Sáb 20.08.2016
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CULTURA › PRIMERA JORNADA NACIONAL DE ESTUDIOS ESLAVOS, EN EL CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACION

Nuevas lecturas para clásicos eslavos

Organizada por la Sociedad Argentina Dostoievski, en la jornada participarán estudiosos y traductores de la literatura rusa y otros países eslavos, como Laura Estrin y Claudio Ingerflom. “Queremos instaurar en nuestro país una tradición en eslavística”, dicen los organizadores.

› Por Silvina Friera

La gran literatura es siempre actual. Fiodor Dostoievski y León Tolstói vienen del futuro, como lo vivió Roberto Arlt, uno de los narradores argentinos más influidos por el autor de Crimen y Castigo. Cierta atmósfera brumosa de Máximo Gorki atraviesa el imaginario de Leónidas Barletta, Elías Castelnuovo, Roberto Mariani, César Tiempo, Álvaro Yunque y el propio Arlt. Ernesto Sabato decía que el escritor ruso y el hombre de las pampas argentinas compartían la extensión y el agobio frente a la llanura. La literatura rusa, tan cerca y tan lejana a la vez, forma parte de un territorio a explorar en el mapa de las lenguas eslavas de varios países: República Checa, Eslovaquia, Polonia, Bielorrusia, Ucrania, Bulgaria, Macedonia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Eslovenia, Montenegro, Moldavia y Crimea. Una deuda pendiente comienza a saldarse con la realización de la Primera Jornada Nacional de Estudios Eslavos, hoy de 9 a 20 horas, en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), organizada por la Sociedad Argentina Dostoievski, en la que participarán estudiosos y especialistas de la literatura rusa y otros países eslavos como Laura Estrin, Claudio Ingerflom, Maximiliano Constantino, Luis Harriet, Silvina Dumanski, Nicolás Poljak, María Delfino Biondo, Eugenio López Arriazu, Julia Sarachu, Ondøej Janeèek y Marcelo Montes, entre otros.

“La idea de organizar esta primera jornada responde al deseo de instaurar en nuestro país una tradición en eslavística. Es curioso y triste que las letras eslavas no hayan tenido ni tengan aún un espacio relevante en el mundo académico e institucional. De todos modos, más que lamentar lo no hecho en el pasado debemos reunir esfuerzos de cara al futuro. Aglutinar a quienes se dedican a las distintas problemáticas de los países eslavos, en múltiples disciplinas, es la prioridad que se fijó la Sociedad Argentina Dostoievski. Esta jornada es una de las tantas actividades que haremos en el futuro, incluyendo publicaciones en Internet, artículos propios, traducciones y reseñas”, explica el sociólogo Alejandro Ariel González, presidente de la Sociedad Argentina Dostoievski, traductor del ruso que vivió en San Petersburgo entre 2006 y 2014. La mayoría de las traducciones de los clásicos de la literatura rusa se hizo con lenguas puente como el francés, inglés, alemán o italiano. De un tiempo a esta parte, se ha empezado a traducir directamente del ruso. ¿Qué nuevas perspectivas e interpretaciones se abren? ¿Qué hay por descubrir de Dostoievski, Nikolai Gógol, Antón Chéjov, Tolstói, Alexander Pushkin y tantos más? “Toda lectura es actualización, de modo que acercarse a esos autores, por definición, siempre agrega algo nuevo porque cambia el contexto de recepción –plantea González a Página/12–. Las traducciones directas ofrecen la posibilidad de seleccionar un corpus propio, ya que no dependemos de que un libro sea primero traducido a otra lengua occidental; también permiten entrar en diálogo con lo realizado por los traductores de esas otras lenguas, y en ese diálogo refutar, aceptar o modificar puntos de vista. Por regla general, las traducciones realizadas en el siglo XX se atenían más a las normas escritas de la lengua de llegada que a tratar de recrear los rasgos estilísticos de los textos originales. Por eso Chéjov ‘suena’ igual a Dostoievski, o Tolstói a Turguéniev, cuando en ruso claramente no es así. Por último, acceder al idioma original nos permite ir más allá del canon y descubrir excelentes autores y grandes obras que han quedado injustamente en la sombra”.

