LA ARTESANíA COMO EJEMPLO DE CULTURA
Interesado en la ritualidad del culto africanista de la kimbanda, Juan Batalla juntó obras de varios artistas argentinos y uruguayos en una exhibición que mira más allá de los cánones habituales del arte y que complementa un libro de Arte Brujo.
Hablar de lo instituido no es referirse necesariamente a las instituciones que muchos discursos implícitamente señalan como únicas, las tradicionales, que son entre las que se tejen las relaciones de poder, mas tampoco a las secundadas por la Modernidad. Lo latente es, en realidad, el reconocimiento de los individuos sobre un conjunto de prácticas que tiene más o menos ciertas características propias. En una galería de arte, por ejemplo, se esperan hallar obras de arte, sean pinturas, esculturas, fotografías o –desde Marcel Duchamp– mingitorios. Pero nadie se pondría a contemplar con verdadero ojo crítico un Gauchito Gil en una santería de San Telmo. Entra aquí la irresuelta discusión del tope que tienen las llamadas artesanías: una estatuilla, rodeada de tantas otras, si no iguales, parecidas, no es considerada una producción artística ad hoc. ¿Pero qué sucedería si a alguien se le ocurriese hacer una exposición en la que ese Gauchito estuviera a la par de una escultura? Combinando esa inquietud y su interés por la ritualidad del culto africanista de la kimbanda, Juan Batalla juntó obras de varios artistas argentinos y uruguayos en Dueños de la encrucijada, estéticas de Exú y Pompa Gira en el Río de la Plata, que se exhibirá hasta el 30 de agosto en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Av. Corrientes 2038) de lunes a sábados de 8 a 20, con entrada libre y gratuita.
En rigor, la muestra es el corolario del libro epónimo publicado el año pasado por la editorial Arte Brujo, que Batalla y el artista plástico Dany Barreto dirigen hace seis. “La intención no es ironizar sobre los cultos africanistas ni ninguna religión popular. La idea es mostrar arte donde otros no la ven. Muchos de los mismos religiosos que fabrican los objetos que están en la muestra no ven el arte que producen sino que lo viven como ritualidad. Entonces, Dueños de la encrucijada pone a esos objetos en situación de arte, en un libro y en la muestra”, explica el curador durante la charla con Página/12, acompañado por Barreto y el fotógrafo Guillermo Srodek Hart, que en la muestra participa con instantáneas de algunos altares de templos kimbanda de Villa Devoto, San Martín y Montevideo. El resto de los artistas que prestaron sus obras a la causa son Marcelo Bordese, Nora Correas, León Ferrari, Angela López Ruiz, Diego Perrotta (cuya muestra personal se exhibe en el Centro Cultural Recoleta), Nico Sara, Melina Scumburdis, Gustavo Tabares, Anabel Vanoni, Margaret Whyte y Guillermo Zabaleta, cada cual bajo la impronta de su estilo, escuela y cercanía a la temática: puestas sus producciones a dialogar, les dan a los pasillos del Rojas un halo entre barroco y kitsch. “Por un lado existen artistas contemporáneos de la Argentina y Uruguay que están dentro de los cultos. Por el otro hay personas que, por algún motivo, se contagiaron de la iconografía y la incorporaron a su trabajo. Y hay unos terceros, que son los que, sin buscarlo específicamente, utilizan la simbología”, puntualiza Batalla, no sin contemplar, claro, las obras de los sacerdotes de algunos de los edificios sagrados que visitaron para escribir el libro: los “fierros”, que un vistazo fugaz confunde con candelabros pero son, en realidad, figuras representativas de los espíritus, y las estatuillas de yeso regulares.
–¿Cómo idearon el paquete literario-plástico que devino en Dueños de la encrucijada?
Juan Batalla: –Tiene que ver con mis intereses personales. Siempre estuve ligado al cruce del arte y la ritualidad, es mi terreno específico. Y en cuanto a la kimbanda y al culto de Exú, es un campo de estudio al que le dediqué años. Cuando observé que había un aspecto de la religiosidad afro que en Uruguay y la Argentina se daba con ciertas características locales, compartidas también con el sur de Brasil, me gustó destacarlo. Queríamos mostrar a los religiosos como artistas que hacen instalaciones, de algún modo.
–¿Qué son Exú y Pompa Gira en el culto de la kimbanda?
Dany Barreto: –Exú y Pompa Gira son dos espíritus de la kimbanda, que proviene del culto africano de la umbanda, pero es más bien una creación del sur de América. Aquí tiene una estética muy particular: los que asisten a los templos se visten de gitanos, cantan en portuñol y con tambores canciones africanas, y entran en trance con Exú y Pompa Gira, que intermedian entre los dioses y los humanos. Por eso se les hacen ceremonias, pedidos y ofrendas.
