NEIL YOUNG, LEYENDA DEL ROCK Y DIRECTOR DE CINE
El músico se puso tras las cámaras en un documental sobre una de sus giras recientes. Y no cualquiera. El film retrata su tour de 2006 con los viejos compañeros Crosby, Stills y Nash, reunidos para protestar contra la guerra de Irak.
› Por Diego Manrique *
Desde Madrid
El grito antibelicista de Neil Young se dejó sentir en el Festival de Cine de San Sebastián. Se trata de CSNY/Déjà vu, la película sobre la gira contra la guerra de su viejo grupo, Crosby, Stills, Nash & Young, que recorrió Estados Unidos en 2006. Se produjo allí un curioso enfrentamiento: cuatro iconos de los sesenta escandalizando a parte de su público cuando proponían destituir a Bush (“Let’s impeach the president”). Hubo amenazas de bomba y se incrementó la seguridad. Se oyeron abucheos y en la película se ve a espectadores abandonando ostentosamente un auditorio: la cámara recoge su ira ante el hecho de que se mezcle rock y política. Young (Toronto, 1945) se ríe: “Ellos sabían lo que íbamos a cantar y, de todas formas, pagaron y vinieron. Querían montar una protesta, querían hacer un acto político... ¡lo mismo que nosotros!”.
La película se esfuerza en mostrar las reacciones de los oyentes. Explica Young: “Queríamos enfatizarlo. Un concierto no es completo sin el público. Siempre me molestan esos documentales donde las cámaras no se mueven de los músicos”. Además, algunos de los músicos no se conservan precisamente apolíneos: en el cartel de CSNY/Déjà vu, Stephen Stills y David Crosby están representados por fotos de finales de los sesenta. Young no quiere quedarse en esos detalles: “Lo que aprendí es que hay mayor intolerancia hacia la disidencia. En los sesenta, podíamos paralizar las universidades y salíamos en todos los medios; quizá nos consideraban irrelevantes. Ahora, hay temor a dar espacio a opiniones que pueden considerarse antipatrióticas. Por eso la película insiste en mostrar cómo participamos en el proceso político, apoyando a candidatos en contra de la invasión de Irak o interactuando con soldados que estuvieron allí y con sus familias’. CSNY/Déjà vu repasa repertorio comprometido del cuarteto y de sus trabajos en solitario. Se rescata incluso “Wooden ships”, aquella fantasía de Crosby que, ante la inminencia del apocalipsis nuclear, sugería escapar en veleros hacia la inmensidad del Pacífico. Young lo denunció como una necedad hippy pero ahora lo acepta: “Quisimos mostrar toda la variedad de la protesta de los sesenta. También suena mi ‘Ohio’, que ahora felizmente no es pertinente: ni siquiera Bush se atrevería a matar estudiantes en una manifestación pacífica”. El documental también permite dirigir el foco hacia la labor cinematográfica de Young. Una faceta poco reconocida: en un reciente libro panorámico, ¡Rock, acción! Ensayos sobre cine y música popular (Avantpress, Valencia, 2008) ni siquiera se menciona a Young, que ha firmado cinco películas, bajo el seudónimo de Bernard Shakey.
El nombre (Bernardo Tembloroso) parece relativizar sus aspiraciones como director: “Me gusta hacer cine fuera de los esquemas de Hollywood. De niño, me encantaban las películas de ciencia ficción, que seguramente eran muy malas pero te disparaban la imaginación. Más adelante, descubrí a Godard, Fellini y otros cineastas que renovaban el lenguaje. Digamos que me empujaron a experimentar”. Se declara espiritualmente conectado con directores como Jonathan Demme o Jim Jarmusch, para el que trabajó musicalmente en Dead man en 1996: “Fue un encargo al borde del precipicio, no tenían dinero ni tiempo para el score. Pude verla tres veces y me puse a trabajar. Tenía la melodía principal pero el resto se hizo improvisando, en cuatro horas de estudio”.
Young está trabajando ahora en Linc/Volt, cuyo argumento describe como “la lucha por conseguir que los coches puedan moverse con motores híbridos, usando electricidad y gasolina”. Young es, junto a Tom Waits, una de las pocas primeras figuras del rock que rechazan los patrocinios: “Y seguiría oponiéndome, aunque yo fuera el único. Corrompen el sentido de la música. Rechazo unir mi nombre al de una compañía que puede tener negocios inmorales o prácticas laborales esclavistas. No entiendo que haga eso una superestrella, que gana mucho dinero: me parece pura codicia”.
En la transmisión de su aparición en el festival madrileño Rock in Rio, Young fue castigado en toda regla: le cayó encima una oleada de spots publicitarios y unos locutores irreverentes. “Sí, me lo contaron luego. Yo andaba demasiado ocupado con el sonido del recinto, que no era satisfactorio. Además, queríamos tocar ‘A day in the life’, de Los Beatles, que no es sencilla.” Lleva Young una racha de alta productividad: aparte de las dos versiones del disco anti-Bush, Living with war, está rescatando grabaciones en vivo, a veces tan exquisitas como el Live at Massey Hall 1971. Y anuncia la publicación en noviembre de su monumental The archives Vol. 1 1963-1972, que incluirá ocho CD y dos DVD. Lleva años prometiéndolo, así que mejor no aguantar la respiración. Se justifica: “Está preparado pero todavía tenemos que mejorar la versión Blu Ray, que es mi soporte favorito”. Aquí se calienta: “El CD fue un desastre pero todo empeoró con el MP3. Es una tragedia que la gente escuche música en las computadoras o en esos aparatitos. No dan sonido real, son como esos juguetes de plástico que venden en los supermercados. Hemos dejado que las empresas informáticas definan lo que es un buen sonido y han demostrado que no tienen ni idea de alta fidelidad. Hacen máquinas muy bonitas pero suenan a mierda. ¿Sabes una cosa? Estuve en casa de Steve Jobs, el jefe de Apple. Y en su salón tenía elepés y un tocadiscos”.
* De El País de Madrid. Especial para PáginaI12.
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