gran artista argentino ilustra el clásico de Feodor Dostoievski en fascículos coleccionables gratuitos que todos los miércoles acompañarán la edición de Página/12. “Son tres o cuatro ilustraciones por fascículo y 24 entregas”, adelanta el dibujante.
› Por Andrés Valenzuela
“En lugar de ‘crimen’, le vamos a poner ‘muerte’, y para que impacte más, que sean varias muertes, ‘Muertes y castigos’ va a sonar más irónico”. Un editor francés le dio esa explicación a Carlos Nine para renombrar su primer libro en las galias: Meutres et chatiments, que originalmente iba a llamarse Crimen y castigo, en una clara alusiva a Feodor Dostoievski. “Era un homenaje a este muchacho que ahora estoy ilustrando”, recuerda el talentoso artista argentino. La noticia de Nine trabajando sobre ese clásico de la literatura rusa es una novedad muy grata por numerosos motivos. El primero de ellos es que es una obra que verá la luz cada miércoles a partir del 11 de este mes, en fascículos coleccionables gratuitos que acompañarán a Página/12. “Son tres o cuatro ilustraciones por fascículo y 24 entregas”, puntualiza el dibujante. Un lujo para los admiradores del creador de Fantagas, Keko el mago y otra cantidad de grandes títulos. Un lujo, además, que verá la luz primero en Argentina, después de años de un cuarto de siglo de publicar casi toda su obra primero en el exterior, antes de recalar en las bibliotecas de sus compatriotas.
La ocasión sirve de excusa para una entrevista en su espacioso taller del barrio bonaerense de Olivos. El grabador del cronista, incluso, acaba entre los bocetos a lápiz y carbonilla que Nine prueba constantemente. La pila es altísima y lo que llama la atención primero es que cada página reboza de pruebas de posturas de los personajes y ensayos de composición con el entorno. “Esos son mis apuntes, después los que me parecen mejor logrados terminan en el scanner y los coloreo con la computadora”, explica. “No tengo tiempo para ponerme a hacer acuarelas ni ese tipo de cosas, pero está quedando bien, interesante”, asegura. Lleva hechos alrededor del 30 por ciento de los fascículos y eso significa, también, que volvió a meterse en el ritmo de publicación de los medios masivos nacionales, después de mucho tiempo de dedicarse casi exclusivamente a la lógica de los libros.
El proceso de trabajo promete mucho, a juzgar por lo que se ve en los bocetos. “Empecé a dibujarlo, cómo te puedo decir, tratando de controlar todo, pero al poco tiempo me di cuenta de que Dostoievski se apoderaba de mí y los dibujos se empiezan a poner cada vez más locos junto con la novela”, confiesa. “Evidentemente hay una sensibilidad bastante parecida, porque yo nunca fui un dibujante mesurado, metódico”, reflexiona y se compara con Jean Giraud, es decir, con el francés Moebius. “El era un tipo de una enorme creatividad pasada por el filtro de la racionalidad, a mí a veces me cuesta utilizar la racionalidad”.
–¿Había hecho algo con Dostoievski antes?
–Jamás había hecho Crimen y castigo. Lo había leído cuando era muy jovencito, lo leí de nuevo y no era la idea que recordaba. ¿Viste que con el tiempo se va modificando la imagen que tenés de algo? Por ejemplo, yo cuando era joven vi El submarino amarillo, de Los Beatles, y siempre pensé que era una gran película. La vi de vuelta hace cuatro años y me pareció una porquería. Se modifica totalmente porque no sos el mismo tipo al volver a ver la película o releer el libro.
–¿En este caso qué le pasó?
–La primera vez me pareció una cosa complicadísima. Ahora me doy cuenta de que te podés dar cuenta todo lo que es Rusia leyendo el libro. No lo que es físicamente, sino el espíritu ruso. Está lleno de reflexiones, cambia y te enriquece todos los diálogos con observaciones. Es como un relato cubista: el tema se ve desde un montón de ángulos, eso es muy interesante.
–¿Qué espíritu ruso encontró ahí?
–Primero que son tipos de una efusividad casi insoportable, incluso para nosotros que somos latinos. Y eso que se supone que los eslavos son más fríos y toda esa tontería que se repite todo el tiempo. Están siempre al borde del llanto, de la ira, de la acción. Dista totalmente de una novela francesa, que es otra racionalidad. Pero aparte lo increíble de este tipo es como en una novela totalmente pasional como esta controla absolutamente todos los elementos que pone en juego, que no son pocos, ¿no?
–¿Cómo abordó el trabajo, entonces?
–Yo me acuerdo cómo era la historia, pero ahora no quise leerla completa. La voy leyendo a medida que me llegan los capítulos e ilustro. Creí que el tipo iba por un lado y no, va por otro, y cada vez amplía más la trama, se aleja del guión original y empieza a meter otros protagonistas. Es impresionante. El texto tiene una riqueza tal que uno debería leer entero el libro, desarmarlo e ilustrar los trozos en los que está armado. Es un libro muy complejo. Es como una caja rusa de sorpresas. Sacás una cosa y hay otra, y otra. No es raro que hayan inventado la mamushka.
–¿Y desde lo formal?
–Acá encontré un método que puede servir, pero todo el tiempo estoy reflexionando sobre lo que hago. ¿Cómo te puedo explicar? Hay dibujantes que ya tienen un sistema. Y dentro de ese sistema, tienen todas las soluciones. Yo tengo una cierta intuición, que por ahí puede andar, pero puedo retroceder, avanzar o irme por el costado. Yo admiro mucho a los tipos que corren riesgos, incluso cuando dibujan. Pero sobre todo cuando viven, cuando hacen política. Con las fórmulas, como son duras, te aburrís. Conozco dibujantes que hace cincuenta años están haciendo las aventuras del Payaso Pirulete, ¡no podés vivir así toda la vida! Inventá otra cosa, agarrá por otro lado.
