HISTORIETA › ENTREVISTA A LOS DIBUJANTES BRASILEÑOS RAFAEL ALBUQUERQUE Y RENATO GUEDES
Ambos son invitados de lujo de la segunda edición de la Convención Internacional de Historietas Crack Bang Boom, que se realiza en Rosario. Guedes ha hecho a Superman y Wolverine; Albuquerque dibujó el primer guión escrito por Stephen King.
› Por Andrés Valenzuela
Desde Rosario
“Señor, disculpe, me dibuja...”. La nena tiene unos 7, quizás 8 años. Hace una pausa, duda un instante y finalmente le señala el rostro de Wolverine, el mutante de garras de adamantium que Hugh Jackman interpretó en el cine. Rafael Albuquerque intercambia una mirada cómplice con su colega Renato Guedes y pone manos a la obra, aunque se trata de un personaje que jamás trabajó. Con una microfibra va soltando trazos y el rostro característico del “superhomme” –como se refieren los brasileños a los superhéroes– va cobrando forma en una hoja especial para la recolección de firmas y dibujos que hay en el catálogo de la Convención Internacional de Historietas Crack Bang Boom, cuya segunda edición se realiza en Rosario.
Albuquerque y Guedes, brasileños ambos, son dos de los invitados internacionales del festival rosarino que comenzó el jueves y termina hoy. Comparten cartel con figuras como el escocés Frank Quitely (ver aparte), el español José Villarubia, el cazatalentos de Marvel Comics C. B. Cebulski, el también brasileño Rafael Grampá, y una multitud de argentinos, entre quienes se destacan Oswal (Sónoman, homenajeado en esta edición), Enrique Breccia, los hermanos Max y Sebastián Fiumara, Gustavo Sala, Diego Parés, Gabriel Ippóliti y Max Cachimba. A todos es posible encontrarlos a partir de las 14 en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC, Paseo de las Artes y el Río), o alguna de las otras sedes del festival (ver aparte). También anda por esos mismos pasillos Eduardo Risso (Bolita, en la Fierro, junto al recientemente fallecido Carlos Trillo), cabeza de la organización del evento y reconocido internacionalmente como uno de los mejores dibujantes del medio, con importantes premios internacionales.
Los brasileños forman parte de la creciente presencia de artistas del gigante sudamericano dentro del mercado norteamericano de comics. Tras pasar por varios títulos, el primero está a cargo de lápices y tintas de American Vampire, una serie de la línea Vertigo, de DC Comics, en la cual tuvo el orgullo de ilustrar la primera experiencia directa de guión de historietas del escritor Stephen King. Guedes hizo un recorrido más “clásico”, y abordó ya varios personajes icónicos del panorama estadounidense, como Superman, Supergirl (Superchica) y, ahora, Wolverine. Los lectores argentinos tienen una experiencia directa y en español con los dibujos de Guedes, pues su trabajo con el integrante de los X-Men está siendo editado en la Argentina por la editorial OvniPress. Entrevistados por Página/12, ambos reconocen su origen autodidacta y, sobre todo, su insistencia al hacer una página tras otra para practicar y formarse. “Estudiando, mirando comics, practicando, fue bien empírico”, explica Guedes, mientras Albuquerque sintetiza su fórmula en dos palabras: observación y práctica.
Aunque se adaptaron bien al mercado estadounidense, señalan que tiene enormes diferencias con el brasileño. Allí, dicen, la historieta como industria es casi inexistente, aunque abundan los dibujantes y las publicaciones independientes. Paradójicamente, una de las revistas más exitosas de Brasil es Turma da Monica, una historieta para niños que vende 400.000 ejemplares por número. Esa cifra le causaría vértigo a cualquier editor del mundo, incluido a un norteamericano (en Estados Unidos los comics mensuales más populares rondan ventas de 100.000 ejemplares, según las estadísticas del sector). “Sucede que Turma tiene ya cincuenta años –aclara Guedes– y se convirtió en una franquicia que está en todos los productos: si quieres comprar una manzana, puedes comprar las manzanas de Mónica.” Sorprendentemente, allí no consiguieron generar un mercado a partir de esa historieta y ambos reconocen con tristeza que la mayoría de los dibujantes debe buscar su sustento en otras disciplinas como la ilustración, el diseño, o la publicidad. O, como ellos, buscar trabajo fuera del país. Con matices (les cuesta entrar a los mercados europeos, por ejemplo), su experiencia es similar a la de sus colegas argentinos. “La mayor parte trabaja para Estados Unidos y la transición de un mercado al otro nos resulta fácil porque consumimos desde siempre su historieta, también es parte de nuestra cultura”, reflexiona Albuquerque.
