Sáb 29.10.2016
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CULTURA › LA NOCHE DE LOS MUSEOS LLEGA EN UN CONTEXTO PREOCUPANTE

Cuando las buenas iniciativas chocan con realidades pesadas

La edición número 13 presenta actividades en 110 museos y 130 espacios culturales e instituciones. Pero los trabajadores alertan sobre el descuido edilicio y la precarización laboral, que incluso reemplaza trabajadores con voluntarios.

› Por Paula Sabatés

A los museos les llegó la noche. Literalmente y en sentido figurado. Hoy se celebrará, de 20 a 3 de la madrugada, una nueva edición de La Noche de los Museos, el evento anual que más gente convoca en la ciudad, según dijo el lunes pasado el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Con el eje principal puesto en el sur de la Capital Federal (en el llamado “Distrito de las Artes”), La Noche de los Museos tendrá nuevas sedes, mayor cantidad de actividades para chicos que otros años y contará con la presentación en vivo de distintos artistas. Pero también llegará con precarización laboral, denuncias por parte de los trabajadores de los propios museos y con un trasfondo de preocupación y alarma general por la situación de los edificios museísticos y el problema de la conservación y mantenimiento del patrimonio cultural.

Con distintos circuitos para aprovechar la jornada de forma organizada (ver aparte), La Noche de los Museos contará en su edición número 13 con 110 museos y 130 espacios culturales e instituciones, veinte más que el año pasado. Además del recorrido de las muestras fijas o itinerantes que allí se encuentren, el evento incluirá más de mil actividades entre cine, video, danza, teatro, música en vivo, charlas, narraciones orales y performances, con las que el Ministerio de Cultura encabezado por Ángel Mahler espera superar el récord de público del año pasado, que fue de poco más de 900 mil personas.

Sin que todavía se haya llevado a cabo el evento, sin embargo, la gestión macrista ya se anotó un nuevo record: este año serán más de mil los “voluntarios” que trabajarán en el evento asistiendo a los visitantes, tras haber sido seleccionados a través de una convocatoria abierta del Gobierno de la Ciudad. Voluntarios que, por disposición legal de esa figura, trabajarán ad honorem y codo a codo con los empleados de los museos, que en su mayoría padecen una situación laboral informal de contratación. Este mecanismo histórico (el evento se hace desde 2004 y el voluntariado desde 2005) que el gobierno destaca y promociona es, para los trabajadores, “la pata solidaria de la precarización laboral” y el mayor problema del evento, que tiene su propia versión en más de 120 ciudades.

En la Argentina, el ejercicio del voluntariado fue legalizado hace doce años por el Estado nacional con la promulgación de la Ley Nacional de Voluntariado Social, que tuvo por objeto “promover el instrumento de la participación solidaria de los ciudadanos en el seno de la comunidad, en actividades sin fines de lucro, y regular las relaciones entre los voluntarios sociales y las organizaciones donde desarrollan sus actividades”. En el texto de la ley, entre otras menciones, se hace referencia a los “servicios culturales” como parte de las “actividades de bien común y de interés general” donde se puede ejercer el voluntariado social. También se dice que “la prestación de servicios por parte del voluntario no podrá reemplazar al trabajo remunerado” y que “se presume ajena al ámbito de la relación laboral y de la previsión social”.

“Lo del voluntariado no es un invento local ni macrista, es cierto. Pero en este contexto en el que los voluntarios trabajan codo a codo con empleados que en muchos casos fueron despedidos, luego reincorporados, y que en diciembre tienen la chance de ser cesanteados de nuevo porque se terminan sus contratos, nos parece que es de un cinismo completo”, denuncia F., trabajador de uno de los más importantes museos nacionales, en charla con Página/12. “En una situación de pleno empleo quizás podría ser tomado como un método de participación para los ciudadanos que puede incluso estar bueno, pero no en estas circunstancias”, asegura.

Como otros compañeros, el trabajador integra el colectivo ATACA (nombre surgido de las siglas de Asamblea de Trabajadores Autoconvocados de Cultura de la Argentina), que se conformó como tal formalmente luego de los masivos despidos a trabajadores del Ministerio de Cultura, el pasado 29 de enero. Desde esa agrupación, los artistas y trabajadores vienen denunciando el modus operandi del voluntariado. El pasado 23 de septiembre, y tras una larga investigación, publicaron en su blog (https://laculturanoseachica.wordpress.com) un extenso informe que da cuenta a través de ejemplos de “cómo se entrelazan el tercer sector, el capitalismo privado y de Estado en el mercado laboral”. También denunciaron el voluntariado para la tercera edad, que se lanzó en varios museos de la provincia, y que va muy a tono con el pedido de aumento de la edad jubilatoria que tanto reclaman algunos sectores.

Pero además, para tener un registro y un panorama actual de la situación general, ATACA realizó hace unos meses un “Censo Laboral” en museos de todo el país, a través de un formulario que preguntaba cuántas personas trabajaban en cada institución, bajo qué modalidad contractual, y cómo están organizados los trabajadores, entre otras cuestiones como si existen o no cargos concursados. Los resultados finales todavía no fueron procesados (la encuesta cerró hace unas pocas semanas), pero los primeros indicios fueron arrolladores: en la mayoría de los museos que respondieron el censo, menos del 20 por ciento de los trabajadores están en planta permanente, mientras que el resto de los empleados son pasantes, voluntarios o tienen contratos de locación u otras modalidades informales. Además, según los censistas, se reveló que “en general, el nivel estructural del patrimonio es terrible”.

“Como sector hace tiempo que venimos precarizados. No es de ahora, ni del gobierno anterior, sino de antes. La década del ´90 fue una etapa de mucho achicamiento del sector, parecida a la que estamos viviendo ahora. Se achicaron las plantas, se tercerizaron sectores como Seguridad y Mantenimiento y se dio ingreso al financiamiento privado y el mecenazgo”, cuenta V., trabajadora de uno de los más grandes museos universitarios. “Muchas veces incluso ponemos plata de nuestro bolsillo para hacer actividades, porque a uno le gusta lo que hace y entiende que cuidar el patrimonio y darle valor es una forma de pensar qué queremos como pueblo, qué futuro podemos tener y cómo queremos vivir”, argumenta.

Según la última actualización de la Guía Nacional de Museos, que la por entonces Secretaría de Cultura de la Nación, a través de la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos, presentó a principios de 2014, en la Argentina hay 1100 museos, entre nacionales, provinciales, municipales, universitarios y privados, ya sea de empresas o de asociaciones sin fines de lucro. Según ese relevamiento, más del 70 por ciento son museos estatales en las distintas instancias, siendo 26 los que dependen de esa dirección, que hoy conduce Américo Castilla. Más de la mitad de esos están ubicados en la Capital Federal. Y, según el censo de Ataca, la mayoría ocupan edificios que están en “emergencia” por sus malas condiciones y su poca preservación del patrimonio, sin mencionar a los que directamente no tienen sede propia, como el Museo Nacional de Arte Oriental o el Museo Nacional del Grabado, que funcionan en lugares prestados.

“La situación es preocupante y vemos que cada vez está peor. En Europa la mayoría de los museos tienen a todos sus empleados terciarizados, porque se manejan con fundaciones, en su mayoría bancos, que bancan y financian los proyectos y ponen al personal. Queremos evitar que eso suceda, porque la única forma de preservar el patrimonio es que quienes trabajen con él estén cuidados y con buenas condiciones de trabajo”, sostienen los trabajadores, que se declaran en estado de “alerta” frente a un contexto tan hostil.

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