LA REUNION DE JORGE COSCIA CON INTELECTUALES DE CARTA ABIERTA
El flamante secretario de Cultura de la Nación intercambió ideas sobre la gestión con Horacio González, David Blaustein y Eduardo Jozami, entre otros. “Carta Abierta tiene que aportar al debate, que es esencialmente cultural”, asume.
El martes a la tarde llovía mucho en Buenos Aires. La lluvia no impidió que un puñado de intelectuales de Carta Abierta, Horacio González, David “Coco” Blaustein, Rodolfo Hamawi, Juano Villafañe, Ernesto Villanueva, Ricardo Rouvier, Jaime Sorín, Eduardo Jozami, María Pía López y Daniel Freidemberg, entre otros, se acercara hasta la avenida Alvear para encontrarse por primera vez con el secretario de Cultura de la Nación, el cineasta Jorge Coscia. En este encuentro descontracturado se puso sobre la mesa una serie de inquietudes compartidas en torno de la política y de la cultura. Desde Asunción (Paraguay), la voz del secretario de Cultura esquiva el cansancio del trajín –aclara que apenas durmió cinco horas– carraspeando de tanto en tanto. “Fue muy enriquecedor escucharlos a todos. Carta Abierta defiende este proyecto de país, pero también tiene un espíritu crítico, en el sentido de analizar los errores y construir hacia delante. Muchos de los que se aferran a la crítica están en la vereda de los reaccionarios”, resume Coscia a Página/12 las impresiones que le quedaron después de la reunión. “Escucharon mis planteos de política cultural, mi visión altamente politizada de la política cultural y altamente culturalizada de la política.” De entrada, Coscia subrayó que no será un secretario de Cultura aséptico. Su perfil político fue la primera carta que desplegó el anfitrión ante sus invitados. No hay fotos que hayan registrado este diálogo amistoso que se prolongó durante más de tres horas.
“Me tiraron muchas ideas y creo que al llamarse Carta Abierta sería muy bueno que pudieran ponerlas en una carta, por escrito”, sugiere Coscia. Entre las numerosas cuestiones que se abordaron, los intelectuales de Carta Abierta le insinuaron que “optimizara” el programa Café Cultura; pero también se explayaron sobre las “falencias del proyecto en torno de la movilización popular”, debatieron acerca de la unanimidad feroz de la mayoría de los medios de comunicación contra el Gobierno, y González propuso la creación de un museo de la lengua como el que funciona actualmente en San Pablo (Brasil). “La finalidad de este encuentro no fue mediática. No me junté con Carta Abierta para sacarme la foto”, ironiza el secretario de Cultura, un tiro por elevación a buena parte de la oposición que se rasga las vestiduras del diálogo, cuando pareciera que lo único que pretende es monologar sus diatribas ante las cámaras. “En esta coyuntura más que nunca, Carta Abierta tiene que aportar al debate, que es esencialmente cultural. Cada vez que hablamos de política, estamos hablando de cultura”, advierte el secretario de Cultura. “En este momento nada mejor que el diálogo y la crítica, que es una vacuna que genera defensa y no debilidad.”
Coscia plantea que Carta Abierta es el “fenómeno cultural más interesante de los últimos tiempos”. En general la intelectualidad, opina el secretario de Cultura, “no ha estado en el campo nacional y popular”. Para el cineasta, precisamente, Carta Abierta rompe con este carácter de excepcionalidad que tiene el hecho de que un grupo de intelectuales acompañe un proyecto nacional y popular. ¿Sabés por qué Jauretche hablaba de los “parasociólogos”? Página/12 se llama al silencio; sabe que está ante un jauretcheano de pura cepa y prefiere, por las dudas, no meter la pata. “Cada vez que Jauretche escuchaba a un sociólogo decía ¡‘Pará sociólogo, pará sociólogo!’”. Las carcajadas de Coscia vibran a través de la línea telefónica y después de festejar la ocurrencia de uno de sus maestros vuelve sobre la importancia de la irrupción de Carta Abierta en el campo cultural. “Ingresaron a escena cuando apareció el pool sojero, lo que defino como el petróleo verde argentino, y se empezó a debatir la redistribución de la riqueza y la resolución 125. Estos intelectuales sentaron posición y dejaron una huella trascendente.” Otros de los temas que surgieron en la charla fue la necesidad de llegar a los más jóvenes, “que aún expresan más el neoliberalismo de los ’90 que los cambios que se dieron a partir del siglo XXI en la Argentina”, reseña el secretario de Cultura.
