HISTORIETA
A Crist se lo conoce más por sus viñetas de tinta furiosa y gruesa que por historietas y relatos extensos. Este libro recopila justamente esos otros trabajos. Los hay publicados en Hortensia, Feriado Nacional, Trix y Fierro (ambas etapas), entre 1974 y 2007 y, de yapa, algunas páginas inéditas, junto con un prólogo en que Germán Cáceres analiza las influencias del cordobés y una entrevista en la que recorre su carrera. El juego de las influencias reaparece en las mismas historietas, en las que el autor homenajea a Milton Caniff, Hugo Pratt y aborda la obra de colegas admirados, como José Muñoz. Además de su trazo reconocible, aquí Crist entremezcla fotografías y montajes para construir sus relatos.
El lector se encariña con un personaje y Urasawa lo limpia. En el relato, continúa el juego de investigaciones sobre el Dr. Tenma, héroe de este policial, y Johan, mente criminal y auténtico protagonista de la historia. Hay un manejo sutil de las motivaciones y los ardides de los personajes, una construcción inteligente de la trama, aunque por momentos la psicología de los personajes resulta un poco lineal. En la faz gráfica, Urasawa ahonda en su dibujo súper detallado, de claras referencias fotográficas, pero también ascético. El autor realmente “limpia” a sus personajes. En este tomo la principal muerte ocurre fuera de cuadro y el lector se entera por elipsis. Una historia para seguir.
Nuevo fruto de la colaboración entre Santullo y Vergara para el blog colectivo Historietas Reales, y nueva exploración gráfica de Vergara, trabajando aquí a lapicera (aunque coloreando en digital). La dupla cuenta la historia de una comunidad aislada que sigue un régimen interno muy estricto, con un “pacto” jamás debidamente aclarado, pero que deviene en el canibalismo. La supervivencia, la crueldad y las concesiones hacia el poderoso son asuntos recurrentes en sus páginas, que se entrelazan con otro relato, de dos militares y la represión social. La comunidad es, además, la primera publicación del colectivo editorial Mojito, que reúne sellos argentinos y uruguayos.
Unos abuelitos y unas monjas que viven en un antiguo puterío deben enfrentar y detener –como advierte el título– el Apocalipsis inminente. Una historia sencilla, algo kitsch, que recuerda en mucho a cierto cine under español y a muchas producciones japonesas más cercanas a la sección Nocturna del Bafici que a la Sala Lugones. Aquí las monjitas son de armas tomar (y, siguiendo la línea estética, también de usar escote, portaligas y corte de cabello a la moda). En su sencillez y sin mayores pretensiones además del entretenimiento, Cortés apunta una moraleja –algo inusual en su obra–, advirtiendo el valor de los vecinos sexagenarios y sus virtudes, más allá de cuánto aparenten ser normales.
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