EL MARTES ARRANCA LA FERIA DEL LIBRO DE FRANKFURT
Habrá 6600 expositores de más de cien países y se esperan 300 mil asistentes. Mempo Giardinelli, José Pablo Feinmann, Osvaldo Bayer, Claudia Piñeiro y Miguel Rep serán parte de la delegación argentina.
› Por Silvina Friera
La fiesta del mundo de la edición está por comenzar: la Feria del Libro de Frankfurt, que este año tendrá como país invitado de honor a China, se inaugurará el próximo martes con la presencia de la canciller alemana Angela Merkel. “Es como una película de Antonioni, donde todo el mundo se va reencontrando constantemente”, la define el periodista español Sergio Vila-San Juan, autor de El síndrome de Frankfurt. Un área equivalente a catorce campos de fútbol, repartidos en edificios high–tech que suman 184 mil metros cuadrados, con 6600 expositores de más de cien países, 350 mil nuevos productos cada año y unos 300 mil asistentes, provocan en el recién llegado una sensación de agobio por la sobredosis de ofertas. Y, claro, también el temor a perder el gran libro o algo importante. Los tres pilares de la Franfurter Buchmesse, que arrancó en 1949, en un país con las heridas abiertas por los horrores de la Segunda Guerra Mundial, son el negocio, la cultura y la política. Hacia el corazón de este acontecimiento mundial viajará la delegación argentina integrada por la embajadora Magdalena Faillace, presidenta del Comité Organizador para la participación Argentina en la Feria del Libro de Frankfurt 2010; Mempo Giardinelli, José Pablo Feinmann, Osvaldo Bayer, Claudia Piñeiro, Daniel Divinsky, Vlady Kociancich, Mario Goloboff, María Rosa Lojo, Miguel Rep y Guillermo Martínez.
“La hija menor de un amigo que fue vicecónsul en Hamburgo me enseñó a pedir Zwei mal wurstichen mit senf (dos salchichitas con mostaza), que se constituyeron en el almuerzo usual de las primeras ferias; eran lo más barato y las gordas señoras que atendían unos mostradores al paso instalados dentro de los pabellones ignoraban, entre otros muchos, el idioma inglés. Con los años, aprendí que hay casi tantos tipos de salchichas como de géneros literarios”, bromea Divinsky, el veterano de la tribu de la edición argentina (ver aparte). El miércoles se inaugurará el stand argentino y se convidará a los asistentes con mate cocido. Pero la presentación oficial de la Argentina como invitado de honor 2010 será el próximo jueves. En ese acto hablarán Juergen Boos (presidente de la Feria del Libro de Frankfurt), Magdalena Faillace, el vicecanciller Victorio Taccetti, Mempo Giardinelli y los editores Gloria Rodrigué (por la Cámara Argentina de Publicaciones) y Divinsky (por la Cámara del Libro). Además del plan de subsidios a las traducciones de textos de autores argentinos, la Cancillería financió un stand –que costó 49 mil euros– en el que participarán 45 editores argentinos. Durante los cinco días que dura la Franfurter Buchmesse habrá diversas charlas, algunas vinculadas con la literatura y la memoria, como “Escribir poesía después de Auschwitz y la ESMA”, a cargo de Feinmann; una mesa redonda sobre Borges y un foro de traductores, entre otras actividades.
Lojo subraya, en diálogo con Página/12, que la Feria del Libro de Frankfurt es un gran momento para desplegar la rica diversidad de la literatura argentina. “Si bien Borges y Cortázar van a aparecer como los grandes referentes o iconos literarios de nuestra presentación, la participación de un grupo muy numeroso de escritores el año próximo, de distintas generaciones y poéticas diferentes, permitirá mostrar que también ‘hay vida después de Borges’. Como Borges mismo lo dijo, no se debe confundir a un escritor con la literatura –parafrasea la escritora–. Una literatura nacional no consiste únicamente en uno o dos escritores por geniales que sean, sino en un tejido y un contrapunto de voces múltiples. No se trata, tampoco, de exhibir lo literario como fenómeno aislado, sino inserto en su contexto sociocultural: el de un país complejo y multiétnico donde se cruzan tradiciones y lenguas, vanguardias y memorias ancestrales, macrociudades y campo, innovaciones y herencias.”
