MAJU LOZANO Y LA TRASTIENDA DE LOS PROGRAMAS DE ARCHIVO
La conductora de RSM y Lalo por hecho, que creció dentro de las fauces del género dominante de la pantalla chica, no reniega de las limitaciones que impone el formato: “Llega un momento en que de Bailando por un sueño no hay nada que agregar”, asume.
› Por Julián Gorodischer
Maneja como los dioses y tiene muy buena suerte para estacionar. Le falla la brújula interior: el autito no para de dar vueltas en círculo en torno de la placita de Serrano. Viéndola en su extravío elegante se percibe la notable influencia que tuvo una serie como Sex & the City en la fundación de las chicas de Palermo, ese perfil de treinta y pico que deambula por su barrio con un poco de fama, alta permanencia en bares con mesitas y cervezas suaves, debate de peripecias sexuales o –cosa más frecuente– abstinencias y, sobre todo, capacidad para autodenigrarse a piacere, como Maju Lozano, que dice que tiene el culo más caído de la tele y que cada vez que tiene que tomarle el pelo a un integrante de ese gran colectivo de fenómenos llamado “farándula” empieza por casa. “Pero por suerte no como de mi culo, si no viviría arriba de una cama de electrodos”, dice a bordo del autito, en un recorrido que sigue rumbo al local donde le agradecerán la foto de rigor: junto a las prendas por un canje de ropa.
Ya en el local, Maju se presta al toqueteo de los fotógrafos (que la ubican “un poco más acá de la luz, un poco más allá de la luz”) y dice que no a los canapés circundantes, y luego, en cuestión de minutos, otra vez de vuelta en el autito hablando de su condición de nacida y criada al calor de “los programas de archivo”: primera estrella televisiva (consagrada como estrella, ya, si se computan los avisos de la firma Claro en los que posan Susana, Araceli, Natalia, Echarri, Mariano Martínez y... Maju Lozano).
La idea es que hable del género que, con el reality show, forma parte de una última generación de especímenes televisivos, casi lo único que hay ahora en las grillas de la TV abierta junto con “certámenes” como el de baile y patinaje de Tinelli o el de bowling de Gerardo. Maju Lozano admite que por momentos, cuando está sentada en el estudio de RSM (de lunes a viernes a las 20.45, por América) junto a Tortonese, Mariana Fabbiani y Claudio Pérez, bajo la tácita convención de no ver los tapes antes del envío, a sabiendas de que su don es la improvisación y no el monólogo guionado a lo Petinatto, se queda en silencio y se sorprende “en blanco”.
“Cuando no se me ocurre nada para decir, lo digo. Llega un momento en que de Bailando por un sueño ya no tenés nada que agregar”, admite Lozano. Su evolución se parece a la de Tortonese: gente de teatro (ella estudió con Julio Chávez) que de pronto basa su carrera en pasar revista (Maju en RSM, Ran 15, junto a Lalo Mir en Lalo por hecho y a veces en la columna que tiene en la revista Susana Giménez). Habla de tele en particular, y lo que la televisión requiere a los que hablan de medios es cierta imparcialidad (“el que toma partido, pierde”, recomienda Maju Lozano pensando en la suerte echada de TVR, posterior al ring de Petinatto y Diego Gvirtz) y referirse a lo visto como si el estudio fuera un living con amigos y sin ningún ánimo de “lastimar”. Cierta candidez es siempre bienvenida por el género resumen de medios de cualquier tipo, como demuestra la conducción celebrada con varios Martín Fierro de Fabbiani y la suba de rating en Zapping, de Telefé, desde que Julieta Prandi se le adosó al pelado de CQC, que era más dañino con las estrellas que la sonriente Prandi, bebota consumada desde el lejano Poné a Francella hasta la fecha.
Es curioso porque se tendería a asociar la presencia de Prandi a una escuela de programas de archivos que terminó con el remoto PNP de los Portal, pero “la que sabe” asegura que la compensación entre un ácido y una naïf es fundamental para sacar adelante el Resumen... del que se trate. Y si no vean a Fabbiani versus Tortonese, o a Prandi versus el Pelado, no así a Gabriel Schultz y Sebastián Wainraich de TVR, que son más homogéneos en la forma de presentar editoriales.
–Zapping le encontró una buena vuelta incorporando a Julieta Prandi –opina Maju Lozano tomando partido en la pelea más sonora por el rating, hoy que nadie le disputa el monopolio a Tinelli los días hábiles–. Hasta al pelado le sirvió. Uno no debe tomarse tan en serio las cosas, y la tele no deja de ser un show. En el momento en que la gente se cansa, se va a comer un bife con puré. Estamos prestando un servicio, pero la gente cambia el canal y se olvida de que exististe.
