HISTORIETA › DONALD SOFFRITTI Y LAS VIñETAS DE COMICS CUESTA ABAJO
“El superhéroe deja de ser en el momento en que el peso de la realidad se vuelve más fuerte que el de la fantasía”, dice el autor italiano, que encontró una veta exitosa en sus retratos de personajes legendarios achacados por el paso del tiempo.
› Por Facundo García
Ni siquiera los superhéroes pudieron sustraerse a la lógica capitalista, y así llegó el día en que Disney compró Marvel Comics. Desde hace unas semanas, cinco mil personajes –entre ellos El Hombre Araña y los X-Men– comparten habitación con Mickey. ¿Se unirá alguna vez el Hombre de Acero a las zonceras de Tribilín? Quizá no falte mucho. Mientras tanto, el italiano Donald Soffritti imagina escenas que ilustran el difícil momento que atraviesan los otrora invulnerables paladines del bien. Su libro Superheroes’Decadence salió a comienzos de este año y en breve tendrá una segunda parte que promete seguir describiendo las fechorías que perpetra un villano aún más implacable que el mercado: el tiempo.
La premisa es sencilla. Después de todo, la capacidad de volar, convertirse en piedra o correr a grandes velocidades jamás implicó zafar de la escoliosis, el Parkinson ni las arrugas. “A partir de hacerlos envejecer se abrió un camino. Y como el asunto me divertía, lo seguí”, cuenta Soffritti, tomándose un respiro en su estudio de Bolonia (Italia). “El primero que me vino a la cabeza fue Superman. Verlo con panza, pelado y con el vicio del pucho era traerlo a la normalidad, desacralizarlo. La idea era expresar que los verdaderos héroes de hoy son los trabajadores que llegan a fin de mes con sueldos míseros, intentando sobrevivir ante una sociedad hostil. Porque el superhéroe, en definitiva, deja de ser tal desde el momento en que el peso de la realidad se ha vuelto más fuerte que el de la fantasía. De ahí su decadencia.”
Soffritti obtuvo su título de grado en Arte y Pintura en 1990, y luego se dedicó de lleno a las historietas. A sus cuarenta y dos años, está disfrutando de un reconocimiento que le resulta un poco sorpresivo. Lleva más de una década dibujando al Pato Donald en la Disney italiana, acaba de concluir el segundo volumen de una exitosa serie infantil francesa –Toutou & Cie.– y otras creaciones suyas se comercializan en varios países de Europa. No obstante, es la segunda entrega de Superheroes... la que parece estar despertando mayor interés entre los lectores.
Nada distrae al creador en su ataque a los talones de Aquiles posmodernos. Tanto los grandes de DC –Superman, Batman, Aquaman– como los de Marvel –Capitán América, Hulk– ya pasaron por el filtro de su mirada, que según palabras del propio humorista parte del rastreo de “cierto perfil psicológico y puntos débiles”. “Cada detalle que incluyo tiene que ver con una característica que ha sido proyectada con lógica. No es fácil. Dedico muchas horas a documentarme para descubrir el gag que más cuadra. Es más, todavía me quedan decenas de héroes que no he ilustrado porque no di con una broma que me convenciera”, se sincera el entrevistado.
Cuando su pluma da en el blanco, el resultado queda grabado en la mente como si fuera un estribillo pegadizo. Gatúbela perdiendo la dentadura postiza, el hombre murciélago en una batisilla de ruedas, Flash rajando al baño con un papel higiénico: hay una fascinación atávica en ver cómo se desmoronan quienes aparentaban ser infalibles. La caída, por lo demás, excede en mucho lo que muestran los dibujos. Recientemente el guionista de la prestigiosa serie Fables, Bill Willingham, escribió una columna titulada “Todavía con algo de ‘súper’; aunque perdiendo aquello de ‘héroes’”. El autor se quejaba de que los exponentes más mentados del género se ablandaron. Ya no sienten orgullo de ser estadounidenses. Superman –contó– aún menciona estar luchando ‘por la verdad y la justicia’, pero ya no remata con su célebre línea: ‘Y por la forma de vida norteamericana’”. En consonancia, el Capitán América de Marvel pasó una buena parte del capítulo posterior al atentado a las Torres Gemelas disculpándose ante el terrorista contra el que estaba luchando, y explicando que los yanquis no eran la potencia cruel que participó de la Guerra Fría. “Hemos cambiado, hemos aprendido. ¡Mi gente no sabía nada!”, aseguraba el musculoso de escudo estrellado. Para el conserva Willingham la señal era lapidaria. “Los viejos ideales de coraje y patriotismo, basados en una virtud profunda y un código rígido, están fuera de moda”, resumió.
En esa nueva era, la propuesta de Donald calza sin esfuerzo. “La reacción del público –retoma el ilustrador– ha sido maravillosa e inesperada. Aparecieron tipos de todo el mundo pidiéndome que hiciera envejecer a tal o cual, y no quise seguir sus sugerencias porque sentía que iba a robar ideas. Hubo uno, incluso, que encontró una Mujer Maravilla ‘real’ casi igual a la que yo había hecho y me mandó la foto. ¡Puaj! Prefiero la mía, ¡al menos era de ficción!”.
* Más información en donaldsoffritti.blogspot.com.
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