Mar 21.06.2016
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CULTURA › MUESTRA VIBRACIONES, DE EDUARDO FISICARO Y PEDRO PATZER

Los paisajes de un cartógrafo

El fotógrafo estrenó en el Centro Cultural Borges una exposición que retrata a diversos personajes de la cultura popular latinoamericana, desde Eduardo Galeano hasta el Chango Spasiuk, pasando por León Gieco, entre otros. Patzer escribió los textos alusivos.

› Por Cristian Vitale

En la muestra hay apenas un puñado de las más de mil imágenes fotográficas que Eduardo Fisicaro les tomó a artistas de la cultura popular latinoamericana. Pero el apenas no implica un sinónimo de poco, en este caso. Hay bastantes (unas cincuenta) y son de esas que un buen esteta de la fotografía sabe detectar… las que suceden a priori de la pose. Las que se sacan antes de que el retratado se dé cuenta de que tiene una cámara enfrente. El lugar que las contiene, y las contendrá todos los días hasta el domingo 10 de julio entre las 10 a 21, es la sala 11 del Centro Cultural Borges (Viamonte 525), y el nombre que la engloba es Vibraciones. Están Atilio Stampone, Eduardo Galeano, el Chango Spasiuk, Leopoldo Federico, Eduardo Falú, Vitillo Abalos, Liliana Herrero, León Gieco, Horacio Guarany y, entre muchos más, una excepción que confirma la regla: la del cantante español Paco Ibañez. Hacia él va directo Fisicaro, cuando se le pide que elija alguna y cuente de qué va. Enfila en diagonal hacia su izquierda, frena sus pasos pero no vuelve…. señala un rostro contrito. “Fue en el Coliseo. Recuerdo que él estaba cantando en nivel bajo, una persona dijo ‘eh, suban el volumen’, y Paco dejó de cantar y dijo: ‘porqué mejor no arriman el corazón’. La foto capta ese momento de enojo, por eso está tan serio”, cuenta el fotógrafo.

“Lo que busco es captar el gesto, el momento de la vibración del artista… el momento exacto donde éste está en plena vibración con lo que está haciendo. Para eso me tomo el tiempo, estudio el personaje y busco determinados textos, porque la mayoría de los artistas tienen ciertos tips que repiten. No soy de los que dicen ‘llegué y ya tengo que tener la foto’… tiene que ir saliendo por decantación. La foto llega sola”, enmarca Fisicaro, al explicar su metodología de trabajo. Cada retrato, además, lleva debajo un título que luego se transforma en texto. En el caso citado es “La eternidad de la canción” y le corresponde, como el de cada foto, al escritor, poeta y guionista Pedro Patzer. “Lo que tiene de bueno Pedro es que se allana a la fotografía, no trabaja solo con el nombre y la obra… sus textos se inspiran en la imagen”, señala Fisicaro sobre esta especie de determinismo de la imagen que inspira al escritor. “Y lo que tiene Eduardo es la capacidad de abrir los mapas. Sus fotos son mapas que se abren, que inauguran figuras de pequeños paisitos de la Argentina y de Latinoamerica. Y entonces, lo fantástico es que una foto, por caso, es el país de Viglietti; otra, el de Tabaré Cardozo, y ese Uruguay, que son muchos uruguays es como las pequeñas argentinas que aparecen en cada imagen… en cada región. Es como una especie de cartógrafo que abre nuevos paisajes espirituales, históricos y humanos. Y eso es una revelación”, devuelve, gentil, don Patzer, que elige entre sus preferidas una de Horacio Guarany, asomado a una ventana.

“Me parece que esta foto recupera el silencio de niño hachero que sigue siendo Guarany, y que va a ser hasta el último día. Ese silencio que viene del chaco santafesino ¿no?... y que llega al Borges. Eso es lo que hace Eduardo con las liberaciones: lograr que Guarany entre en este lugar con su silencio de niño hachero”, define el también guionista de Radio Nacional Folklórica. La recorrida sigue, a menos de una hora de inaugurarse la muestra, con una que conmueve a los dos: una de las últimas de Eduardo Falú. “Recuerdo que él estaba muy enfermo, y no recibía gente. Pero gracias a su asistente, la hija de Víctor Heredia, pudimos hacer una pequeña entrevista, a la que accedió con mucha humildad. Al poco tiempo falleció”, cuenta este esteta de la imagen, mientras liga el retrato con uno en que se ve a los hermanos Farías Gómez (el Chango y Marian), poco antes que él se fuera. “Fue después de una actuación en jazz & pop, cuando el Chango ya tenía el enfisema en el pulmón. Fue una noche maravillosa, porque era su cumpleaños, y estábamos todos emocionados. Marian lloró todo el recital, porque su hermano ya estaba con su problema y le costaba cantar. Después del show, ellos se acercaron a la mesa y surgió esta toma”, revela Fisicaro.

