Vie 10.09.2010
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HISTORIETA  › JUAN GIMENEZ, EN LA FIERRO QUE SALE MAÑANA JUNTO A PáGINA/12

De regreso a la aventura medieval

El dibujante radicado en España, que les puso imagen a los nueve volúmenes de “La casta de los Metabarones” –con guiones del chileno Alejandro Jodorowski–, adelanta en el número 47 de la revista su nueva serie “Yo, Dragón”.

› Por  Lautaro Ortiz

No es casual que, a poco de cumplir cuatro años de vida, Fierro sea parte de lo que actualmente algunos críticos llaman “una primavera de la historieta argentina”: festivales, exposiciones, homenajes, edición frecuente de libros por parte de los grandes sellos y hasta la inclusión de esa forma artística en lugares insospechados como lo son los suplementos literarios. Signos alentadores que, sin embargo, no dejan de ser el reflejo de lo que es capaz de generar la edición periódica de una revista dedicada exclusivamente a la producción de historieta y al desarrollo del talento de dibujantes locales. Porque sin revista no hay historieta.

Y sin Fierro no habría un Paolo Pinocchio tan descaradamente humano como el que dibujó Lucas Varela para la tapa de la edición 47, que mañana sale con Página/12. Tampoco nadie se enteraría, a través de Esteban Podetti y Diego Parés, de las locuras del mítico Robert Crumb durante su visita al país. Y, por supuesto, ningún lector podría seguir con tanta atención series como “Angela della Morte”, de Salvador Sanz; “Sur salvaje”, de Eduardo Santellán, o “Los años de plomo”, de Quattordio.

De todas maneras, el plato fuerte de la Fierro de este mes sin dudas será el que propone el dibujante mendocino Juan Giménez, quien tomó por asalto el suplemento Picado Grueso, para mostrar ocho páginas –secuencia gloriosa de una batalla creada en “color directo con base de tinta, lápices y acuarela líquida”– de su más reciente obra titulada “Yo, Dragón”, que editará este año el sello Lombard de Bruselas, Bélgica. Creador de series como “As de Pike” (que recuerda a la gloriosa “Amapola negra”, de Oesterheld y Solano López) y “Estrella Negra” (ambas con Ricardo Barreiro como guionista), y de los nueve tomos de “La casta de los Metabarones” junto con el chileno Alejandro Jodorowsky, Juan Giménez regresa con motivo del homenaje a su obra que prepara su ciudad natal en una mega retrospectiva que se llevará a cabo a fin de mes en El Espacio Contemporáneo de Arte (ECA), dependiente de la Secretaría de Cultura de Mendoza. La exposición formará parte de la primera Convención del Noveno Arte: “El ECA se viste de historieta”.

Premiado con el Yellow Kid en 1990 y el Bulle D’Or en Francia en 1994, entre otros galardones, el dibujante comenzó su carrera profesional a los 16 años, atraído por el cine de guerra norteamericano. Aficionado a las motos y a la aviación, decidió a mediados de los años ’70 radicarse en España: “Llegué a Europa –comenta– por el interés personal de conocer otros países, pero además fui atraído por la intriga de probar suerte con mi profesión de dibujante. España significaba en aquel entonces, por lo familiar y cercana, lo menos traumático para efectuar un traslado casi permanente y ampliar mi experiencia profesional, teniendo a mano capitales como París o Roma como posibles potentes fuentes de trabajo”.

Desde tierras extrañas, Giménez desarrolló no sólo técnica y potencia narrativa, sino algo mucho más importante, que Carlos Trillo describió de manera impecable: “Hay en Giménez un escenógrafo de iné-ditos pero verosímiles paisajes, un coreógrafo capaz de orquestar el movimiento intergaláctico con precisión de rayo láser, un tipo profundamente humano que sabe exprimir las expresiones de sus criaturas para hacer que el sufrimiento, el amor, el goce sean de una abrumadora y sinfónica profundidad”. Esa sinfonía de paisajes de futurismo pesadillesco tal vez tenga que ver con cierto nomadismo en la vida de Giménez durante sus años argentinos. Córdoba, Chaco, San Juan y Tucumán son algunas de las provincias donde vivió su etapa de estudio en el dibujo y que de alguna manera se colaron en la creación de sus mundos fantásticos. “En realidad, todas esas provincias, y algunas más, me dieron en mi primera etapa de vida no sólo la posibilidad de hacer grandes amigos, sino también tener una visión más amplia del mundo que me rodeaba”, sostiene Giménez. “La influencia de esos lugares creo verla en el desarrollo de la imaginación y en ese deseo aventurero que uno lleva impreso. Es probable que aquellos lugares estén de alguna forma presentes cuando uno comienza a expresar con lápiz y papel a través del cuadrito a cuadrito su visión del mundo.”

–¿Qué tipo de trabajos se expondrá en Mendoza?

–El objetivo de la exposición es mostrar de la forma más amplia posible toda la gama de trabajos en historietas e ilustraciones que he realizado desde mediados de los ’70 hasta ahora. La idea de la muestra surgió afortunadamente del deseo de un grupo de profesionales locales y entusiastas que quieren dar a conocer aún más el mundo de la historieta y que buscan que este medio de expresión esté presente en nuevos círculos culturales.

–¿Qué evaluación hace usted de la relación de trabajo entre el guionista y el dibujante?

–Le voy a hablar de mi experiencia personal con, por ejemplo, Ricardo Barreiro. Sus guiones eran escritos como me hubiera gustado escribirlos a mí en aquella época. Barreiro me permitía hacer lo que quisiera con ellos tanto en imagen como en el ritmo narrativo. Esa simbiosis y libertad de movimientos se nota mucho en los trabajos que hicimos juntos. El tema pasa, según mi opinión, porque el dibujante tenga libertad de movimientos. Pero, en definitiva, siempre es cuestión de tener una buena idea bajo del brazo y lanzarse a realizarla.

–¿Qué cambio supone “Yo, Dragón”, que se presenta en Fierro, con respecto a su obra anterior?

–Después de hacer, en estos últimos años, mayormente historias dentro del mundo de la rutinaria ciencia ficción, creí necesario un descanso “estético medieval”. Eso era asumir la complicación y ese riesgo del que hablábamos antes, y en un principio tuve la sensación de haberme metido en un maravilloso berenjenal del trabajo intenso, con un guión largamente madurado que fue escrito y dibujado a lápiz hasta la mitad del libro 3 y, por ahora, último de la serie. “Yo, Dragón” es una historia con la que me siento cada vez más cómodo dentro de la piel

escamada de un dragón, especialmente porque se vuela de maravilla; casi, casi como si fuera un Spitfire MK IX.

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