Horacio González, sociólogo y director de la Biblioteca Nacional, revela que se llevó una “muy buena impresión” de la primera ronda con Coscia. “Me encontré con un hombre que quiere poner todo su empeño y responsabilidad en continuar un proyecto, pero con su impronta personal”, aclara González. “Es una época de profundas dificultades para un secretario de Cultura que asume con un presupuesto estrecho, con una opinión pública en contra del Gobierno y los medios de comunicación que evidencian fuertes controversias con el poder público”, enumera el director de la Biblioteca Nacional algunos de los obstáculos que deberá afrontar el cineasta. “Esa dureza de la época le va a servir de fuente de inspiración para nuevos proyectos.” González cuenta que el secretario de Cultura realizó un “lúcido análisis” de la historia política reciente y exploró “fervores y enconos” de las clases medias. “Coscia planteó que viendo televisión en horarios nocturnos a veces piensa que el opositor es él, dada la homogeneidad de los programas políticos y el a priori demoledor contra las posiciones del Gobierno –repasa el sociólogo–. La televisión funciona como un grupo que detenta una posición de ‘verdad oficial’ casi a modo de una nueva inquisición.”
Sobre su “soñado” proyecto del museo de la lengua, González augura que habrá museos similares en todo el mundo “en la medida en que la lengua es el tejido mismo del ser colectivo”. Inspirado por el Museo de la Lengua de San Pablo, que funciona desde 2006 en el imponente edificio de la Estación Luz, “una maravilla filológica, lúdica e interactiva de la cultura popular”, el sociólogo se comunicó en varias oportunidades con el anterior secretario de Cultura, José Nun, para comentarle la propuesta y solicitarle la cesión del edificio de la ex cárcel de Caseros a la Secretaría de Cultura para la creación del museo. “Imagino que este museo debería generar una iniciativa pública semejante a la que llevó a la formación de la Biblioteca Nacional –compara–. Un museo es una ensoñación que requiere de la movilización social y popular.” El futuro museo de la lengua en la ex cárcel de Caseros recreará la zona y permitirá “replantear la cultura urbana”, además de “revisar las líneas expresivas del país”.
El director de la Biblioteca Nacional apunta que el museo que actualmente funciona en San Pablo fue financiado por el Estado y la Red Globo. Hasta ahora no hay financiamiento a la vista para esta iniciativa, pero pronto llegará. “El desafío es que las cosas se hacen si hay iniciativa popular, a la manera morenista.” Por las dudas, Página/12 precisa que se está refiriendo a Mariano Moreno, para evitar que los cruzados contra el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, salten como leche hervida y crean que detrás del museo de la lengua se esconde otra triquiñuela del “hombre malo” de este gobierno. A propósito de “ángeles y demonios”, González comenta que Coscia recordó que en el siglo XIX se generó una imaginería negativa en torno de Facundo Quiroga, que llevaría a Sarmiento a escribir el Facundo, y cómo el secretario de Cultura conectó esta imaginería con la demonización que ha sufrido recientemente Luis D’Elía. “El respaldo del saber de Coscia proviene de las izquierdas nacionales, del jauretchismo, de Scalabrini Ortiz, de una idea de la cultura popular que se relaciona con un peronismo no institucional”, sintetiza el director de la Biblioteca Nacional. Aún llovía cuando los intelectuales de Carta Abierta y Coscia abandonaron el recoleto edificio de la calle Alvear. Todos se fueron con la sensación de que ese encuentro fue la primera ronda del “gran laboratorio abierto al diálogo” que promete articular la nueva gestión cultural.
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