Claro que, como industria de producción frenética, el circuito norteamericano es muy exigente con los plumines, sin importar su pasaporte. Los ayuda la experiencia de generaciones previas. “Los primeros brasileños que empezaron allí publicaron en el ’89 –cuenta Guedes–, así que veinte años después ya tenemos referencias del mercado, sabemos cuáles son los caminos y nos ubicamos mejor profesionalmente. Para Albuquerque, elogiado allí por su versatilidad estilística, también se juegan cuestiones técnicas y artísticas. “Nuestra generación está más madura con su estilo. Las anteriores tenían la cultura de copiar otros estilos para adaptarse, la nuestra es consciente de que debe tener su propio estilo para trabajar”, destaca. Su compatriota pone la experiencia en común con sus colegas argentinos: “Los norteamericanos se especializan en los lápices, las tintas o el color, en cambio los latinoamericanos tenemos que hacer todo eso, publicidad, diseño, ilustración y otras cosas para vivir del dibujo, del arte. Y esta experiencia es la que nos lleva adelante”.
No será la primera ni la última referencia que harán a los colegas nacionales, a quienes reconocen como una influencia importante en su aprendizaje. Los nombres salen rápidamente, en especial de parte de Albuquerque, que señala en cada entrevista el papel en su formación de sus lecturas argentinas e italianas. Los Breccia (Alberto y Enrique), Eduardo Risso, Marcelo Frusín, Leandro Fernández y Carlos Nine figuran a la cabeza de sus influencias. Ahora, ya profesionales, comparten pasillo con varios de ellos en Rosario. “No son fáciles de encontrar en Brasil, pero sus trabajos están allí para quien los busca”, avisa Albuquerque.
Aunque hay caminos comunes, cada dibujante sigue su propia senda sentado ante el tablero de dibujo. Guedes, por ejemplo, cobró notoriedad rápidamente cuando sorprendió al mercado con su propia interpretación de Superchica. Algunos pequeños cambios a la imagen prototípica bastaron para generar cierta polémica. Ni siquiera necesitó cambiar el traje de la jovencita kriptoniana. Le bastó con agregarle un shortcito bajo la pollera roja, reducirle el busto y darle unos rollitos saludables. Con eso bastó para romper con el estereotipo dominante en el comic de superhéroes, que propone mujeres de curvas imposibles y –a la vez– con músculos capaces de romper vigas de acero. “Algunos fans odiaron los cambios, pero a muchos otros les gustó”, recuerda Guedes, y señala que un colectivo de comiqueras, agrupadas en su portal (http://girl–won der.org/, dedicado a superheroínas) lo apoyó todo el tiempo con una catarata de mails. “Hasta me regalaron camisetas y merchandising del sitio”, sonríe.
La oportunidad de hacer una superheroína más accesible llegó con una buena cuota de azar. “Estaba esperando para trabajar con Superman, pero tenía que esperar tres meses y el editor me propuso hacer esto en su lugar”, explica. “Me dijo que me fijara qué podía hacer, que no la dibujara muy sexy porque estaba siendo criticada por ello.” El personaje tiene unos 17 años, y eso planteó Guedes: hacer una Superchica que lo reflejara, que pudiera identificar a las lectoras. “Intenté que fuese real, a una parte de los fans les encantó esa visión”, asegura. Hoy Guedes se destaca en Wolverine. Allí, el primer arco argumental, en que el alma del personaje es enviada al infierno, lo retrotrajo a sus primeros trabajos como ilustrador, que fueron, curiosamente, en una revista religiosa de su país.
Albuquerque, en cambio, llamó la atención primero por su trabajo en la discreta serie Blue Beetle, en que el superhéroe enmascarado es un latino que reside en Estados Unidos. Es, asegura, el personaje que más le piden los lectores argentinos en esta convención. “Creo que DC me encargó el personaje por ser brasileño, porque le daría alguna cosa más latina al personaje, que es mexicano, y entre los semblantes de México y Brasil hay muchas cosas en común”, considera, y entiende que seguramente él comprendía eso mejor que sus pares al norte del río Grande.
Sin embargo, el trabajo que le valió la atención de todo el mundo y nominaciones a distintos premios llegó de la mano de una pluma fundamental de la literatura de terror: Stephen King. El autor de Carrie, It y otros clásicos actuó como guionista invitado de la serie American Vampire, en su primera experiencia directa con el guión de historieta (otros habían adaptado ya textos suyos, con su anuencia). “Sus guiones eran más como libros, aunque sabe mucho de la dinámica de la narración, sus indicaciones eran muy literarias”, explica sobre las instrucciones que, en ocasiones, llegaban a proponer viñetas demasiado sobrecargadas que dificultaban la narración. “Era difícil trabajar sus guiones y tuvimos que cambiar algunas cosas, pero al mismo tiempo fue muy rico leer el modo en que los escribía, transmitía muy bien la intención de lo que quería contar.”
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