HENNING MANKELL, EL AUTOR DE LOS VEINTICINCO MILLONES DE EJEMPLARES VENDIDOS
El escritor sueco, padre del ya célebre detective Wallander, justifica su defensa activa de Africa y ofrece las claves que volvieron masiva su criatura de ficción. “Es popular porque es una persona como usted o como yo”, argumenta.
› Por Silvina Friera
Un señor alto y macizo, que se parece al escritor sueco más leído en su país, con 25 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, extiende la mano. Henning Mankell, de él se trata, saluda a cada uno de los periodistas que lo esperan en un elegante salón de la residencia de la Embajada de Suecia, en Barrio Parque. El apretón que da es fuerte; parece que no quiere soltar la mano de Página/12. De pronto la cronista recuerda un detalle biográfico de Mankell, que fue abandonado por su madre cuando tenía un año y que ese desgarramiento lo marcó para siempre, y sospecha que ese modo de saludar, como si no quisiera desprenderse de la mano de su ocasional interlocutora, es la manera en que se camufla el sentimiento de orfandad que desde entonces acompaña al escritor. La estrella de esta edición de la Feria del Libro es un hombre sencillo, entusiasta, afable. No está subido al pedestal de la celebridad ni mira con esa expresión avinagrada o de perro apaleado que adquieren algunos rostros cuando la fama golpea sus mejillas. Lo primero que dice el padre de Wallander, un personaje que ya se exhibe en la galería de los mejores detectives de la literatura, en un español modulado en cámara lenta y combinado con el portuñol, es que no habla español, pero sí portugués. Así que decide hablar en inglés. “Siempre quise conocer Buenos Aires –confiesa–. Tengo la impresión de que es una ciudad mágica, con un montón de mitologías.”
Mankell, que ya se puso en el bolsillo a la concurrencia con su cálido apretón de manos, cuenta que lo que conoce de la Argentina es por los exiliados argentinos que se refugiaron en su país. “Todos sabemos por qué había argentinos en Suecia, por lo que sucedió en esos malos tiempos. Fue terrible no sólo por lo que pasó con la joven sueca desaparecida Dagmar Hagelin. Les puedo asegurar que nunca hubiera visitado este país en tiempos de dictadura, pero ahora estoy muy feliz de estar acá.” El escritor, que desde hace veinte años pasa la mitad de sus días entre Estocolmo y Maputo, la capital de Mozambique, donde dirige el Teatro Avenida, recuerda una anécdota para tratar de explicar la popularidad de su criatura. En 1994, cuando en Suecia se hizo el referéndum para consultar si se ingresaba o no en la Unión Europea, Mankell caminaba tranquilo por una calle de Estocolmo y un hombre le preguntó: “¿Me puede decir si Wallander votaría por el sí o por el no?”. El escritor pensó y le respondió que seguramente Wallander votaría lo opuesto a lo que votaría él. “Wallander es tan popular porque es una persona como usted –dice señalando la primera fila de periodistas– o como yo. Es una persona que cambia todo el tiempo. A esta popularidad la llamaría el ‘síndrome de la diabetes’. Después de tres novelas tuve una conversación con una doctora y le pregunté qué enfermedad le adjudicaría al personaje. Y ella me respondió que sin dudas, por su manera de vivir, le agarraría diabetes. Y esto muestra que es una persona común y corriente. ¿Ustedes se pueden imaginar a James Bond con diabetes? No, no sería posible.”
“El rol del escritor tiene que ser importante, si no algo está mal –advierte el autor, que a los 18 años ya había escrito dos piezas de teatro, y a los 20, una primera novela sobre la lucha de la clase obrera–. Lo que puede salvar a los humanos es la capacidad de diálogo y de poder escuchar. Es una verdadera vergüenza que haya millones de niños en el mundo que no sepan leer ni escribir. Y esto es algo que se puede cambiar. El costo para erradicar el analfabetismo es el mismo que en Europa gastamos para la comida de gatos y de perros. Una persona que no sabe leer es una persona sin manos; creo que los escritores deberían escuchar más y abrir los ojos sobre lo que está pasando en este mundo terrible.”