J. B.: –Se les rinde culto. Están ligados a la transgresión y habitan en los cruces de caminos, en los lugares de conflicto, en los momentos de quiebre. Como son espíritus de personas que vivieron en otros tiempos, se los representa como prostitutas o cafishios, personajes “malos” dentro de una picaresca local.
–Uno de los estigmas que ronda a este culto es la clausura. ¿Cómo se vincularon con los templos y lograron la confianza para observar los rituales y participar de ellos sin restricciones?
D. B.: –Trabajamos siempre en temas vinculados con lo religioso, aparte de hacer otras cosas. Y, por suerte, tenemos muchos amigos antropólogos que nos recomendaron y nos abrieron las puertas de los templos. Ibamos y decíamos: “Venimos de parte de...”, y ya era totalmente distinto. Nos permitieron sacar fotos y nos mostraron mucho más de lo que hubiéramos logrado yendo solos. Claro que si no te conocen se hace muy difícil.
J. B.: –Además les dimos nuestra palabra de que la intención no era ironizar sobre los cultos africanistas, ni sobre ninguna religión popular. La idea es mostrar arte donde otros no la ven.
D. B.: –Hay varios pai (sacerdotes) que sí se dan cuenta de que la ceremonia es totalmente artística, pero hay otros que no la conciben de esa forma. Nosotros lo rescatamos como arte.
Y aquí “rescatar” no es en tanto “robar” ni “pedir prestado”. En su mayoría son obras que remiten a la simbología kimbanda, pero que fueron realizadas por artistas plásticos antes de que el proyecto existiese. Además de las fotos de los altares, algunas de las piezas que componen la muestra son S/T, acrílico sobre tela realizado por Nico Sara, que muestra una mano haciendo cuernitos con los dedos índice y meñique, como hacen los religiosos de la kimbanda durante el trance de los bailes; Quién la tiene más larga, un enorme y llamativo monumento fálico de cera y acero inoxidable realizado por Nora Correas y que es “el eje de la exposición”, cuenta Batalla; una Pompa Gira de yeso policromado, de las que se pueden encontrar en las santerías, que es curiosamente una réplica de la Venus, de Sandro Botticelli, salvo que pintada de rojo, pues “encontraron reflejadas en esa pintura todas las cualidades de la diosa. Es algo así como un ‘sincretismo pop’”, reflexiona Srodek Hart. Infierno es una jaula con santos y diablos realizada por León Ferrari para su serie Ideas para infiernos; y una escultura creada por Dany Barreto, que tomó como modelo a su mascota: “La perra aparece como sagrada, primero porque es La Murciélaga, mi perra (risas)... En realidad, porque siempre me llamó la atención que en culturas antiguas, como la egipcia o la china, adoraran a los animales”.
–¿Cómo son los rituales de los kimbanda? ¿En qué se nota que se trata de un culto que proviene de Africa?
D. B.: –Se nota más en Uruguay, donde hay más negros. Acá no lo veo como algo africano. Es gente de barrio la que participa y no te das cuenta de que es un rito africano. Es como si fueras a la iglesia católica, salvo que con una estética distinta. Yo estudiaba teatro y empecé a ver las ceremonias como obras, porque tienen música, escenografía, vestuario y es un ritual perfecto. Después me enganché un poco más y empecé a hacer consultas: si de repente tenía un problema, hablaba con el pai que quisiera, con naturalidad y respeto. Hay mucha gente que es de otra religión, pero la compatibiliza con ésta.
J. B.: –Existe la magia y eso es una diferencia con otras religiones. Para los kimbanda, el deseo está bien visto, está expresando algo de tu interior y está bien que se manifieste. Y recurren a la magia para que ese deseo suceda en la Tierra.
–Ellos lo llamarán magia, pero desde otros sectores insisten en que es brujería...
J. B.: –Eso le da un halo de oscuridad. También persiste el prejuicio cultural y racial con respecto a la negritud y los estereotipos de inferioridad.
D. B.: –Usan muchas ofrendas de comida, ropa y velas, que nosotros vemos súper artísticas: son como instalaciones en la esquina. Lo que pasa es que la gente se cruza con un plato con pochoclos y una vela roja y ya piensa que es magia negra, aunque en realidad no sea más que una ofrenda por un pedido de trabajo o salud. Lo que sucede es que no están acostumbrados a verlo dentro de esos márgenes.
Informe: Facundo Gari.
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