MIKE AMIGORENA Y EL DIARIO DE RODAJE DE LA PELICULA TETRO
El actor de El niño argentino anticipa las claves de Los exitosos Pells, el programa que pretende relevar a LaLola, y recuerda la experiencia en el set del director de El Padrino. “El tipo decía cosas mecánicas”, señala.
› Por Julián Gorodischer
La cita es en el café Aromi, en la frontera entre Almagro y Palermo Queens. El nombre del bar había dado lugar a una confusión. ¿Aroma, como la cadena de locales, o simplemente Aromi? El cronista marca el número del actor y el actor gruñe (fue un gruñido, literalmente). “¿Era Aroma, no?”, pregunta el cronista desorientado. “¡Aromi!”, contesta secamente Mike. “Pero me asomé y no lo vi, ¿puede ser?” “Sí puede ser, ¿por?” “No, por nada, simplemente preguntaba.” “Esperame adentro”, dice el actor. El nombre era finalmente Aromi, y allí se espera que, dentro de unos minutos, se produzca la llegada de Mike Amigorena, celebridad naciente señalada por el mágico dedo de Francis Ford Coppola, que lo cazó en El niño argentino, de Mauricio Kartun, y dijo: “Ese”. Aunque después, en el rodaje, se mostró ciertamente indiferente.
Luego es pura incertidumbre de no saber cómo se remontará una conversación nacida de la obligación recíproca de dar y recibir difusión. El recurso más a mano es centrarse en un tema único: “Cómo fue el rodaje de Coppola por dentro”. El clima de Aromi no estimula a profundizar: el contorno totalmente transparente aportado por el vidrio desde el techo al piso lleva a sentirse en la propia avenida; Aromi es como una continuación de Corrientes en que se es objeto de incómodas burlas de colegiales y miradas fijas de suplicantes que piden detrás del vidrio restos de Coca y galletitas que vienen con el café. Una vieja mira con curiosidad el grabador digital; otra mujer pide al mozo –aunque le es denegado– si se podrá separar en dos mesas de dos la mesa de cuatro en la que espera el cronista al actor; molestan las dicroicas típicas de estos pizza-café que, por cierto, en Aroma no fueron contempladas para decorar; no aporta el sabor repetido, poco original, de una Coca Light y una Coca; luego, por ende, Mike Amigorena languidece en el relato de su diario de rodaje de Tetro, que si se reprodujera en formato diario íntimo sería algo parecido a esto:
Jueves, 13.30 horas. No tengo mucho para contar, pero sí, algo.... El mío no es un protagónico ni mucho menos. Mi personaje es un poeta que trabaja con Carlo Tetrocini, el protagonista. Soy un escritor, poeta, actor, que escribe obras para hacer en el teatro en el que Tetro (Klaus María Brandauer) pone luz....
Jueves, 13.32. ... de la misma manera en que mi personaje aparece, desaparece. Es un escritor medio frustrado. El tipo me ve como escritor, medio hippie, con mucha guita, y eso es lo que te puedo decir. No hay conflicto, no tuvo. No sé....
Jueves, 13.37.... por ahí peco de mala onda, pero la verdad que sí. Si me preguntás qué tengo para decir, no tengo nada para decir. No era estimulante él. El tipo se sentaba, veía el monitor, no decía nada. Decía cosas mecánicas, parate acá, ponete ahí..., lo cual no quita que después pueda aparecer una genialidad. Es que va a ser una genialidad. Por lo extraña que es la película, en blanco y negro, con flasbacks en colores. No sé si va a largar la obra cúlmine –como vos decís–, ni en pedo lo creo. Es una película de culto, experimental.
Llegado este punto el cronista le pide a Mike Amigorena precisiones sobre los conceptos “de culto” y “experimental”: ¿un Coppola cazado por la escuela antiargumental, derivado a ensoñaciones, o –como decían las revistas de farándula– hipnotizado por las dotes físicas de Leticia Brédice, a quien habría hecho repetir un striptease en 42 oportunidades? Algo de toda esa inquietud se intenta transmitir con la pregunta:
–¿Experimental?
