Vie 08.05.2009
espectaculos

VER PARA LEER, DOS DVD QUE SE DISTRIBUIRáN EN ESCUELAS Y BIBLIOTECAS

“Están hechos para ser disfrutados”

Juan Sasturain, Pedro Mairal, Claudia Piñeiro, el director de Telefé, Claudio Villarruel, y el ministro de Educación, Juan Carlos Tedesco, pasaron por un “aula” donde compartieron la satisfacción por un nuevo vehículo para estimular la lectura.

› Por Silvina Friera

Tarde de feria en la Rural. El frío llegó. La gente manoteó bufandas, chalinas, saquitos y camperas y se arrimó a la sala José Hernández. “¿Esta es la cola para Sasturain?”, pregunta una señora que tiene cara de haber deambulado, desorientada, por los pabellones. Los escritores amigos aparecen; ingresan Juan Martini, Guillermo Martínez, Leopoldo Brizuela, Pedro Mairal, Claudia Piñeiro y el rey de los editores argentinos, el maestro Daniel Divinsky. La sala principal se puebla con los murmullos de mil personas. El espacio parece que se encogiera, que no alcanzara a dar cuenta de ese fenómeno que generó en la TV y en la cultura Ver para leer. Un compilado de ocho capítulos del programa será distribuido en escuelas y bibliotecas populares del país en dos DVD. La puntualidad no es una virtud argentina, se sabe, pero el público se impacienta y comienza a aplaudir. Una pantalla proyecta una selección con los mejores momentos: se lo ve a Ricardo Piglia intentando aprender origami en el Jardín Japonés, cuando se encuentra con Sasturain, que busca un lugar donde poder leer tranquilo. O a Juan en una escuela de Temperley, rodeado de pibes a quienes les dice: “Espero que si encuentran un libro en la biblioteca lo sepan diferenciar de un ovni”. O a una chica que cuenta que el programa “te lleva a leer libros que no sabíamos que existían”, o un chico que afirma que el escritor “muestra la literatura no como algo tan estructurado”.

¡Alumnos, al aula!

Axel Kuschevatzky, maestro ideal para esta “ceremonia” sin almidones –algo que no abunda en la Feria–, irrumpe en el escenario, ambientado como si fuera un aula de escuela, y presenta al “símbolo sexual”, al “Papá Noel de la literatura”, el hombre que efectuó un giro copernicano en la forma de encarar la difusión de la literatura y los escritores en TV. “Está linda el aula, ¿no?”, dice Sasturain. “Para mí es muy nuevo esto, todavía me siento sapo de otro pozo”, confiesa el escritor. “No podría haber sucedido si no hubiera sido por Telefé y por la idea que se le ocurrió hace tres años largos, en el cumpleaños de mi hija Lola, a Claudio Villarruel, que me dijo: ‘Quiero hacer un programa de libros por la tele y me parece que vos lo podés hacer’. Solamente él lo creía.” Juan plantea que el tema de la literatura en la escuela no es fácil y aclara que no quiere que los programas se conviertan en material de estudio porque “están hechos para ser disfrutados”. Como en Ver para leer, Juan no se anima a resolver solo el tópico en cuestión. Les pide ayuda a los amigos: sube al aula Claudia Piñeiro. En uno de los capítulos, la autora de Las viudas de los jueves se encuentra con Juan –disfrazado de preso por plagio, que se fuga de la cárcel con el Rengo, el camaleónico Fabián Arenillas– en una terraza de un edificio.

“Soy de Burzaco; fui al Instituto San José y un sábado venía Borges”, recuerda la escritora. “No lo conocía... Estaba sentado en una silla de plástico y nosotras en varias filas de semicírculos. Borges empezó a explicar que Burzaco y Turdera era zona de orilleros y Temperley y Adrogué de gente bien. Yo me ofendí terriblemente. ¡Cómo este hombre va a venir a Burzaco a decirnos que somos orilleros! Pero gracias a esa ofensa entre comillas salí deseosa de ver qué contaba de los orilleros. Salí con el deseo de leer a ese escritor, y eso es lo que se puede rescatar del encuentro con los escritores.” La alumna se sienta en uno de los bancos: le toca subir a Pedro Mairal. “El capítulo en el que salí no está en los videos porque era sobre literatura erótica”, revela el autor de Una noche con Sabrina Love. “Lo hicimos en un cabaret con chicas que bailaban en el caño. Así que no era políticamente correcto para las escuelas.”