–¿Acá qué soluciones nuevas o que no había usado antes encontró?
–Bueno, yo dialogo mucho conmigo mismo cuando dibujo. Entonces hay dibujos que me salen más corajudos, más audaces que otros. Capaz después los veo y me asusto y vuelvo a ser más conservador. Después avanzo otro poco, toda esa lucha la tengo mientras estoy dibujando. Hoy miraba cosas que ya entregué y decía para mí “Uy, acá se me fue la mano, estuve demasiado guapo”.
–¿Por qué se le fue la mano?
–Porque vos tenés que estar pensando cuando ilustrás que no es una cuestión para vos, que hay un tercer elemento que es el espectador. Yo tampoco se la quiero poner muy fácil, quiero que el tipo piense, elabore, que intervenga decodificando, pero a veces no tiene que ser tan fuerte la clave como para que no pueda entrar.
–¿En qué lector está pensando para esto?
–En un lector genérico inteligente. No estoy dibujando para un lector de Nik, nunca voy a tener ese mal gusto. Pero asimismo trato de que tenga no muchas dificultades para entrar. De todos modos, el protagonista de esto es la lectura. En este caso, siempre creo que la imagen trata de redondear una idea, pero cuando tenés un texto tan importante, el protagonista es Dostoievski, no soy yo.
No es la primera vez que Nine ilustra un texto literario. Desde Crónicas del ángel gris, de Alejandro Dolina, hasta la fecha abordó a muchos autores, como Elsa Bornemann y William Shakespeare, además de sus trabajos personales y la enormidad de páginas inéditas que se almacenan en su estudio. Por eso, confiesa, jamás se hizo “mucha mala sangre” por publicar más afuera que en el país, ni tampoco se enloquece por esta suerte de regreso. “Es que yo siempre dibujé para mí, no tengo una desesperación por aparecer”, explica. “No es mi objetivo en la vida publicar dibujos, vivo de esto hace bastante tiempo, pero digamos que me completa como persona”, afirma.
–¿Y lo que no se publica?
–Lo que se publica es el 30 por ciento de lo que dibujo. Todo el resto lo hago para mí y está acumulado en carpetas acá, que no se vio nunca. No tiene el objetivo de ser publicado. En cambio tengo amigos dibujantes, que no tiene sentido decir quienes son, pero son tipos muy conocidos, que me dicen “la desgracia que tengo yo es que no puedo dibujar para mí, todo lo que dibujo se publica”. Y vos no podés estar así. Tenés que relacionarte con el oficio, tener un diálogo, ver cómo respondés y cómo te encontrás con un desafío nuevo. Probarte hasta dónde podés llegar. Eso no podés hacerlo si publicás todo el tiempo. Después elegirás qué publicar, esto me gusta, esto sí. Pero en montones de pruebas que uno hace, y si no tenés tiempo porque sos tan solicitado que no tenés posibilidad temporal de hacerlo, o porque ya te acostumbraste y no hacés otra cosa... es jodido. ¿Cada vez que tocás el violín es para grabar un disco? No, tenés que ir probando, a ver qué te sale. ¿Sino cómo hacés?
–¿Qué prueba para usted mismo?
–De todo. ¿Ves eso que está ahí? Es un relieve. Todas esas esculturas jamás salieron publicadas, pero son cosas que yo necesito hacer. Yo soy mi propio cliente. Es muy difícil de explicar, pero necesito hacerlo porque forma parte de mi personalidad. Esto hay que tomarlo como una vocación. Si querés, como un acto de fe en el futuro, en las posibilidades del hombre, no solamente como un laburo. Tengo amigos que estudian dibujo, o estudiaron, para ver si publican algo y después les hacen un reportaje. Eso no creo que sea el objetivo. Si eso sobreviene, está perfecto, pero una persona tiene que tener algún tipo de relación amigable con uno mismo. ¡Sino se arma un despelote! Hay que hacerse amigo de uno.
–¿Y cuál es su relación con el trabajo, con usted mismo?
–Primero es una relación de sinceridad, no hay que engrupirse. Hay cosas que no me salen, otras me salen mejor. Y otras que con el trabajo constante voy mejorando en una pequeeeeeña medida. Yo tengo devoción por un tipo que se llamaba Alberto Breccia. Además de que fuimos amigos y hablé mucho con él. En Internet están los videos donde él habla, también está el libro de diálogos que Juan (Sasturain) sacó con él. Y ahí el tipo dice: “Yo era un dibujante modestísimo, de pocos recursos”. En realidad, era un dibujante malo, pero con el trabajo fue creciendo. Esa confesión, de que un tipo se ve como un dibujante de limitadas cualidades naturales, pero que se supera con el trabajo, ¡eso es extraordinario! Yo conozco tipos que publican en los diarios todos los días su monito y ni se les pasa por la cabeza pensar que son dibujantes elementales. El tipo cree que es dibujante. No, dibujante es el que conoce sus limitaciones y se pone a buscarle la vuelta, a ver cómo hace con esos pocos dones que alguien le brindó. Yo creo que soy un pésimo dibujante, pero insistiendo...
El gesto de incredulidad provoca la reacción de Nine. “No, no, ¡es que es así! Por eso lo considero al Viejo (Breccia) como el que te dice ‘no te engrupás’, es con el trabajo que algo te sale”.
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