El escritor sueco Henning Mankell pasa la mitad de su tiempo en Mozambique, donde dirige el teatro nacional Avenida de Maputo. Sus novelas recogen de manera diversa esa experiencia que lo confronta con su cultura occidental. Lejos del estilo patentado en las novelas del inspector Wallander, en El hijo del viento (Tusquets), Mankell conduce a los lectores a un largo periplo por el Africa y por la Suecia de fines del siglo XIX. Allí, el derrotero de un niño negro es la plataforma para escribir sobre la desconfianza y los prejuicios hacia el “diferente”.
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