Cada año, cuando terminaba la cursada, el escritor tiraba la carpeta por la ventana del tren, si no se llevaba ninguna materia. “Era muy liberador; me liberaba de todo eso que me habían hecho aprender, y efectivamente se me fueron de la cabeza las ecuaciones matemáticas, la física y la química, pero todo lo que fue literatura me quedó pegado en la cabeza: los poemas que nos hacían repetir de memoria, los cuentos, las novelas que nos hacían leer forzosamente”, precisa Mairal. “Es importante abrir puertas a los adolescentes, después cada uno verá qué camino sigue. Un material así en las aulas, que acerca tanto la idea de lo que es un escritor, hace que a los chicos les parezca posible ser escritores o profesores de literatura; que los libros no son ovnis ni los escritores extraterrestres.” Mairal menciona que un escritor dominicano (Junot Díaz, que se reunió con un grupo de escritores argentinos en Eterna Cadencia) le preguntó si había escritores de sectores populares o pobres en la Argentina. “La verdad es que hay muy pocos. Hay un abismo: según las estadísticas, hay un millón de chicos que no están yendo al colegio. Todo lo que se puede hacer para facilitar la comunicación entre los chicos y los libros es bienvenido.”

Nadie puso un peso

El alumno Villarruel, director del canal de las pelotitas, ingresa al aula. “Es loco un hombre de la TV entre escritores, una cosa rarísima”, dice. “Los productores somos un poco de todo porque nos fuimos frustrando a lo largo del tiempo y siempre lo ponemos en programas como Ver para leer; alguna vez uno quiso escribir pero se dio cuenta de que no podía.” Villarruel plantea que siempre le interesó llevar a la TV las experiencias y satisfacciones que siente la gente cuando lee una novela o un cuento. “Teníamos el guión, pero faltaba un protagonista. Y no aparecía. Porque también estaba el prejuicio de llamar a un escritor porque los escritores piensan que todos somos descerebrados. Pero había una amistad de por medio y en el cumpleaños de la hija de Juan lo vi hacer las mismas payasadas que hace en el programa. Ahí le propuse la idea.” El director de Telefé hace hincapié en el esfuerzo que significó hacer “este humilde programa” en la TV privada, sin apoyos, solo el auspicio de la Fundación YPF. “Los anunciantes siempre dicen que quieren una mejor televisión, pero cuando hicimos este programa y se lo presentamos, nadie puso un peso. Sólo YPF”, cuestiona. “Que el programa hoy pueda llegar a todas las escuelas y las bibliotecas es una de mis mayores felicidades y alegrías como creador de algo”, admite el ideólogo de Ver para leer. “Alguna crítica maliciosa decía que para Telefé la cultura era para los trasnochados. Será para los trasnochados, pero para otros canales la cultura no es para ninguna hora”, ironiza este dichoso señor, que anuncia que la tercera temporada empezará, “como todo”, después de las elecciones de junio.

Llega la autoridad, el ministro de Educación de la Nación, Juan Carlos Tedesco. “Esto que vivimos hoy es muy especial por esta alianza de actores que tradicionalmente en nuestro país no se juntaban: la empresa, la TV y un organismo público, un ministerio. Me parece que se están superando muchas antinomias”, advierte. “La primera es la de los intelectuales en la TV. Para que se diera ese salto, hizo falta que los intelectuales se comprometieran con la TV, que superaran ese prejuicio de que la TV siempre era sinónimo de segunda.” Otra antinomia que este programa supera es entre ver y leer. “Todos creíamos hace un tiempo que con la TV y la imagen se iba a arruinar la lectura. Y no fue así. Para ver bien hay que leer bien, y para leer bien también hay que ver bien. Se movilizan dos dimensiones, lo emotivo y lo racional; no es una u otra, son las dos”, explica el ministro. “Hay otra antinomia que estamos superando entre lo prescriptivo, lo obligatorio, y el placer, el juego y la diversión. Para divertirse hay que saber, hay que dominar el código. Alguien tiene que asumir esa parte obligatoria, porque si no lo hace nadie privamos a nuestros chicos del placer.” Tedesco reconoce que a los educadores les toca esa parte “ingrata” y “aburrida” de lo prescriptivo. “Pero, a veces, nos pasamos de aburridos y necesitamos de esta alianza para que el placer entre en la parte educativa. Con estas alianzas garantizamos el derecho a la lectura.”

El aula se alborota cuando Kuschevatzky dice que “Juan es el candidato perfecto para el tizazo”. María del Carmen Bianchi, presidenta de la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares, destaca que la alianza entre el sector privado, el público, los escritores y la TV, puesta al servicio de la lectura, “hace caminar los libros a lugares impensados”. Bianchi regala una anécdota final por lo “trasnochado” del programa. “Yo también pensaba, ¿lo verá alguien? Pero un mediodía salimos con Juan y venía un grupo de chicos con sus guardapolvos y uno le gritó: ‘Vos sos el gordo de los libros’. Efectivamente, los chicos lo ven.”

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