–Todo lo que hacíamos los argentinos (Amigorena, Sofía Gala, Norma Pons, Brédice, Silvia Pérez y hasta Susana Giménez en una aparición como extra) no estaba en el mismo registro que los norteamericanos; hacíamos teatro dentro de la película. Y eso puede ser buenísimo.
Luego recomienza el diario de rodaje de Tetro, pero en un clima un poco más ameno, con el cronista y Amigorena un poco más sueltos, sobre todo después de que el cronista le dice que lo considera un preconsagrado y que se puede presentir su consagración para antes de fin de año cuando dé comienzo Los exitosos Pells (el producto de Sebastián Ortega que pretende relevar a LaLola). El comentario acerca a las partes y fuerza al actor a recordar: “Yo tenía 20 años y me decía: ‘Ya me va a tocar ese momento’. Esta sería una preconsagración. Una vez que te consagrás aparece la presión. Yo soy pura promesa, y todo lo que hago se luce”.
Luego dice: “Yo no soy fan de nadie. La de Coppola es una experiencia, y ya me la olvidé. Ya salí en la radio diciendo esto (negando la posibilidad de la primicia): el tipo no se portó bien, en el tema gremial, en el maltrato. Era muy miserable. Era una falta de respeto, y yo no soy quilombero ni en pedo”. Entonces, se reanuda con mayor interés de ambas partes la trama de su diario de rodaje, que se hace más visceral, con menos filtros, marcado por esa primera persona desbocada, para ser guardada en el cajón secreto, ese tipo de escritura que no evalúa qué puertas se cierran o qué susceptibilidades se tocan.
Jueves, 13.50 horas... tiene una producción de mierda, pero él es copado. Tendría que estar al tanto de lo que hace su producción. Tenía actitudes que no condicen con lo que uno espera de Coppola. “No me muestres un piolín” (si sos Coppola). Encima yo no soy un cinéfilo. Me cago... No veo cine. No lo necesito. Me encanta, pero no voy. Ningún papel de los que haya hecho en cine me conformó. Te diría Vida en Marte, de Néstor Frenkel. No tengo el hábito, y menos de ir al teatro... De la misma manera en que no voy al cine, me olvido de la película que veo. Compongo desde la imagen. Me imagino a mí mismo haciendo tal cosa y lo hago. Así soy en mi vida: un intuitivo. Antes me hacía problema: cómo no me iba a gustar leer. Luego Mike Amigorena interpreta una mirada perdida del cronista como de desdén cuando en realidad era una expresión de agradecimiento por la sinceridad con la que renegó de cualquier consumo cultural prestigiante, por las respuestas no discurseadas por agentes de prensa, sin cautelas protocolares. Pero no parece haber sentido lo mismo Amnigorena, que formula una pregunta a la que se siente desconfiada.
–¡Qué loco! Y vos sos super intelectual, ¿no?
El silencio del cronista apunta a retomar el clima de camaradería recientemente logrado.
–No dependo de ningún medio para crear –sigue el actor–. Me imagino mis propios rasgos más viles si hago un villano. A medida que vas madurando, tenés más elementos. Tenés que tener una vida recorrida... Probablemente Brando sea eso. Yo tengo otra intensidad. Lo que tengo como objetivo es pasarla lo mejor posible. Lo que hago me va a llevar a eso. No soy amedrentador conmigo mismo. Me premio. Me permito fracasar.
De ahí en más, el tema es chequear si la biografía de Mike está a la altura de las víctimas que se van mencionando (James Dean, Brando, River Phoenix, Heath Ledger). “Fue fuerte el abandono de los estudios; dejé en tercer año. Repetí cuarto grado y tres veces tercer año”... Uno a cero.