De los clásicos rusos a Svetlana Alexiévich, la periodista bielorrusa que ganó el Premio Nobel de Literatura en 2015, pareciera que hay una especie de agujero negro de escritores rusos desconocidos. ¿Por qué este “déficit de literatura rusa”? ¿Tiene que ver con el comunismo, con todo lo que amputó, censuró y borró del mapa? González observa que la cuestión es más compleja y dialéctica. “El zarismo y el comunismo fueron despiadados en el control de las expresiones artísticas. Sin embargo, hay una barrera aún peor que la censura directa del poder central: romper los estereotipos creados en Occidente acerca de Rusia -advierte González-. Rusia, y buena parte de esa Europa Oriental no católica ni protestante, ha sido y es un Otro en gran medida moldeado por la moderna Europa occidental, en un ejercicio de negación y reconocimiento. Eso tiene plena vigencia cuando ves qué tipo de información se da de Rusia en los medios occidentales: pura reproducción de estereotipos, en algunos casos del siglo XVIII. La relación con lo monstruoso ligada a Europa Oriental aparece en dos grandes obras en lengua inglesa. Frankenstein comienza con una carta enviada desde San Petersburgo; Jonathan Harker se traslada a los Montes Cárpatos para entrevistarse con Drácula. Durante los años del comunismo, no solo este censuraba, sino que, de este lado del Muro, todo lo que proviniera de Europa Oriental era sospechoso, peligroso y muchas veces ninguneado”.

González, miembro del programa “Lectura Mundi” de la Universidad Nacional de San Martín, está convencido de que “la traducción es la herramienta para acercar culturas”. Él está abocado a la tarea de aproximar nuevas traducciones de los clásicos, como Chéjov, Trotsky y Dostoievski, entre otros. Por su traducción de El doble, publicada por Eterna Cadencia, recibió en 2014 el premio “Lee Rusia/Read Russia”, otorgado por el Instituto de Traducción de Rusia. “Quizá no pasó el tiempo suficiente para determinar si el último Nobel concedido a Alexiévich ha incrementado el interés en las letras rusas. Temo que solo ha incrementado el interés por sus libros. De todas formas, eso no es poco, y ojalá sirva para acercar al público a la narrativa contemporánea de los países eslavos. Lo clásico creo que ya está instalado y no gana ni pierde por el otorgamiento o no de premios. Europa oriental, siendo parte de la familia de nuestra civilización, ha seguido un curso histórico distinto. Hay en ella algo propio y ajeno; para Occidente, ha sido como verse en un espejo que devuelve una imagen alterada: soy yo, pero otro. Eso, claro, puede causar rechazo, pero también atracción y fascinación: una Europa sin Renacimiento, no católica, sin Reforma, más griega que latina, con otro ordenamiento político y jurídico”.

Durante la jornada la escritora y docente Laura Estrin presentará el proyecto de investigación “Literatura Samizdat” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. “La literatura ‘samizdat’ -que en ruso viene a ser como “publicado por uno mismo”, es decir, fuera de los canales oficiales- fue un fenómeno que se extendió por todo el bloque comunista durante los años de la Guerra Fría. Eran copias clandestinas de libros prohibidos, lo que implicaba una toma de posición política, estética y también ética por parte de autores y editores. A ese mercado clandestino debemos las primeras ediciones de El doctor Zhivago, El maestro y Margarita, Archipiélago Gulag y muchos otros –enumera González–. Hasta donde sé, no es un tema que haya sido investigado en nuestro país”.

* La programación en https://sociedaddostoievski.com/jornada2016/

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