A Patzer lo inspiró la imagen y pensó en una expresión inapelable: ‘los hijos de la música’. “Le puse así por los Huanca Huá, por el camino que esa familia ha hecho. Yupanqui decía que los Farías Gómez podían ponerle mostaza al asado, y el asado quedaba fantástico igual”, se ríe. “Yo creo que los Farías Gómez siempre van a ser jóvenes, por eso lo de hijos. Aunque sean mayores, aunque se vayan de este plano, siempre van a ser jóvenes”, detalla. Yendo hacia el fondo de la sala, ladeado por Eduardo Galeano y Juan Gelman, está el poeta, escultor y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal. ¿Por qué él también, entre el “puñado” de elegidos? “Porque realmente Cardenal es un personaje entrañable que, a pesar de su grandeza, tiene una humildad impresionante”, contesta Fisicaro, cuya muestra fue curada por su colega Marcelo Addax. “Esa foto se relaciona con un encuentro que había hecho Patria Grande Editora y en esa toma está escuchando los relatos de las atrocidades cometidas en la ESMA. Recuerdo que pidió hacer una visita por el ex centro de tortura, y en un momento se quedó tan compungido por lo que estaba escuchando, que dio esa foto… creo que estaba rezando una plegaria por todas esas almas desaparecidas”, le parece al experimentado Fisicaro que, entre sus pergaminos, tiene el retrato completo de la gira internacional que hizo Mercedes Sosa junto a León Gieco, Víctor Heredia y Piero; el dueto norteño entre Tomas Lipán y Bruno Arias, en el Tasso hace menos de un año, o las muestras “De tierra somos”, dedicada al coplero Dardo del Valle Gómez y “Para no morir” sobre el poeta Hamlet Lima Quintana, entre otras. Patzer (autor de los libros Aguafuertes provincianas, Artefactos de Mar y Efectos Secundarios) retoma a Cardenal desde el título “La palabra se hizo carne y revolución”. “Claro, porque están la Biblia y la Revolución… él es como el Santo Padre de la revolución latinoamerica, y de una época fantástica en la que la idea de cambiar el mundo era posible con la poesía, con la palabra y con Dios”, sostiene.

Regresando hacia la salida, en un stand para él solo, está el pintor peronista Carlos Terribili, padre de la cineasta Melina y suegro de Cuti Carabajal. “Es un luchador de la vida, un militante que admiré siempre. Lo fuimos a visitar a su casa y luego de tomarnos unos vinitos en su atelier, salió este retrato que sintetiza toda una vida de compromiso”, explica Fisicaro sobre un rostro al que Patzer denominó “Color Humano”, igual que el viejo tema de Almendra. “Qué otra cosa que el color de lo humano en esa mirada ¿no?... es increíble, conmovedora”, manifiesta el escritor, que detiene su mirada en otra de las caras involucradas en la muestra, la del director de Radio Nacional Folklórica, Marcelo Simón. “Debe estar pensando en tomarse un vinito”, se ríe Patzer. “Está muy emocionado –tercia Fisicaro–, porque era un homenaje que le estaban haciendo en Argentores. Entonces, esa toma significa un reconocimiento a toda vida, su trayecto, a su permanente difusión de nuestras cosas. Además, él tiene esa rara virtud de hacerte creer que vos sabés algo que en realidad no sabés”, se ríe el fotógrafo sobre una figura que Patzer tituló “La voz de las pequeñas patrias de la Argentina”. “Un tipo que sabe cuántas tonadas hay en Córdoba, en La Rioja, en Jujuy o como se cocina el guiso en tal lugar de la Argentina, o cómo se insulta en determinada región es un tipo que caminando la vida conoció esa otra Argentina escondida, y se dedicó a eso… a trabajar sobre la Argentina secreta”, determina Patzer. Otra foto en la que ambos recalan está al principio y al final, depende por donde empiece el recorrido: es la que grafica la tapa del catálogo. “Fue la foto que generó y que representa la muestra, porque su vibración es la que marca todo el trabajo”, justifica Fisicaro sobre un Juan Saavedra que, quieto, no para de bailar.

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