XEITO NOVO, 25 AñOS DE MúSICA CELTA
› Por Cristian Vitale
25 años hace que Xeito Novo acompaña las demandas celtas de su mayor colectividad en la Argentina: la gallega. Allá lejos en el tiempo, cuando nació, con una música estrictamente ligada a lo tradicional, que se deja ver a través del disco debut –Xeito Novo, 1986–. Covers de folk gallego y, en menor medida, bretón, irlandés y galés, ejecutados los instrumentos justos y necesarios: violín, gaita, laúd, bandurria y pandereta. Y acá cerca, con la incorporación de un arsenal de instrumentos eléctricos, mediante una sana fusión que atrajo el interés de Lito Vitale –productor de Xanelas, 2006– y admitió los aportes del Chango Spasiuk y Mimi Maura.
“El gran cambio ocurrió cuando Carlos, uno de los gaiteros del grupo, viajó a Europa y observó las nuevas tendencias en la mismísima cuna del género. Ahí se nos abrió la cabeza”, dispara Luis Lamas, que además de ser el percusionista estable, figura como coordinador del proyecto y planificador de la grabación en los créditos del último disco.
Una demostración del puente entre lo viejo y lo nuevo es lo que el octeto (Virginia Alvarez, Marcos Meroni, Tony Ingiula, Sebastián Fentanes, Marcelo Fernández, Roberto Arnold, Carolina Alberdi y el mismo Lamas) mostrará hoy –para festejar el cumple– en el ND/Ateneo, a las 21. “Si bien la mayoría somos descendientes de gallegos, no estamos para nada fuera de lo que se entiende como música universal. Todos venimos, de una u otra forma, del jazz, el pop, el rock o el tango y la combinatoria de estos géneros con la música que llevamos en la sangre te da Xeito Novo”, se explaya Lamas, el más joven de los ocho.
–De hecho, Xeito Novo quiere decir nueva forma...
–Es exactamente la pregunta que nos hicimos cuando el grupo se abrió. ¿Por qué no fusionar, no incorporar?, ¿por qué vamos a tocar sólo para nuestros abuelos? Es cierto que al principio fue como una militancia, porque nos costó muchísimo que esto de la “música celta” se instalara en Argentina. Cuando el grupo sacó el primer disco, no había bateas donde acomodarlo. Lo ponían en las de folklore, o en las de new age, hasta que se le encontró una góndola. Y sí: era un grupo muy puertas adentro, para la colectividad... hasta que nos abrimos. Si la nuestra es música energética, ¡pues abrámonos a la sociedad, amigo! Fue nuestra apuesta más fuerte.
Los primeros esbozos del cambio se dieron en Galimerica, disco en el que, pese a su impronta “ortodoxa”, el grupo incorpora dos temas de “rock celta” tomados en vivo del ciclo de conciertos Fuera de la parroquia, aires de la aldea global: “Viejos prejuicios” y “Baile de pandeiras, danza de marte”. Ya con los siguientes (Campustellae, 1997, y Luz de invierno, 2000) el pacto quedó sellado. Incluso con el espaldarazo que les dio León Gieco –cuándo no– al acoplarse en una formidable versión de “Quen pondera namora-la”. “A esa altura, los temas empezaron a ser todos propios y, en su mayoría, se alejaban un poco de la música tradicional gallega para transformarse en universales. Al tomar una forma más moderna, más enérgica, fuimos atrayendo a gente que no tiene nada que ver con nuestros ancestros”, epiloga Lamas.
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