El hecho de que las editoras argentinas sigan siendo reacias a pensar sus lanzamientos en forma de colecciones magnifica el valor de la que el sello AVH le viene dedicando a Alfred Hitchcock. Hace un tiempo se habían editado varios títulos capitales del nativo de Leytonstone, incluyendo Pacto siniestro (1951), Vértigo (1958), Intriga internacional (1959), Psicosis (1960) y Los pájaros (1963), todas acompañadas de extras de valor. Un par de meses atrás la colección se vio reforzada por el lanzamiento de las esenciales La sombra de una duda (1943) y La ventana indiscreta (1954), y hace unos días salieron, de un solo golpe, cinco más. Por orden de llegada, La soga (1948), Marnie (1964), Cortina rasgada (1966), Topaz (1969) y la que posiblemente sea su última obra maestra, Frenesí (1972). El ciclo se verá completado, por el momento al menos, el mes próximo, cuando AVH edite la remake de El hombre que sabía demasiado (1956).

El valor de esta serie de lanzamientos es mayúsculo. En primer lugar, permite al coleccionista abrir un anaquel indispensable en toda devedeteca que se precie, en copias de la más alta calidad visual y sonora. Ofrece también la oportunidad de una revisión. Nadie ignora que tanto La ventana indiscreta como Vértigo, Intriga internacional, Psicosis o Los pájaros están entre las cumbres más altas a las que jamás haya llegado su autor. O el cine, lisa y llanamente. Puede ser, sin embargo, que otros picos (La sombra de una duda, Pacto siniestro, Frenesí) hayan sido menos visitados, y tal vez sea ésta la ocasión para hacerlo. Si se tiene en cuenta que el más reciente lanzamiento de la colección incluye, completa, una fase hitchcockniana que generalmente se considera entre menor y fallida (la que va de Marnie a Topaz, con Cortina rasgada como pivote), quizá sea justamente allí donde valga la pena investigar, con la posibilidad de que surjan sorpresas. El caso de Cortina rasgada, thriller de espionaje que, es verdad, tal vez no sea tan thrilling (emocionante, excitante) como cabría esperar. Pero una segunda o tercera visión revelará que en términos de puesta se trata de una master class impagable, hasta el punto de incluir una de las grandes escenas de toda la obra de Hitchcock (la del asesinato del espía de la Stasi, en la cocina de una granja).

Por lo demás, a quién no le interesa saber cómo hizo Hitchcock para filmar La soga, sin otros cortes que los impuestos por el cambio de rollo. Cómo se diseñó el set de La ventana indiscreta, por qué La sombra de una duda era la película favorita del propio Hitch, en qué consistieron sus peleas con Paul Newman durante el rodaje de Cortina rasgada o por qué filmó dos finales alternativos para Topaz. De todo eso informan los extras que acompañan a cada película, que suelen constar de un documental de unos 45 minutos, algún storyboard o diseño de producción y los trailers originales, que están entre los mejores jamás realizados. Actores que sobrevivieron al autor, ex colaboradores (incluyendo varios de sus guionistas) y hitchcólogos de la talla de Peter Bogdanovich, Curtis Hanson o el británico Robin Wood (autor de uno de los estudios más profundos jamás realizados sobre su obra) se suman, en estos extras, a la omnipresente Patricia Hitchcock, hija de un hombre que tal vez haya sido –según varios testimonios parecerían querer demostrar– menos monstruoso de lo que el lugar común tiende a imaginar.