Es sabido que J. R. R. Tolkien dejó escritas centenares y centenares de páginas que amplían el mundo de El señor de los anillos. Varias de esas páginas siguen llegando a la imprenta gracias al esfuerzo de su hijo, Christopher. Sobre los cuentos de hadas, editado en Argentina por Minotauro, reúne cinco relatos fantásticos y un ensayo acompañados por ilustraciones inéditas del notable dibujante Alan Lee. En realidad, el flamante volumen contiene cuentos que ya se habían publicado con anterioridad, aunque no reunidos en un mismo libro. El criterio que el editor Tom Shippey siguió al seleccionarlos fue el de tratarse de historias del reino de las hadas. La primera de ellas es “Roverandom”, que no se publicó hasta 1998, pero que surgió como narración oral en 1925: Rover o Roverandom es un pequeño perro que, como castigo por ofender a un mago, es convertido en un minúsculo perro de juguete. Si bien el cuento está repleto de maravillas, con escenas de gran belleza, se le critica una carencia de ritmo y tensión. Por eso no es extraño que se publicara 25 años después de la muerte de su autor, 73 años después de ser escrito y 62 años luego de la primera tentativa de publicación. A continuación, “Egidio, el granjero de Ham” abandona el tono inocente y bucea en la tradición. El protagonista es un apacible granjero que, prácticamente por azar, se ve implicado en una lucha contra gigantes y dragones. “Las aventuras de Tom Bombadil” –que aunque no aparece en las películas, es uno de los personajes más misteriosos de El señor de los anillos– consiste en dieciséis poemas publicados entre 1920 y 1930. Los últimos dos relatos son los de corte más adulto, también más agridulce. En ellos, Tolkien introduce al lector en el país de las hadas con mayor profundidad: en “El herrero de Wotton Mayor”, por ejemplo, se aborda la fantasía desde la incredulidad, mientras que “Hoja de Niggle” es una suerte de “testamento literario” del escritor.