EL 1º DE MAYO EN LA RURAL
Pese a los diagnósticos y pronósticos de crisis, la Feria convocó ayer más gente que otros años. Las salas estuvieron llenas y en los stands hubo un movimiento permanente.
› Por Silvina Friera
¡Qué calorcito que hacía ayer en la Rural! El termómetro no marcaba los treinta grados, pero la sensación térmica, como suele suceder todos los feriados del Día del Trabajador, fue elevada por la presencia masiva de la gente. Los que llegaban por plaza Italia e ingresaban por el pabellón Ocre caminaban a paso de tortuga. No había apuro ni obligaciones, sólo ganas de pasear, aprovechar las ofertas y comprarse algunos libros, escuchar las conferencias, charlas o debates que ofrecía la programación. “Todos los años digo que la Feria está mejor y siempre me quedo corto”, le decía un señor a su mujer mientras intentaban avanzar por el pabellón Amarillo. La pareja se acercó al stand 2020 de la Secretaría de Cultura de la Nación. Y se quedó a escuchar a Osvaldo Bayer que estaba dando una conferencia, “Del Día del Trabajador a la fiesta del trabajo: historia de la lucha obrera”, en la que repasó cómo el espíritu de los hombres de mayo fue traicionado por Julio Argentino Roca. “En los diarios de la época se podían leer avisos del tipo ‘hoy entrega de indios’. A toda familia que lo requería se le daba un indio como peón, una china como sirvienta y un chinito como mandadero”, recordó Bayer. “Roca repuso la esclavitud en la Argentina”.
El autor de La Patagonia rebelde mencionó el ejemplo del dirigente sindical Agustín Tosco, miembro de la CGT de los Argentinos y uno de los principales protagonistas del Cordobazo, como “un hombre que vivió humildemente y que siempre estuvo en la primera fila, sacando a la gente a la calle, convenciendo sin violencia”. Una señora tomó el micrófono para comentar que “el tema de la inseguridad es muy roquista; la gente que está pidiendo orden y disciplina quiere que vuelva un nuevo Roca”. Y agregó, además, que el muro que se intentó levantar entre los vecinos de San Fernando y San Isidro “es como el zanjón de Alsina”. Cuando la charla terminó, Página/12 siguió caminando, observando y midiendo la sensación térmica de los expositores. Gladis Abelleyro, de Colihue, parecía una mujer orquesta almodovariana, es decir, al borde de un ataque de nervios. Atendía el teléfono, respondía preguntas por el valor de un libro y en apenas unos segundos, los pocos que tenía para cubrir tantos frentes, le dijo a este diario: “La jornada fue excelente, creo que estuvo mucho mejor que el primero de mayo del año pasado porque hubo más gente y más ventas”.
“Esto es una locura”, señaló Joel Szenkier, encargado del stand de Santillana. No había mejor palabra para definir el extraño zigzag que formaba la cola para pagar en las cajas más la gente que miraba los libros. “Desde las dos de la tarde que arrancó así y no paró.” Desde que abrieron las puertas de la Rural y como si estuvieran vendiendo pan caliente, en el stand de Santillana no paraban de reponer Me llaman Artemio Furia, la novela romántica de Florencia Bonelli que se presenta hoy; El viaje del elefante, de José Saramago, y Purgatorio, la última novela de Tomás Eloy Martínez. Ariel Díaz, del stand de Norma, se toma el exceso de trabajo con humor. “Qué querés que te diga, esto es palo y bolsa. Desde las dos de la tarde que no voy al baño. ¿Alguien me puede conseguir un pañal?”, aseguró Díaz. ¿Y la crisis se notó en la Feria? “La crisis es un invento mediático, acá no se notó para nada”, respondió Díaz, quien aportó un detalle de color: “Este año no están las chicas ofreciendo Fernet, ahora no podemos decir que esta locura sea producto del alcohol gratis”. Los más vendidos en Norma fueron Caudillos, de Pacho O’Donnell junto con Historias insólitas de la Historia Argentina, de Daniel Balmaceda. Marina de la Serna, visitante histórica de la Feria, tiene 35 años y estudia fotografía. “Nunca vine un primero de mayo –aclaró–, pero creo que la gente viene a pasear. Como está todo cerrado es lógico, ¿adónde vas a ir?, a la Feria del Libro.” Horacio García, presidente de la Fundación El Libro, trazó un balance de la jornada. “La crisis se sintió menos en la Feria que en otros lugares. El comentario de la mayoría de los expositores es que menos que el año anterior no han vendido, algunos han vendido más, otros igual. La Feria tiene su propia lógica de funcionamiento. Durante la primera semana empieza despacio hasta que va arrancando hacia la segunda.” El jueves García se topó con tres pibes que andaban con barbijos: “Te diría que lo hacían de joda”. La atípica fiebre que genera la Feria no es joda. Una vez más parece que este clásico del otoño, un tanto caluroso en esta edición, rompió su propio record.
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