Sáb 28.06.2014
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HISTORIETA  › SEGUNDO TOMO DE ANGELA DELLA MORTE, DE SALVADOR SANZ

Lucha por dominar la muerte

El volumen cierra la saga de ciencia ficción más interesante de la historieta argentina de la última década. Aquí, la historia deja un poco de lado la cuestión de la incomodidad de los cuerpos: no hay tiempo para preocuparse por dos kilos de más cuando los tiros vuelan.

”Salvador Sanz cuestiona la moralidad de las corporaciones, el uso de los avances científicos y, sobre todo, la incomodidad del hombre con su cuerpo.” Esas líneas pertenecen al artículo que esta sección le dedicaba al primer volumen de Angela della Morte en junio de 2011. Tres años, y más de 140 páginas publicadas en Fierro después, aparece el segundo tomo con el arco argumental que cierra la saga de ciencia ficción más interesante de la historieta argentina de la última década.

Si el primer tomo estaba atravesado por la relación de la protagonista con su(s) cuerpo(s) y las complicaciones propias de una transmigración forzada de almas, ese tema se diluye aquí. Lo que preocupa a Sanz ya no es tanto cómo los demás perciben la imagen que proyecta la protagonista, sino cómo se entablan las relaciones. En este sentido, el autor corre el foco pero se mantiene en el mismo horizonte temático. Sigue habiendo en esa elección –consciente o no– una preocupación de época: ¿hasta qué punto se puede conectar con el otro si no hay contacto físico?

En este sentido también se orienta el desarrollo de la historia que propone Sanz. Desde luego, el autor mantiene ciertos elementos, como la cuestión de la manipulación del alma y la identificación de la maldad como una sustancia mensurable. Pero si en la primera parte se narraban las misiones de Angela y sus compañeros de Laboratorios Sibelius en la puja por el desarrollo de las tecnologías para tratar con ambas sustancias, en este volumen el lector se encuentra a la protagonista capturada por el Gobierno Fluo y sometida a distintas operaciones para “extirparle” su maldad. La trama se complejiza cuando el método supone embarazar a Angela y concentrar toda esa “sustancia gris” en su hijo.

Las consecuencias de esa operación permean el libro y constituyen el nuevo eje del personaje, mientras los Fluo se acercan a la victoria. Así las cosas, las misiones de ambos bandos se vuelven más urgentes y, consecuentemente, la historia deja un poco de lado la cuestión de la incomodidad de los cuerpos: no hay tiempo para preocuparse por dos kilos de más cuando los tiros vuelan.

Nuevamente Sanz descuella en lo gráfico. En su línea de tintas y grises digitales consigue reunir la frialdad corporativa con el salvajismo sensual de los animales exóticos. Del Amazonas a la Luna, en Angela della norte al lector le queda claro que, aunque sea subterránea y ocurra por fuera de la vista pública, la batalla entre las dos corporaciones es completa: la disputa es por el dominio de lo más elemental y definitivo (la muerte) y por lo tanto su lucha no puede sino extenderse a la totalidad del territorio ocupado por el ser humano.

Además, retoma sus momentos mejor logrados de “mechas” (tomados de la tradición del manga) y secuencias de acción. Lo único que se podrá objetar a la construcción que propone el autor es la elección del arma que mata las almas: una guadaña. Por predecible, el topos de la muerte esquelética con la hoz –aun reversionada con ánimo cibernético– no está a la misma altura del tratamiento que Sanz ofrece sobre los tópicos que visita. Desde luego, esto no deja de ser materia opinable: los defensores del dibujante podrían bien argumentar que en una historia que gira en torno a la disputa por la pervivencia de las almas, nada mejor que una guadaña para liquidarlas definitivamente. De cualquier modo, este detalle no supone un obstáculo importante para la lectura de una de las mejores historietas del año.

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