ENTREVISTA AL PERIODISTA Y MATEMáTICO ADRIáN PAENZA
Hoy presentará en la Biblioteca Nacional el cuarto tomo de Matemática... ¿estás ahí? Paenza habla del éxito de la saga, pero desmitifica la condición de “ganadores” y “perdedores” que muchos derivan de la resolución o no de un problema.
› Por Silvina Friera
La matemática es una ciencia más amigable, parece más viva que nunca, desde que Adrián Paenza se animó a poner el cuerpo y plantear problemas en Matemática... ¿estás ahí? Hace tres años comenzó este peculiar fenómeno en el que chicos, jóvenes y adultos, seducidos por la propuesta de pensar, dudar y equivocarse, intentan llegar a las respuestas, sin espiar, claro, las soluciones que se publican al final de cada libro. Poco a poco, tomo tras tomo, error tras error, acierto tras acierto, muchos fueron sumándose a esta “cruzada” y se pasaron “del lado de la matemática”. Empezaron a perder ese miedo tan generalizado a no entender. En el baúl del matemático y periodista siempre hay nuevas dificultades para resolver: sobre sandwiches, medialunas y sistemas de ecuaciones, sobre la naranja y los diámetros distintos, sobre cómo cortar una pizza, varios sobre sombreros, sobre bolitas de colores; “números que cuentan lo suyo” (por ejemplo, comprobar las propiedades escondidas que tiene el ISBN), reflexiones y juegos matemáticos –¿Messi o Crespo para patear un penal? ¿Cuántos minutos debe jugar Manu Ginóbili?– y curiosidades con el número 666, que además de ser el símbolo del infierno o del diablo es la suma de todos los números que hay en una ruleta (del 0 al 36) y la suma de los cuadrados de los primeros siete números primos. Estos y muchos otros problemas y desafíos aparecen en Episodio 100, publicado por Siglo XXI, el cuarto tomo de las aventuras de Paenza en el país de la matemática, que se presenta hoy a las 19 en la Biblioteca Nacional.
“La matemática no se va a agotar nunca, el que se va a agotar soy yo porque estoy escribiendo un libro por año –bromea Paenza en un bar de Las Heras y Billinghurst–. Nunca pensé que iba a pasar esto cuando apareció el primer libro. Después de que se publicó el segundo, no sabía si iba a escribir el tercero. Pero Carlos Díaz (de la editorial Siglo XXI) me dijo: ‘Yo te voy a publicar los libros que vos quieras’. Que te digan eso es una caricia en el corazón. Para cualquiera que escribe, encontrar una persona que está del otro lado dispuesta a publicarte genera al mismo tiempo una responsabilidad. Antes de escribir el cuarto libro dije: ‘Voy a terminar’, pero ya estoy escribiendo el quinto –revela el matemático y periodista en la entrevista con PáginaI12–. No es que se me ocurre una idea, me siento y ya la escribo. Me lleva mucho tiempo. Pero ésta es una de las etapas más lindas de mi vida, me siento hiper productivo, con muchas ganas, muy estimulado. Alrededor de mí se generó un grupo de gente que tiene muchas cosas para decir, que me nutren con mucho material y me sugieren ideas.”
–En Episodio 100, a diferencia de los otros libros, se nota más que apela permanentemente a la nota al pie para comentar los aportes que recibió de otros matemáticos o lectores.
–Sí, es un recurso permanente, porque no quiero dejar de darle crédito cada vez más a la cantidad de gente que está participando en esto. Porque las historias no son mías, por supuesto que el libro contiene un montón de cosas que tienen que ver conmigo, la forma de presentarlo, la selección del material, pero yo no me quiero quedar con el crédito. Hay algunas historias que se conocen desde hace 400 años. Si yo me encuentro con una persona en un bar, un ex alumno mío o un compañero de la facultad y me dice: “Mirá, vos publicaste esto, pero se podría haber resuelto de esta otra manera”, ¿por qué no le voy a dar crédito? El libro demuestra que hay un montón de gente que está involucrada, pensando.
–En este libro hay un trabajo sobre “el miedo” que genera la matemática. ¿Hasta qué punto cree que en estos últimos años se fue perdiendo ese miedo?
–Quién sabe si tengo razón, ¿no? Yo viví ese temor a la matemática en el aula. Hay un halo de que es algo extraño, que uno no va a entender, que es complicado, que para qué sirve; es una suerte de filtro que uno tiene que pasar por la vida y aquellos que son más fuertes toleran ser castigados con piedrazos. Aparte, el que supera ese miedo a la matemática tiene patente de inteligente, cosa que me resisto a usar por que no sé bien qué es la inteligencia, pero dentro de la sociedad la concepción es que es un bocho, un nerd, está con la cabeza en otra cosa, es distinto. Lamentablemente no creo en eso, me parece perverso y por eso lo quiero discutir.
–¿Por dónde pasaría esa discusión?
–Como sociedad parece que necesitamos saber quién es el mejor de todos, quién salta más alto, quién corre más rápido, quién es el ganador. Pero en todo caso ganador hay uno solo y todos los demás ¿qué somos? ¿Perdedores? Esa es una sensación fea que genera la matemática: que el primero que llega a resolver un problema es el ganador; entonces los otros qué hacen. Hay que aprender a coexistir con la frustración de no saber algo. Uno no es peor porque primero se le ocurrió a otro. A mí no me gusta escribir las soluciones, yo quisiera poder escribir en el texto aun el error, mostrar cómo uno piensa. Los científicos publican sólo las cosas que les salen bien, pero también se equivocan. ¿Cuál es el problema que no se puede tolerar el error?
