LIBORIO NOVAL, DIANA KORDA, MARTIN COHEN Y ANDREW DUNBAR
“A la foto del Che que sacó mi padre sólo le gana Jesucristo, y está ahí con la Mona Lisa”, sostiene Diana Korda, en una entrevista grupal que permite asomarse a la fascinación que Cuba ejerce sobre la lente fotográfica.
› Por Mariano Blejman
La nota empieza así: un fotógrafo les saca fotos a tres fotógrafos y una hija del fotógrafo cuya foto es la más reproducida en la historia de la fotografía. Y ese fotógrafo es fotografiado por otro fotógrafo cubano, que también está en Buenos Aires para la ocasión: la muestra Cuba - La Revolución y La Habana contemporánea. Ante tanta promiscuidad sobre el uso de la imagen, Liborio Noval, Diana Korda (hija de Alberto Korda), el holandés Martin Cohen y el australiano Andrew Dunbar deciden darle lugar a la palabra en una silenciosa mesa del Palais de Glace, donde la exposición estará abierta al público hasta principios de junio. La muestra consta de 50 fotografías de Cohen, 50 de Dunbar y el resto, otras 50, de los fotógrafos de la llamada “Epica de la Revolución”.
De ellos, Liborio Noval fue fotógrafo de Fidel Castro durante años, y estarán los trabajos de Alberto Korda, Osvaldo Salas y Roberto Salas, quienes también documentaron en perenne blanco y negro la transformación cubana de comienzo de los ’60. El australiano Dunbar y el holandés Cohen han expuesto fotos en importantes galerías y revistas como Harper’s Bazaar, Town & Country y Vanity Fair, entre otras. De paso, Cohen aprovechará su corta estadía en Buenos Aires para casarse con su mujer, argentina ella. Mientras que Diana Korda es una militante de la imagen de su padre, y viene haciendo una especie de defensa moral mundial sobre la reapropiación imparable que el icono del guerrillero heroico viene provocando desde hace unas cuatro décadas, sobre todo en casos de uso comercial o político. “Estoy muy agradecida con todos”, dice en la entrevista con Página/12.
–¿Cuál es la diferencia entre las fotos históricas y las actuales?
Martín Cohen: –Hay 50 años en el medio. Nosotros vamos, sacamos fotos, no fuimos contratados por nadie para hacerlo. Fidel Castro para la Revolución necesitaba imágenes, necesitaba exponer lo que pasaba en ese mundo. Liborio, Alberto Korda, Roberto Salas fueron invitados para documentar la revolución. Para noso-tros es un honor poder estar juntos en una exhibición complementaria, uno ve el pasado tanto como el presente. El pasado es una capa, y el presente es otra, y cada uno ve cosas diferentes.
–¿Cómo se ven ahora las fotos de la era épica?
Liborio Noval: –Yo las veo como un presente, aunque tengan 50 años. Primero porque viví eso y todavía lo tengo muy fresco en la mente. Además, sigo haciendo esas cosas. A veces tengo que hacer una exposición y me piden esa época. Hay una etapa de la Revolución, de la épica, que quedó con ese nombre, que son los diez primeros años, que hubo muchos cambios, también en fotografía. Rompimos un molde porque los fotógrafos usaban otras cámaras, otras películas, usaban flash... nosotros empezamos a usar 35 milímetros, luz ambiente, entonces rompimos un molde. Las fotos aparecían más grandes en el periódico... Antes los periódicos eran las cosas de la “sociedad”, no de la población.
–¿Aparecieron caras nuevas?
L. N.: –Surgió un pueblo completo que no había aparecido nunca. Había que mostrar la Revolución. Aparecieron los grandes reportajes, y después nos empezaron a atacar, entonces están las grandes movilizaciones. En el ’61 se hicieron las campañas de alfabetización para un millón de cubanos, y quedó el nombre de la épica. Pero estuve 45 años trabajando en el periódico, la épica fue una etapa.
–¿Es difícil seguir después de haber formado parte de ese momento?
L. N.: –La Revolución se está cambiando continuamente.
–¿Cómo ha sido trabajar la ausencia de Fidel en el escenario público?
L. N.: –Estaba jubilado cinco años atrás, no tengo problemas. Pero si hubiese seguido, sería otra cosa. Se buscan nuevas imágenes, los demás fotógrafos están buscando, ahora están tirándole fotos a Raúl Castro. No tiene nada que ver, es otra etapa.
–Es otra concepción de la imagen...
L. N.: –Bueno, claro, son personas distintas. La imagen está ahí, Fidel está ahí todavía.
–¿Hay que buscar una nueva épica?
L. N.: –De todos modos, aquella época fue muy linda, se cambió todo un país. Ahora está institucionalizado. Aquello no va a volver a pasar, no va a haber campaña de alfabetización, todo eso pasó. Ahora hay que hacer otra cosa.
–Diana, ¿cómo se lleva con la famosa foto de su padre?
D. K.: –Desde la muerte de mi padre, me ha correspondido representarlo. No es difícil, aunque sí arduo. Yo fui bailarina de ballet, no tuve que ver con la fotografía. Pero me han ayudado muchos amigos de mi padre, Liborio, Salas, Figueroa. He consultado siempre con colegas tratando siempre de hacer lo mejor y representar lo mejor posible. Pero he cambiado un poco el rumbo de mi padre, por cuanto él tenía un grupo de 50 o 60 fotos que para él eran las mejores, y las que exponía. Yo me he dado la tarea de hurgar, de buscar, de pedirle prestada una foto a quien la tenga, digitalizarlas, engrosar el archivo. Y las exposiciones que estamos haciendo, no ésta justamente, pero otras dan una visión más completa de su trabajo, de su vida profesional, empezando por publicidad, moda, fotoperiodismo: esta parte de la épica es una parte. Muy pocos saben que fue pionero de la fotografía submarina en Cuba.
