HISTORIETA › BALANCE DE LA TEMPORADA 2014 EN EL MUNDO DE LAS VIñETAS
El final de año encuentra al sector mucho más optimista que al comienzo, cuando el aumento en el precio de los insumos hizo temer por la producción nacional. Pero el balance indica un aumento en la producción, que se suma al saludable ruido de los festivales.
› Por Andrés Valenzuela
@Un balance periodístico se “escribe” en doce meses. Es decir, se tipea en uno o dos días, pero se produce a lo largo del año. Diciembre, en todo caso, oficia de catalizador para ordenar las ideas y pasar en limpio lo sucedido. En ese sentido, los primeros meses suelen condicionar una mirada sobre el sector de la cultura que a veces queda desmentido al ponerse frente a los datos duros. Es el caso de la historieta en 2014, que empezó con tonos sombríos y acaba exultante.
Hacia marzo, mes de habitual reactivación en el mercado editorial, la publicación local estaba prácticamente quieta. El mini-shock devaluatorio de enero impactó sobre los precios de los insumos como el papel, y las imprentas no sólo trasladaron, sino que incluso recargaron los costos a las editoriales, que contuvieron sus impulsos de publicar hasta ver más claro el panorama. Como resultado, el primer trimestre fue tan discreto en lanzamientos que parecía que por primera vez en un lustro caería el volumen de publicaciones. Por eso sorprenden estas líneas: la cantidad de historietas publicadas de autores argentinos creció un 13 por ciento respecto de 2013.
A ese aumento de la oferta es indispensable agregar la enorme afluencia de público que tuvieron los principales festivales del sector, tanto en el mes cuasi mágico que enlazó Crack Bang Boom (Rosario) y Comicópolis (en Tecnópolis), como la más reciente Argentina ComicCon (Buenos Aires). Tampoco puede soslayarse la importancia que tuvo 2014 para la organización del sector, aun con todo el camino que falta por recorrer: entró en actividad la Asociación Argentina de Editores de Historieta, por un lado, y el colectivo Dibujantes Trabajando consolidó su organización y consiguió la creación de un Instituto Nacional de Artes Gráficas, aprobado por el Congreso de la Nación a partir de un proyecto nacido del trabajo colectivo de los autores.
Al cierre de esta edición, Página/12 contabilizaba 132 títulos publicados de autores nacionales. La cifra merece algunas consideraciones: no considera reediciones ni reimpresiones y toma a las publicaciones periódicas como un único título, a efectos de la cuenta. Es decir, los 12 números anuales de la revista Fierro (la nave insignia que, editada por Página/12, es la referencia insoslayable) suman “1” a la lista general. Tampoco considera hipotéticos libros de autores argentinos publicados en el exterior e importados, descarta aquellos sin ISBN o un mínimo plan de distribución, aunque sea en el circuito de librerías especializadas. Tampoco tiene en cuenta a los libros que hablan sobre historieta (este año hubo unos cuantos más que de costumbre, también) y no incluye ni el manga ni el comic norteamericano de superhéroes. La cifra provisoria de 132 tampoco es exhaustiva: se alcanza con el seguimiento anual de las editoriales y la consulta directa a éstas para cuando el año está prácticamente cerrado. Pero siempre puede haberse pasado alguna publicación bajo el radar, merced del enorme y diverso panorama editorial que tiene Argentina. Es decir: la cifra final de publicaciones puede ser todavía más alta.
Para poner aún más en perspectiva el “132”, vale considerar que en 2010 y 2011 la misma estadística señalaba 87 y 89 títulos. Es decir que en tres años el volumen se expandió un 52 por ciento. En 2014, entonces, se publicó 13 por ciento más de títulos respecto de 2013, cuando se lanzaron 117 novedades de autores argentinos. Las cifras merecen un matiz: la cuenta se engorda por el salto que pegaron distintos proyectos, antes más pequeños, apuntando a una mayor profesionalización. Varios proyectos autogestivos que se limitaban al fanzine tomaron en 2014 la decisión de dar un salto de calidad, algunos publicando de a varios libros para abaratar costos en imprenta, pero también para acceder en mejores condiciones a los circuitos de distribución. En contraste, otras editoriales más dinámicas presentaron uno o dos títulos menos, mientras emparejaban las cuentas de enero pasado. Que así y todo el sector haya crecido en volumen de títulos no deja de ser una buena señal.