–Quizás el problema es que no se entiende que se aprende más con el error. Aprender parece ser sinónimo de acertar...
–Claro, la única manera de aprender es con el error. El acierto de entrada es como sacar generala servida. Y sí, puede ser que pase, pero la probabilidad es baja. Y además es muy frustrante, porque cómo hacés si no se te ocurre cómo resolver un problema. Eso es lo que genera miedo. El mensaje que quiero dejar siempre es que si te equivocás no pasa nada, que hay que equivocarse. La equivocación no es una etiqueta final, la equivocación es parte del acierto. Para poder llegar al acierto es necesario pasar por una serie de etapas en donde pareciera que hay una equivocación. Para poder encontrar el camino adecuado primero hay que probar por otros caminos que no sirven. Pero eso que no sirvió en ese momento puede servir después. La matemática excede el marco propiamente dicho de llegada, de que se pregunta una cosa, se concluye otra y no hay nada más para pensar. No es así.
–¿Por qué en otras ciencias la equivocación no está tan penalizada como en la matemática?
–Las ciencias sociales no son taxativas, la matemática está bien o está mal, no hay alternativas o posibles lecturas. Frente a un problema hay un resultado. Las ciencias sociales toleran interpretaciones, opiniones; en la matemática no es así. Pero también es matemática otra cosa. Por ejemplo: dos personas juegan a tirar una moneda al mejor de siete veces. De pronto se corta la luz cuando va ganando uno de los jugadores tres a dos. Cada uno había puesto 50 pesos. Hay varias alternativas para resolver cómo separar el dinero: puede ser 50 para cada uno, 60 y 40, 66 y 33, o 75 y 25. No hay una manera correcta porque hay que rehacer las reglas del juego. Ahora, si nadie está educado para pensar eso, queda como que hay una sola posibilidad. La matemática no te dice cuál elegir, pero te educa para saber que hay otras maneras de entender el problema y elegir después con otros criterios. En este sentido, la matemática ya no es más “éste es el resultado correcto y éste el incorrecto”. Siempre hay algo más para pensar y la matemática no está reducida a hacer una cuenta. La matemática es la capacidad para pensar, para conjeturar, para salirse del plano, para “pensar fuera de la caja”, como lo llaman los norteamericanos.
Antes de que Episodio 100 viera la luz, Emanuel “Manu” Ginóbili leyó el manuscrito. Paenza dice que Ginóbili es muy “curioso” y que está “muy interesado” en los problemas que plantea la matemática. “A Manu, como a Nocioni y a Scola, integrantes de la selección argentina de básquet que fue medalla de bronce, les interesa la matemática. Manu resuelve algunos de los problemas para los compañeros cuando viaja en los aviones. Le di el libro para que lo leyera y descubrió que en una de las historias, cómo pasar líquido de unos barriles a unos baldes, yo no había escrito, porque no lo consideré necesario, que no se podía tirar leche. Manu encontró una fórmula que resolvía el problema pero que usaba el hecho de poder tirar leche. Ese aporte fue muy valioso para mí –confiesa Paenza–. Uno no se imagina a un atleta profesional de la súper competencia resolviendo problemas de matemática. Manu leyó el manuscrito del libro con tanto cuidado que descubrió el error. Y se permitió pensar que había un error, que yo podía equivocarme.”
–Qué lector atento que tuvo, ¿no?
–Manu es una persona extraordinaria en el sentido literal de la palabra. El no mira inmediatamente la solución del problema en el libro. Se banca la frustración de no saber y está expectante de que yo esté haciendo alguna cosa nueva para que le cuente y tenga más problemas para resolver. Manu me dice que no cree que la gente tenga tanto rechazo por la matemática como yo creo. A él le parece que eso fue en otra época, que ahora no es tan así. Nocioni, al que veo más seguido porque vive en Chicago, también está interesado. El me discute de otra manera, me pelea, y Scola también. Con esto quiero demostrar que la matemática no sólo les interesa a los matemáticos. Lo más interesante es la posibilidad de entrenarse para pensar. Pensar determinados problemas mejora la vida cotidiana.
–Y usted también demuestra, hacia el final del libro, que la matemática es bella.
–Una de las cosas que se discute es cuál es la tarea de un matemático, qué hace. Hoy la definición más aceptada es que un matemático se encarga de la búsqueda de patrones, de patrones de forma, de movimiento, de patrones numéricos. Y esto permite que se pueda exhibir la belleza de la matemática. Hay algunas cosas que son maravillosas. Ahora, como en el cuento de la princesa del primer libro, para poder verlo necesitás los anteojos. También quise mostrar cómo hay gente en el mundo que se reúne anualmente para discutir cómo ligar la matemática con la magia. Se hacen un montón de trucos, pero no me gusta llamarlos trucos, porque los magos son los que hacen trucos; la matemática lo que tiene es problemas para resolver. Si estuviéramos en otro contexto, no me molestaría usar la palabra truco, pero truco está ligado a hacer trampa, y no quiero que sea así porque eso genera frustración. Mi aspiración no es que todo el mundo sea matemático en la vida, pero por lo menos que antes de desecharla sepan que está en el menú.
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