HISTORIETA › EDITORIAL COMúN LANZó EL LIBRO AVENTURAS DE PI-PíO
Con un monumental trabajo de restauración de originales y rescate de páginas perdidas, el volumen presenta las planchas editadas originalmente en Anteojito: con personajes cándidos y conflictos suavizados, Pi-Pío sirve como un disfrutable recorte de época.
› Por Andrés Valenzuela
“Maestro, ¿para cuándo un libro de Pi-Pío?”, le preguntó Liniers a Manuel García Ferré cuando tuvo el micrófono a tiro en la primera edición de los Premios Banda Dibujada. Esa tarde de septiembre de 2012 en la Alianza Francesa, el historietista y director de Editorial Común recibió dos galardones. García Ferré, en cambio, era galardonado por su trayectoria, en uno de los últimos reconocimientos que tuvo antes de morir. Casi tres años después, fue el propio Liniers y su Editorial Común quienes respondieron al interrogante cuando a comienzos de este año anunciaron la preventa de las aventuras del pollito sheriff que durante años acompañó a niños desde las páginas de la revista Anteojito.
Desde un punto de vista editorial, Aventuras de Pi-Pío es un caso excepcional. En principio, porque hay pocas recopilaciones de historieta infantil en la Argentina de tamaña envergadura. Hay un puñado de antecedentes en editoriales especializadas, como Comiks Debris, pero ningún libro es de esos que se denominan “integrales” y reúnen la obra completa, o casi. La edición, cuidada como en pocos títulos del mercado local, está a tono con el modelo francobelga que inspira la labor de Común. Es eso que los franceses llaman “patrimonial” y que apunta a resguardar las obras esenciales de la disciplina.
En este sentido, Aventuras de Pi-Pío evidencia un trabajo monumental de restauración de originales y rescate de páginas perdidas, de las que sólo se conservan sus copias en las revistas. Son dos centenares de páginas pulidas y recoloreadas por Pablo Sapia, historietista, especialista en la materia y antiguo curador del Espacio Historieta del Centro Cultural Recoleta. Sapia, además, ayudó a formarse como autores a plumines como Ignacio Minaverry, Ernán Cirianni y al propio Liniers.
Además, Aventuras de Pi-Pío sigue el orden de la segunda publicación seriada de la historieta original. Apareció originalmente en Billiken, en 1964, pero cuando tras un extenso hiato reaparece en Anteojito, donde ahora García Ferré controla el destino de la publicación, reordena sus aventuras de modo tal que sigan un modelo circular, donde la última remite a la primera y recomienza su narración.
Desde lo artístico, lo de Aventuras de Pi-Pío es interesante desde varios puntos de vista. Por un lado, supone un recorte de época, de un modo de hacer y pensar la historieta para niños, con resumen de lo acontecido en la primera viñeta y el “continuará” al final de cada página, con personajes cándidos y con conflictos suavizados. Si el pajarito se prepara para la guerra con los piratas, los “negritos” defensores a los que guía cañonean con engrudo. Si en el Far West de García Ferré (que es casi conurbano profundo, dice Sapia) hay bandidos, perturban el orden haciendo batifondo, no robando bancos.
Sin embargo, pese a estas cosas que hoy pasarían más por inocentadas, falta la moralina del García Ferré más asentado como autor y que caracterizaría sus creaciones posteriores, como Anteojito o Super Hijitus, tanto en el papel como en la pantalla chica. Pi-Pío, que nació primero en un corto animado casi experimental y siguió luego en el papel, fue uno de los primeros trabajos del inmigrante español devenido Walt Disney argentino. Por momentos se nota en estas páginas esa condición de banco de pruebas, de espacio de juego y experimentación mientras el dibujante encuentra su voz en la tinta. Es el primer paso de una carrera que, años después, será recordada como indispensable en la infancia de varias generaciones.
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