“Yo sabía –sigue el actor– positivamente que no era de ese mundo. A los 18 vine para Buenos Aires y cambió mi vida. El fracaso viene cuando llego: no trabajo hasta el ’98. Tuve que pasar hambre. Depresión, soledad, encierro. Cuanta más vida recorriste mejor sos, y yo no podía ni hablar. En la vida y en el casting. Nadie me enseñó nada. Todo lo que tengo lo descubrí solo.” Bien posicionado.
“A veces me cansa la especie y me gustaría morirme por un ratito.”
Luego sigue:
–Era mi primer protagónico en televisión –recuerda lo que iba a ser El exitoso señor Pells–. Pero al bajarse Erica Rivas queda Carla (Peterson) primero (en lo que se llamará Los exitosos Pells).
–¿Ah, sí?
–Antes iba a ser El exitoso señor Pells. Pero se agregó Carla. Carla viene de protagonizar y quiere que se cambie el título. Es así la televisión: yo tampoco puedo exigir. Hay un punto en que no tengo desde dónde. El año que viene voy a poder.
–Lástima la baja de Florencia de la Ve.
–¿Sí?
–Bah, no sé...
–No le igualaban la plata de Bailando por un sueño.
La trama de Pells se alinea con LaLola en lo que parece asomar como una fórmula de autor (Ortega) al estilo del costumbrismo de oficios de las ficciones de Pol-ka: aquí un componente más o menos sobrenatural da pie a una historia de vida cotidiana en un medio periodístico. En LaLola era el machoman convertido por hechizo en Carla Peterson en la redacción de una revista; en Los exitosos Pells será un mendigo devenido en millonario que se convierte en conductor de noticiero y asciende a mejor posición social. El actor tiene diseñado un plan mental de cómo se deberían dar las cosas hasta fin de año. “El doble es un hippie lindo y copado. La gente se tiene que enamorar del doble, como una especie de Facundo Arana. El piloto está excelente. Ya está empezando a ser LaLola.”
Con la ilusión de profundizar el vínculo, para ofrecer un retrato más integral, un viernes se lo visita en sus dominios: el Teatro Velma Café, de Palermo Hollywood, que responde a los códigos actuales de la palermidad expandida, otra vez poniendo en primer plano el simulacro (como pasaba entre Aromi y Aroma) pero entre este teatro y el Hard Rock Café, por afinidad de los colores del logo. La concurrencia está compuesta por mayoría de parejas de más de treinta, que se sientan en mesitas distribuidas a la usanza del café concert, con mozas entrenadas para no molestar durante el show de la banda Ambulancia, que integra Mike Amigorena, sino sólo antes de empezar o al pasar el último bis. No parece un ecosistema ideal para su vocación de rock star, nadie parece entender (aunque tampoco condenar) su decisión de salir siempre vestido de mujer, y no cualquier mujer, sino una secretaria ejecutiva de brushing y tailleur. La tímida recepción que reciben los temas pop reversionados (desde The Police versión chacarera hasta Vení Raquel de Los Auténticos Decadentes en formato bolero) son más bien un fondo para bajarse la caipirinha o el cortado, pero en la página web de Ambulancia hay fotos que reponen el clímax de su trayectoria: fue el regreso del hijo pródigo al pueblo de Maipú, Mendoza, donde se presentó y brilló frente a la multitud de vecinos y tías que ovacionaron la versión personalísima que Mike, junto a Muriel Santa Ana, Mariano Torre, y otros, propusieron sobre Yo quiero tener un millón de amigos. Esta noche no sobrevuela esa pasión del ideal rockero, y lo que queda solamente es esperar en la puerta del Velma Café, pura inercia que apunta a pescar el asedio de una grouppie o, en el mejor de los casos, la invitación a una gira etílica por los circuitos del Palermo teatrero. La demora interminable de Mike lleva a cortar por la vía del mensaje de texto: “Me encnto, grcs”, envía el cronista. “Buenísimo capo”, se despide el entrevistado.
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