Faltan –y esto se repite en estas líneas cada año– más estadísticas y más completas, por ejemplo, incluyendo tiradas, volúmenes de ventas y demás datos útiles para medir la salud de una industria cultural. Función de ello debería ser de la AAEH, aunque no incluya a todas las editoriales que publican historieta, o del todavía no reglamentado INAG, para poder proponer políticas de Estado acordes a la coyuntura. Como en otros aspectos, aquí también el campo de la historieta tiene una cuenta pendiente con mayor formalización y profesionalización del campo.
Los números también les sonrieron a los festivales. El rosarino Crack Bang Boom aumentó un 30 por ciento su cantidad de entradas vendidas y alcanzó casi los 20.000 asistentes. A estos números fríos se pueden sumar dos fotos que las redes sociales multiplicaron en el mundillo. Una, tomada por uno de los organizadores del encuentro. Se trataba de una foto en varias tomas de la fila para comprar la entrada: la fila era tan extensa que no entraba en la panorámica. La otra la tomó el ganador del concurso de cosplay, una “selfie” que lo mostraba en la pasarela y la multitud cubriendo la rambla rosarina hasta donde se perdía la vista.
En Comicópolis, los guardias de la puerta contabilizaron 90.000 cabezas en cuatro días. Y seguro, puede cuestionarse a la cifra que hay muchas cabezas repetidas, que salen de un galpón a otro, pero las ventas excepcionales de los stands, que en muchos casos agotaron su stock, dan una idea cabal del volumen de gente que pasó por ese sector. En cuanto a Argentina ComicCon, con entradas bastante más onerosas que otros eventos, aunque también ampliando su oferta temática para incluir al universo audiovisual, se vendieron 35.000 tickets.
A todo esto hay que sumar los múltiples encuentros regionales y de publicaciones independientes, que se suceden todos los meses en distintos puntos del país (como San Luis, Salta, Paraná o Villa Constitución). En este sentido, es para celebrar el regreso de Córdoba al calendario de eventos comiqueros, no con uno, sino con dos. La aparición de un discreto festival dentro de la Feria del Libro de la ciudad despertó reacciones encontradas en el ambiente local, pero motivó también la realización de otro evento. La gran deuda pendiente del circuito provincial sigue siendo Mendoza, tierra que ofrece muchos talentos (con Quino a la cabeza), pero que aún no consigue hacer pie para ofrecer espacios a autores y lectores locales.
Una de las grandes noticias del año para el campo es la creación por ley del Congreso nacional del Instituto Nacional de Artes Gráficas, que –a grandes rasgos– aspira a funcionar de manera equivalente al Instituto Nacional del Teatro para el sector de la historieta y la ilustración. Es decir, no es un museo, sino una institución pensada para el fomento de la actividad y para articularse con otros proyectos ya en marcha (como el Archivo Nacional de Historieta y Humor Gráfico, que funciona en la Biblioteca Nacional).
Además del apoyo que puede significarle al sector, la creación del INAG ofrece esperanzas para que las distintas políticas de Estado (nacional, provinciales y locales) destinadas a la historieta ganen en organicidad, que se sumen colaboraciones y se potencien a partir de una oficina pública que pueda mediar y acercar esfuerzos. Ya se ven buenas cosas en apoyos de distinto calibre a festivales, en misiones comerciales y representaciones artísticas al exterior (como en el festival de Angoulême, Francia, y su par también galo Lyon BD). Ahora esto debe sostenerse y consolidarse.
El colectivo Dibujantes Trabajando, que bregó durante largo rato por la obtención de la ley, ahora tiene por delante la tarea –tampoco menor– de reclamar la reglamentación del Instituto y su puesta en marcha, aunque sea con un plan mínimo de corto plazo, a la espera de los resultados electorales de diciembre.
Con todo lo bueno que pudo haber tenido 2014, muchos de los actores del sector consultados en el último tiempo coinciden en que será clave el desarrollo del año que viene. Los años de elecciones presidenciales suelen ser movidos, pero también traen cierta incertidumbre por el devenir de las políticas económicas. Nadie se anima a hacer pronósticos, pero todos coinciden en que lo que se haga deberá hacerse con una fuerza incontrastable, que no deje lugar a dudas a los próximos funcionarios sobre la importancia de mantener los distintos apoyos que el sector se ganó a pulso en los últimos años con leyes, con programas y con apoyo directo a festivales.
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