Mankell, nacido en Estocolmo en 1948, llegó al continente africano cuando era muy joven porque quería conocer el mundo fuera del etnocentrismo europeo y ver las cosas desde otra perspectiva. “Africa me hizo mucho mejor persona y por eso vuelvo y escribo mucho sobre ella. Me da mucha rabia cómo el mundo ha tratado a Africa –admite el escritor–. Cuando llegó la literatura latinoamericana a Europa, cambió nuestra perspectiva y nuestra imaginación. Creo que pronto pasará lo mismo con la llegada de la literatura africana, que cambiará nuestra manera de ver el mundo. Espero poder disfrutar de ese momento”, agregó el autor de la saga de Wallander, que arrancó con Asesinos sin rostro (1991) y de Moriré, pero mi memoria sobrevivirá, una reflexión sobre el devastador impacto de la epidemia del sida en el continente africano. “La gente pobre de Africa no tiene nada que ver con esta crisis financiera mundial, pero son los que sufren las peores consecuencias. Se ha aprobado darles tres trillones de dólares a los bancos cuando hacen falta veinte millones para poder solucionar los problemas de los países pobres. Y este dinero no se da. Me da mucha rabia ver cómo los bancos estadounidenses han creado esta estrategia, pero también me da mucha energía para escribir.”
El escritor sueco reconoce el malestar que siente ante los medios de comunicación. “Condeno a los periodistas de todo el mundo por manipular la imagen de Africa. Los medios europeos describen cómo muere la gente de Africa, pero no cómo vive allí. Los medios en Suecia están más interesados en noticias que no son noticias, quién se divorció de quién, y no de los asuntos que realmente importan. Muchos medios no explican las razones que hay detrás de un crimen. Cuando un inmigrante comete un crimen en Suecia, se subraya que la persona es inmigrante, como si esa fuera la razón, pero no se dice por qué lo ha hecho.” Mankell desparrama anécdotas en cada una de sus respuestas. Cuando está en Suecia, las noticias sobre Mozambique suben un 50 por ciento. Aunque parezca exagerado, revela en parte el problema que describe. “Los africanos aparecen en los medios como buenos futbolistas, corredores o que bailan bien, pero nada más. Tenemos que cambiar esta imagen.” Ante la pregunta sobre la crisis financiera internacional, el escritor señala que ha golpeado fuerte a los suecos. “Nunca vimos a tanta gente perder sus trabajos en tan poco tiempo, especialmente se ha sentido en la industria automotriz. Espero que esto ayude a generar una nueva conciencia, que este 1º de mayo la gente salga a las calles para manifestarse contra esta situación tan difícil.”
Cuando Mankell empezó a escribir novelas policiales, el suceso que generó inspiró a muchos otros autores. “Es algo parecido a lo que pasó con el famoso tenista sueco Borg. Cuando él se hizo famoso, todos empezaron a jugar al tenis, los padres llevaron a sus hijos a las escuelas de tenis, y de ahí salieron muchos tenistas, pero Suecia nunca había sido un país de tenistas. El policial comenzó con los dramas griegos. Medea es una obra sobre una mujer que mata a sus dos hijos por celos a un hombre. Si esto no es una historia de crimen, un policial, entonces no sé cómo describirla. Para mí la mejor historia policial ha sido Macbeth; las historias de crímenes explican muy bien las contradicciones entre los humanos”, aclara el escritor.
Los fanáticos de Wallander tienen motivos para celebrar. El escritor publicará el próximo 18 de agosto en Suecia la novela El hombre inquieto, la que será la última entrega de su serie sobre el famoso inspector, un libro de 600 páginas que probablemente llegará a las librerías de la Argentina recién en 2010. “No podré escribir otra historia más de Wallander. Aunque no muere, pasan cosas que hacen que él no pueda continuar con su trabajo”, anticipa Mankell. Cuando terminó la serie, hace unos diez años, aseguró que no volvería a escribir un nuevo libro, pero el escritor sueco explica por qué cambió de opinión. “Me di cuenta de que no había escrito un libro sobre la vida de Wallander.” El hombre inquieto, según revela el propio autor, comienza con una escena ocurrida en 1983, en la que el entonces primer ministro sueco Olof Palme, asesinado en 1986, se pregunta con enojo “¿Dónde están las pruebas del submarino ruso?”, que supuestamente había sido encontrado meses antes en aguas suecas. La extensión de esta novela, la más larga que escribió hasta ahora, se debe a la complejidad de la trama. “Escribo libros que yo mismo quiero leer; hasta ahora nadie se ha quejado de que mis libros sean largos –plantea–. Vivimos en un mundo donde todo es fragmentado y rápido, por lo que la gente busca algo más profundo.”
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