Entonces, conversando, estacionados antes de que deba entrar a la emisión del día de RSM, Maju Lozano intenta a pedido descifrar las claves de un género, saber o ayudar a entender por qué lo único que se ve en la pantalla chica desde la mañana de AM hasta la noche de RSM, incluyendo a Bendita TV, Duro de domar, Zapping, TVR, etcétera, es un grupo de gente comentando enfáticamente divertidos las gaffes de mujeres que se rompen las costillas patinando o los divorcios más armados que se recuerden (con “comunicados oficiales”, como el de Graciela Alfano) y justo cuando todo suena cada vez más artificial, tan calcado como el concurso de Gerardo del de Tinelli, tan repetido como los videos sexuales y las grabaciones caseras que les acercan a los de Intrusos, justo en ese momento en que alguien desde múltiples tribunas acusaría la decadencia del medio, proliferan los amplificadores: hacen resonar la guasada, la escena sexual y la caída en la pista como si fueran lo único que importa.
¿Cómo distinguirse entre la claque y ser destacada por Lalo Mir como “una que me hace acordar a la negra Vernaci siendo joven”? ¿Cómo lograr mantener una estampa que gusta a las chicas chetas de Palermo de Adorhada Guillermina (el local que inauguraba hace instantes, unas líneas más arriba), que vomitarían ante cualquier escena de las que Maju comenta en el estudio, pero que a ella la rescatan?
Como los mejores autorretratos, ocurre esta vez por comparación. Para explicar eso que logra identificar (esa fibra que la diferencia de una bruja como la Canosa y de un chimentero como los de Intrusos, ese aire de chica de Palermo que no pierde en contacto con la grasada mediática), Maju piensa en Mex Urtizberea y en el pasado común en Medios locos, en el Canal 7 delarruista, cuando ella era productora y él, conductor. “Con Mex nos unía el humor. El tiene un humor dramático, como un Woody Allen, una cosa para atrás... Y ése era el enganche: Mex para mí fue el primer tipo que me empujó y me dijo pegate al lado y aprendé el oficio. Fue exorcizar un montón de cosas que uno siente como defectos o males y los llevás al extremo y se transforma en humor. Cuando me vi por primera vez con cara redonda como galleta en la tele y supe que era yo, supe que tenía que reírme o irme.”
–Igualmente, su aspecto mejoró en los últimos tiempos....
–Yo no adelgacé mucho, tanto como dicen: tengo tres kilos menos que cuando empecé. Una se va dando cuenta en la tele de qué ropa te va quedando mejor. La imagen de la tele y esa cosa de volverse loco por la imagen me hincha; no es un laburo que yo esté dispuesta a hacer. Sin embargo, no creo que la mujer que hace humor tenga que ser incogible o convertirse en una estúpida. Lamentablemente hay un vacío, volvés a Juana Molina, a Verónica Llinás, a Mariana Briski. O a Florencia Peña, que llegó a la conducción de casualidad por esa relación que tenía con Marley...
–¿Hay cierto parentesco entre usted y Peña en cómo se autodenigran?
–También tiene una cosa con lo corporal y con lo físico. Es muy difícil encontrar un término medio, una mujer más normal, entre los culos y las tetas. El 90 por ciento de las mujeres que se ven en la tele no es lo que uno ve en la calle.
Viéndola en la arena de RSM o Lalo por hecho se entiende “su secreto”: la capacidad de estar relajada, por momentos como en piloto, sin esfuerzo para una argumentación brillante ni volumen o timbre crispados. Desde la tribuna de RSM, por ejemplo, se valora ese “menos que es más”, esa capacidad para dispersarse o colgarse mirando una pelea mediática o un detalle de la escenografía. Ese estar y no estar se lleva bien con su declaración de principios: “Nunca tomarse la tele en serio”. La escuela Gelblung de conducción impone relativismo ante el testimonio del entrevistado, una semisonrisa sarcástica apenas insinuada, que jamás estalla en risa, inexpresividad ante el dislate e histrionismo para cortar. Maju es una heredera más calma, menos amarilla que otros discípulos.
–A Bendita TV –dice Maju Lozano– no lo veo, pero Beto Casella me gusta como conductor, tiene una mirada interesante. Es más agresivo por momentos. Pero no sabés si es bueno o es malo.
–¿Es la escuela Gelblung?
–Sí, es la escuela Gelblung. Chiche te hace un programa con un pomelo. Tiene esa cosa periodística que por ahí la tenían Guinzburg y Castelo y Rial: darle una vuelta más al tema. Ven un costado que uno no ve, y por eso te los quedás mirando.
Desde la Casquito flojo que tenía a su cargo junto a Gonzalo Bonadeo al mamarracho centroamericano que conduce Ran 15, incluyendo su faceta más realista que se sienta en el estudio de RSM: en todas hay un orgullo de ser sostén, lo que diferencia al aprendiz del segundón: le pasó con Vernaci, Lalo, Mex, Barragán, etcétera. Ser soporte de titulares no es vivido con resignación ni origina una pelea por el cartel al levantar vuelo. “Cuando me llaman de La 100, Lalo se entera y me pide para Lalo por hecho porque le hacía acordar a la negra en sus comienzos, menos guasa, más naïf. Bueno, dije, si voy con Lalo, voy. Yo aprendo a hacer radio: tiene ese oficio a flor de piel como quien anda en bicicleta. Me divierte mucho encabronarlo, decirle a todo que no. Es maravilloso trabajar con gente que siempre está de buen humor y que te dice negra, bajá un cambio, desencabronate, vamos a divertirnos. Entonces me olvido de que estoy saliendo al aire. Y nos divertimos.”
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