ELSA RIVAS, MARíA DE LA FUENTE Y NINA MIRANDA
En la década del ’50 ganaron prestigio como cancionistas, fogueándose en las principales radios porteñas. Pero después, por diferentes motivos, desaparecieron de la escena pública. Un emotivo espectáculo las rescata: El retorno de las cancionistas.
› Por Carlos Bevilacqua
Están más allá de esa coquetería femenina que elude informar la edad. Elsa Rivas (82), María de la Fuente (91) y Nina Miranda (82) saben que manteniéndose vitales el dato suma méritos. No sólo se muestran afables con el cronista (a quien convidan una porción de budín casero preparado por María) sino que vienen de cautivar con sus voces a una multitud, como en los viejos tiempos, en el Festival de Tango de La Falda (Córdoba). Allí actuaron por primera vez juntas en El retorno de las cancionistas, un emotivo espectáculo que tendrá su segunda versión hoy a las 20 en Harrods (Florida 877) como parte del Buenos Aires 10º Festival de Tango.
Aunque sus nombres hoy no resuenen tanto como otros, las tres llegaron a ser cotizadas figuras del tango en la década del ’50. Elsa integró la orquesta de Ricardo Tanturi, grabó con Leopoldo Federico y tuvo sus propios emprendimientos solistas. María arrancó cantando en un cuarteto vocal femenino, registró tangos y boleros para el sello Odeón y fue la primera cantante argentina en actuar en Japón (con Juan Canaro en 1954). Nina, uruguaya, brilló en la vecina orilla con la orquesta de Donato Racciatti, pero apenas quiso probar suerte en Buenos Aires conoció a un empresario con quien al poco tiempo se casó. El le pidió que dejara su carrera artística y ella accedió, retirándose a los 32 años con un futuro promisorio. Durante la charla, Nina confesará escuetamente haberse arrepentido de esa decisión, pero prefiere hablar del presente: “Volví a cantar en 2004 porque me quedé sola y una amiga me lo recomendó mucho. Tenía todos los temores de una debutante, no podía ni sostener el micrófono de tanto que me temblaban las manos. Además tuve que vocalizar mucho para recuperar la voz”. Más allá de estas particularidades, Elsa, María y Nina tienen varios rasgos en común: se foguearon en las principales radios porteñas, a partir de voces privilegiadas desarrollaron estilos más bien enérgicos, pero siempre ajustados al sonido orquestal y, por diferentes razones, a partir de los ‘60 sus carreras no tuvieron la continuidad que merecían. Así y todo, todavía hoy conmueven por condiciones vocales y dotes interpretativas.
Los repertorios que abordarán esta noche por separado condensan los que las caracterizaron en el período de esplendor. “Besos brujos” (caballito de batalla de Libertad Lamarque), “Pa’ que sientas lo que siento” (ranchera llevada a tiempo de tango) y el vals “El solitario” son los temas que seleccionó Elsa. María se tomará una licencia folklórica con “Los ejes de mi carreta”, pero cumplirá con la tribuna al interpretar “Fuimos” y “La Cumparsita”, ese himno tanguero con el que causó furor en la gira japonesa. Nina, por su parte, mostrará sus virtudes más reconocidas a través de “Maula” (su mayor hit), “Tu corazón” y “Garufa”, uno de los tangos a los que se animó a cambiarles sutilmente la letra. Planean despedirse juntas con el oportuno “Cantando”, de Mercedes Simone. “Siempre me gustaron los tangos que dicen”, explica Elsa respecto del criterio para elegir las piezas. Nina coincide: “Elijo tangos fuertes, con letras que no sean lavadas”. María lo relaciona con el perfil del intérprete: “Cada cual tiene su temperamento y pienso que elegimos las canciones que mejor transmiten lo que nosotras sentimos”. Elsa y Nina estarán acompañadas por las guitarras de los hermanos Rivas; María, en cambio, sólo por el pianista Néstor Schiavone. Como aperitivos de los minishows individuales, se proyectarán tres breves videos documentales sobre cada cancionista.
La admiración mutua que se profesan y una serie de valores compartidos facilitaron la impensada reunión. “Nos conocíamos muy de pasada, recién ahora nos tratamos más y siento que somos como hermanas”, compara emocionada María. “Se formó un grupo muy lindo –coincide Nina–, muy homogéneo, sin egoísmos.” Todas celebran el reencuentro con el público, ese que María define como “el soberano” y que Elsa ve como “el capital más grande que tenemos los intérpretes, porque el dinero como viene se va”.
A la hora de señalar referentes históricos, surgen nombres previsibles (Azucena Maizani, Sabina Olmos, Nelly Omar, Ada y Adelma Falcón), pero es el de Libertad Lamarque el que evoca en Nina una historia profética. “A los 13 años quedé extasiada con la película Puerta cerrada, en la que Libertad Lamarque interpretaba a Nina Miranda, una vedette que al casarse deja su carrera. Me gustó tanto su trabajo en esa cinta que decidí tomar el nombre del personaje como nombre artístico en caso de poder cantar profesionalmente. Y la historia se repitió, pero en la vida real.”
El verbo trascender aparece varias veces en boca de María de la Fuente, sobre todo como uno de los mandatos que el género impone a los cantantes. “No alcanza con una buena voz, es indispensable saber interpretar la letra para poder transmitir lo que escribió el poeta”, dictamina en un fallo difícil de apelar. “No se puede tomar una letra y cantarla así nomás”, la apoya Nina, quien como buena charrúa agrega: “Y hay que poner corazón, hay que poner garra”. Ante tanta convicción ideológica, la tentación es irresistible: ¿qué opinarán estas venerables damas de la canción sobre las nuevas intérpretes? María toma aire como quien se prepara para un trago amargo y dispara: “El tango no es para cualquiera. Si no se siente, es preferible hacer otra cosa. Hay que cantar lo que uno realmente siente”. “Es verdad –rubrica Elsa–. Estoy bastante de acuerdo con ellas. Pero me gusta mucho Sandra Luna”, concede Nina y lleva a María a mencionar a Cecilia Rossetto y a Lidia Borda como honrosas excepciones.
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