OPINION
› Por Miguel Alejo Spivacow *
Se rinde homenaje a un hombre que, tanto en Eudeba como en el Centro Editor de América Latina, peleó por una cultura accesible a las grandes mayorías. Para mi padre la cultura era un bien en sí mismo pero, en lo fundamental, era una herramienta para construir una sociedad más justa y desarrollar una vida más plena. Entendía que la cultura capacita a la gente para pensar, pensaba que promover cultura era su manera de luchar por un mundo mejor. Por esto mismo su trabajo editorial en Eudeba fue interrumpido por la dictadura de Onganía y ya en el Centro Editor, años después, los militares del llamado “Proceso” quemaban en grandes hogueras los libros que él editaba. Fue un hombre que, desde la izquierda y sin partidismos, corrió todos los peligros que en los años de dictaduras militares corrieron los argentinos que enfrentaban a los asesinos que gobernaban nuestro país.
Quisiera mencionar a mi madre, María Estela Pigretti. Si mi padre estuviera entre nosotros, seguramente mencionaría, al recibir este reconocimiento, lo mucho que ella lo acompañó. También creo que mi padre señalaría con énfasis su pertenencia a una generación de hombres y mujeres que se nuclearon en la Universidad de Buenos Aires y que pensaron la educación como un objetivo prioritario, soñaron una Argentina donde la universidad y el saber estuvieran al alcance de todos.
En fin, las heridas en nuestra sociedad no están cerradas, y más aún, continúa la batalla por la cultura y por la dignidad de las mayorías, continúa la lucha por un país más justo y solidario. Creo que si mi padre estuviera vivo hubiera aceptado este homenaje como un tributo del pueblo de nuestra ciudad de Buenos Aires, a la que tanto quiso. Creo también que no hubiera dejado de decir que esta aceptación no borra ni un ápice su profunda enemistad con algunos personajes que hoy se visten con otros ropajes y ayer fueron cómplices de la dictadura.
Mi padre fue un luchador y jamás negoció sus convicciones. Era una persona a la que no le interesaban las distinciones pero sí le interesaba mucho la honestidad. Por esto me resulta importante repetir desde qué lugar creo yo que hubiera aceptado este homenaje: desde la izquierda y la cultura popular, desde el compromiso con nuestro pueblo argentino, largamente maltratado por sus dirigentes, desde ese lugar en el que siempre estuvo, de independencia respecto de los poderes establecidos y de lucha por un mundo más justo y solidario.
* Palabras pronunciadas por el hijo de Boris Spivacow, en el acto en memoria de su padre organizado en la Legislatura, en el marco del cincuentenario de Eudeba.
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