HISTORIETA › DE CóMO ME HICE RICO Y FAMOSO, DE ERNáN CIRIANNI
Gráficamente desaforado, demencial humorista, Cirianni provoca en el lector la carcajada instantánea a fuerza de anécdotas imposibles, alegremente tergiversadas (o quizás no), regadas con cerveza e inconsciencia.
› Por Andrés Valenzuela
En un par de semanas, el portal Historietas Reales cumple diez años de funcionamiento. Aunque pasó ya el momento en que fue un baluarte fundamental para el resurgir de la historieta argentina contemporánea, sigue teniendo buena afluencia de público. Por sus páginas (virtuales) pasaron varios de los principales historietistas de hoy. Puso de moda brevemente el comic autobiográfico en Argentina –y fue un sacudón tan fuerte que todavía quedan despistados con poca lectura que dicen que “hoy se hace todo autobiografía”–. De allí surgieron muchísimos libros, recopilaciones y antologías. Pero faltaba una indispensable: De cómo me hice rico y famoso, de Ernán Cirianni (sí, Ernán sin “h”).
Cirianni es una figura rara en el ambiente local. Discípulo del taller de Pablo Sapia (donde se codeó con plumines como Liniers o Ignacio Minaverry), autor eternamente indie (¿podría ser otra cosa?), gráficamente desaforado, demencial humorista, violentador serial de la ortografía y dibujante para pocos entendidos (los legos piden su cabeza). Y ojo, que esas palabras mal escritas, esa desprolijidad y ese dibujo aparentemente feo son imprescindibles. Sus historietas funcionan no a pesar de ello sino debido a ello. Todo esto no resulta incompatible con su participación en organizaciones como la muy hipster y culta Viñetas Sueltas o la autogestión de Burlesque Ediciones, que le publica esta recopilación en coedición con 2D Ediciones.
De cómo me hice rico y famoso fue la tira que lo hizo pasar de ser uno más del under local a una figura conocida en el circuito. Normalmente, la historieta autobiográfica pretende revelar algo valioso. Una clave sobre el funcionamiento del mundo, un mecanismo psíquico en el que el lector pueda reconocerse. Algo que condense en una experiencia particular el secreto de lo universal. Eso no sucede aquí, ni tampoco el protagonista se vuelve rico ni famoso ni sexy ni ningún otro atributo loable para la contemporaneidad. Ni siquiera se vuelve más sabio. Porque Cirianni no es un autor pretencioso ni solemne. En todo caso, tiene la más ambiciosa de las pretensiones: hacer reír mucho al lector. Y logra que cualquiera que entre en su código delirante largue la carcajada a fuerza de anécdotas imposibles, alegremente tergiversadas (o quizás no), regadas con cerveza e inconsciencia.
En cierto modo, Cirianni es como un Woody Allen historietista y del subdesarrollo, pero trotskista e hincha de Huracán. Es una comparación bizarra, es cierto. Pero basta leer el libro para entender que da en el clavo. Ahí está el alter ego de su autor reflexionando sobre el sentido de la vida (y llegando a conclusiones aberrantes o insostenibles), delirantes nuevas religiones y proponiendo planes disparatados, mientras la doña lo pone en caja.
¿Es un libro recomendable? Sin dudas. Pero no es para todo el mundo. Quienes limitan su paladar al dibujo académicamente correcto seguramente terminarán por pedir la devolución de su dinero (no insista, don, esto es historieta independiente) ante las tiras abigarradas y los globos de texto desmesurados que explotan en la hoja. Los puristas del lenguaje se horrorizarán ante los indispensables y funcionales horrores ortográficos que publica el autor. Pero una cosa es cierta: De cómo me hice rico y famoso no sería ni la mitad de divertido sin ese dibujo y sin ese texto. Y con una birra junto al libro, se ríe el doble. Salud.
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