–¿Y esas fotos van a publicarse?
D. K.: –Van a salir por una editorial alemana. Primero iba a ser sólo en inglés y se iba a llamar Korda, un lente revolucionario. Pero se decidió hacer una edición en francés y en español y en estas dos lenguas se llamará Korda: conocido, desconocido. Porque hemos sacado muchas fotos de los archivos de la Revolución. Muchos lo conocen a través de la imagen del Guerrillero Heroico, pero también hay fotos muy buenas a las que él no les dio importancia, pero nosotros sí.
–Hubo apropiaciones de la imagen del Che que generaron conflictos. ¿Hay una militancia con eso?
D. K.: –Sí, la protección de la imagen del Guerrillero Heroico. El siempre deseó que se respetara su imagen. No le importaba que se pusiera en gorras, remeras, pero nunca estuvo de acuerdo y luchó, y tengo muchos litigios, por hacer respetar la imagen y no ligarla sobre todo con vicios, con alcohol, con bebidas...
–¿Puede recordar alguno?
D. K.: –El más sonado fue el de Smirnoff, en 2000. Se llevó a cabo en Londres. El 14 de septiembre dieron la sentencia, reconocieron internacionalmente la autoría de la foto, incluso me agrada que toque el tema, porque aquí en Argentina caminando ayer encontré una foto... no es que se prohíba hacer una postal, pero dice “derecho de autor Eduardo Arrosi”... ¿Quién es? ¿Por qué este señor se adjudica el copyright de esta foto? ¿Por qué no pide una licencia?
L. N.: –Es la foto más reproducida desde que se inventó la fotografía. Desde hace 160 años, creo, es la más reproducida.
D. K.: –Sólo le gana Jesucristo, y está ahí con la Mona Lisa. En estos momentos estamos en litigios, porque hay partidos de extrema derecha que usan la imagen del Che para pronunciarse. En Austria, partidarios del candidato Strasche hicieron un cartel con la cara de este señor muy marcado la parte de Che, la boina, el pelo y la cara de este señor. Y en Francia, en el afiche de Jean Marie Le Pen, dice: “¿El Che? No. Le Pen”. Es risible, pero me encabrona. ¿Por qué tienen que acudir a una imagen de un izquierdista?
–¿Cómo se hace ese litigio?
D. K.: –Se pide el reconocimiento del derecho de autor. No pueden usar la imagen: si yo quiero usar la de Marilyn Monroe, o de Andy Warhol, para cualquier cosa, no puedo sin autorización. Si soy respetuosa, respeto las imágenes y pido permiso.
–La preocupación es más política.
D. K.: –Una cosa lleva a la otra: primero está el derecho de autor, pero también cómo lo utilizan personas de extrema derecha... Mi derecho es moral, el que me asiste. Es un derecho moral, no es político. Y eso es lo que defiendo. Es una ofensa que usen una foto del Che para algo inmoral.
–¿La fotografía puede cambiar la percepción de un proceso político?
A. D.: –Si se puede publicar en el momento justo, la gente puede cambiar la percepción. Pero desde un punto de vista fotográfico, la de Alberto Korda hay que ver cómo interactúa y qué tipos de impacto puede tener en la información, el diseño y otros aspectos.
–¿Cuánto tiempo estuvieron en Cuba, Martin y Andrew?
M. C.: –Cuatro veces, hasta hacer mi exhibición en la galería Julio Larramendi el año pasado. Es el único lugar en el mundo en que se pueden hacer fotos, no importa dónde se ponga la cámara.
–¿Ese no es un problema?
M. C.: –No por mí, hay tantas capas... Si se mira un edificio hay diferentes niveles, me encanta fotografiar las caras, es parte de Cuba, hay mucha alma y mucha poesía, y también hay mucha pobreza. Pero Cuba es uno de los lugares donde la gente es más vieja, se mueren a los 90, y los músicos siempre parecen más jóvenes. Es muy interesante, al mismo tiempo tiene un espíritu muy alto que tiene que ver con el “milagro” de Cuba.
–Liborio, ¿encontró una forma de volver recurrentemente a la Argentina?
L. N.: –En 2004 se hizo en la antigua Biblioteca Nacional con 120 fotos, y hace un año y medio se expuso en Alta Gracia. Ahora hay una exposición de 130 fotos por diez fotógrafos que retrataron al Che en la Feria del Libro. En 2004 me sorprendió que los argentinos no conocían las demás fotos del Che. No habían visto nunca fotos del Che haciendo trabajo voluntario, conversando con trabajadores, haciendo fotos, no las habían visto en una exposición. Me preguntaban, “¿ése es el Che?”. Creo que siempre es bueno hacerlo. Sus ideas están vivas. En cualquier lugar del mundo te encuentras una efigie del Che. Y te preguntas ¿por qué está ahí?.
–A lo mejor, lo que pasó con Jesús es que no lo pudieron fotografiar.
L. N.: –La del Che es la que más se reprodujo, pero bueno, si hubiese habido un fotógrafo cuando dicen que nació Jesucristo, a lo mejor hubiese hecho una foto a Cristo en la cruz y a lo mejor su familia tendría los rollos que tiene Diana...
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