HISTORIETA › EL DIBUJANTE OSCAR ZARATE Y “FLY BLUES”, QUE DEBUTA MAÑANA EN FIERRO
El notable ilustrador habla de su trabajo junto a Carlos Sampayo, en el que cruza a un trompetista de jazz con la violencia en las grandes ciudades: una historia que atrapa desde el guión y desde una belleza visual que asombra.
› Por Lautaro Ortiz
Que la Fierro de este mes viene pesada es un hecho fundado en las novedades de la edición que saldrá mañana junto a Página/12. La primera: se reedita en libro después de 16 años (en la Colección Continuará...) Ministerio, historia de rebelión futurista escrita en los ’80 por Ricardo Barreiro y dibujada por el maestro Francisco Solano López (ver recuadro). La segunda: aparece el primer capítulo de ‘Fly Blues’, de Carlos Sampayo y Oscar Zárate, historia que transita el mundo del jazz al mismo tiempo que hace pie en la violencia en las grandes ciudades. Y que la edición de marzo esté así, densa, es culpa en parte del dibujante Oscar Zárate, que vino de Londres (donde vive) y se puso a pensar en cómo dar a conocer este trabajo recién editado en Francia por el sello Futuropolis. Lo hizo desde su natal Ituzaingó, refugio donde además de “regar las plantas, hablar con mis vecinos, ver a mis amigos, amargarme con el techo que cada vez que llueve fuerte filtra humedad”, se encuentra trabajando en una habitación “con una luz hermosa para mis acuarelas”. Ahí es donde hay que poner el ojo cuando se abra esta Fierro: en esa luz que Zárate supo robar para iluminar una historia que gira sobre la última jornada de un viejo trompetista de jazz, explícito homenaje al gran Kenny Dorham.
Gráficamente (mírese la técnica, la acuarela, el pincel), “Fly Blues” es sin duda una de las grandes obras de la historieta argentina. Zárate lo presiente: “Le tengo mucho cariño a este trabajo”, dice. Solo eso, porque Zárate es un tipo humilde, silencioso. Tan bajo perfil que muchos de los nuevos lectores de esta segunda etapa de Fierro se sorprenderán al leer que el dibujante fue el creador de la novela gráfica “A Small Killing” (“Un pequeño asesinato”) escrito por el guionista Alan Moore. Dueño de un dibujo personalísimo, de pura técnica, de mirada sutil, Zárate es sobre todas las cosas un creador de silencios: toda “Fly Blues” está llena de ellos (como los hacía Kenny Dorham con su trompeta) en contraposición con la violencia y el ruido de las grandes urbes. Una historia tan misteriosa como el vuelo de una mosca, el punto de partida de “Fly Blues”.
–¿Cuál fue el origen de esta nueva historia?
–Todas mis historias tienen distintos orígenes: a veces es una imagen recurrente o una frase, un sentimiento o la necesidad de articular una confusión, una experiencia propia o prestada, algo absurdo e ilógico. Hasta que llega el momento en la cual me digo “esto es lo que yo quiero dibujar”, y de ahí en adelante es tratar de darle una lógica posible a lo ilógico.
–¿Y en este caso qué fue lo que quería dibujar?
–Yo quería trabajar con una mosca. Una amiga me comentó que su hija se había tragado una y, en vez de preocuparse por lo que podía sucederle, la nena pensaba en si la mosca respiraría o si tendría hambre. Me acordé entonces de “El vuelo del moscardón” de Korssakoff y pensé en mi amigo, el escritor Carlos Sampayo. De ahí en adelante los dos, Carlos y yo, empezamos a edificar una historia.
–Hay en “Fly Blues” varias lecturas, pero sobre todo una mirada sobre la violencia, la intolerancia en las grandes ciudades...
–Hay varios puntos: la música, el jazz, la amistad, la capacidad que tiene el ser humano de construir hermosos artefactos y también de destruir. La violencia, la violencia banal, todos estos componentes se filtran en las páginas de “Fly Blues”. De todos mis libros, éste es el que contiene más violencia física, la violencia que mata. Una de mis preocupaciones es cómo ilustrar la violencia, no como una pieza más de entretenimiento sino como algo que es final. Final de la vida de un ser humano. Por ejemplo, en el cine de Hollywood, por ausencia de imaginación, se especula con la violencia; hay violencia sin contexto, el contexto es entretener, manipular. Y a veces las historietas servilmente acompañan a Hollywood. Violencia como hermosas piezas estéticas que nosotros aceptamos con una sonrisa benevolente.
–En este primer capítulo de “Fly Blues”, hay una secuencia donde una pandilla ataca al viejo trompetista en un baño y mientras le pegan, lo filman. Es una cita directa de lo que sucede actualmente en Inglaterra, ¿no?
–Sí, hay un tono contemporáneo en la historieta. Está ese inmenso abuso físico y humillación que se ve en algunos países europeos, definitivamente en Inglaterra. Se da a menudo que las pandillas abusan de una persona para quitarle dinero, para golpearla, y el broche final es un sopapo en la cara de la víctima: por supuesto que lo filman con sus teléfonos móviles para divertirse después y pavonearse con sus cómplices.
–¿Cómo es su forma de trabajo con los guionistas? ¿Cómo es con Sampayo, cómo con Moore?
–Con Carlos es lenta, muchos encuentros, muchas charlas, muchos intercambios de ideas, es un proceso creativo compartido un ciento por ciento, hasta que llega el punto en donde ya Carlos puede escribir el guión y yo me pongo a dibujar. Y a veces volvemos atrás. Esta es la manera que a mí me interesa trabajar en historietas, compartir la fábula, el sueño, la pesadilla. Carlos y yo nos conocemos desde nuestra tardía adolescencia, a través de los años hemos trabajado juntos esporádicamente, pero en los últimos cinco lo hacemos con continuidad. Casualmente estoy acá, en Ituzaingó, dibujando nuestro tercer libro con el título provisional de El quiebre. Con Alan Moore trabajé de la misma manera que con Carlos. Tenía varios componentes y una idea muy fuerte de lo que quería contar. Alan se interesó por el tema y de ahí en adelante, el mismo modo de trabajar: mucha charla, mucha cerveza compartida (hoy, para Alan la vida no ha cambiado mucho, sigue tomando mucha cerveza en nuestros encuentros, pero yo ahora tomo agua mineral) así y construimos “Un pequeño asesinato”, que dentro del trabajo de Alan es algo único, una historia sin género, ficción pura. Me gusta encontrarme con Alan, en cada encuentro pensamos en historias que nunca vamos a publicar: él está escribiendo su gran novela y yo estoy ocupado con mis historias.
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