Giardinelli destaca la trascendencia de esta “vidriera universal” del mundo editorial: “Siempre he pensado que en democracia nuestra literatura adquirió nuevas características, que hoy nos son propias, como el rol de las mujeres, la producción más allá del enorme municipio que es Buenos Aires o el papel siempre restrictivo del canon. Me interesa abordar ésas y otras cuestiones, como la inmigración, la mirada argentina sobre la piel del mundo y la tensión que produce el cruce entre sometimiento y ruptura de las tradiciones, porque precisamente me parecen los temas inevitables de nuestra literatura”, opina el autor de Santo oficio de la memoria, reeditada por Edhasa. “Creo que participar de esta feria es una responsabilidad”, admite Piñeiro. “Vamos los que vamos, pero también podrían haber ido otros escritores, y eso hace que tengamos que ser conscientes de que no es un viaje de carácter individual sino que estamos representando a la gente que escribe en un país donde hay distintas maneras de pensar la literatura, no sólo la de uno”, advierte la autora de Las viudas de los jueves.
Lojo plantea que la cultura alemana ha influido de maneras diversas en la literatura argentina. “El Romanticismo alemán impacta ya en la Generación del ’37; si bien la lengua es inaccesible de primera mano para la enorme mayoría de los intelectuales del Plata, llega a través de poetas e intelectuales franceses, y desde luego, de traducciones directas del alemán al francés. Echeverría conoce en Francia las obras de Schiller y de Goethe, que lo maravillan. Sarmiento y Alberdi se nutren del historicismo alemán a través de la escuela francesa. Sabemos que Sarmiento se compró obras de Schiller en idioma original y que intentó traducir algo con ayuda del diccionario, aunque la lucha con el ‘rebelde idioma’, como él lo llama, lo dejó ‘desmontado’; referencias a Hoffmann cruzan la Amalia de Mármol, que no pierde la oportunidad de comparar a ciertos personajes federales con las criaturas demoníacas en el mundo fantástico de este escritor”, repasa Lojo.
Pero la influencia del Romanticismo germano, como filosofía poética, llega hasta la literatura contemporánea. “Es innegable su peso en la obra de Sabato, tanto en la novela como en sus ensayos sobre lo que él llama neorromanticismo fenomenológico –explica la escritora–. No se puede menos que relacionar textos como El lobo estepario, de Hesse, o La montaña mágica, de Mann, con el tipo de imaginación y los personajes de novelas como Sobre héroes y tumbas, y ni hablar del vínculo, tantas veces aludido por Sabato mismo, con Kafka o con el poeta Trakl, largamente citado en Abaddón el Exterminador. Tanto Roberto Arlt como Sabato son deudores del expresionismo alemán. Los románticos y simbolistas de lengua alemana inciden decisivamente en la llamada Generación Poética del ’40.”
En el campo del llamado ensayo nacional, Lojo observa que hay un diálogo constante con fuentes germánicas. “Martínez Estrada, Murena y Mallea las toman como referencia, ya sea para aceptarlas o para polemizar con ellas. Un pensador hoy olvidado, pero muy influyente en su momento, en la segunda y tercera década del siglo XX, Hermann von Keyserling, deja aquí una huella en lo personal, por sus singularidades y extravagancias, y en el pensamiento, a través de Meditaciones Suramericanas, una obra arduamente discutida.” El entusiasmo de Lojo también se orienta hacia la filosofía. “Nietzsche reverbera, ubicuo, en la obra de Roberto Arlt, hijo de un inmigrante alemán, particularmente en el discurso del Astrólogo; Heidegger es otro inexcusable. Baste recordar los libros de Rodolfo Kusch, hijo de alemanes, o El mito gaucho, de Carlos Astrada, o la novela La sombra de Heidegger, de José Pablo Feinmann.”
¿Qué personajes memorables de origen alemán merodean por el imaginario de la literatura nacional? Lojo elige al astrólogo Schultze, en Adán Buenosayres, “el creador del Infierno o ciudad de Cacodelphia, así como el anticipador del ‘superhombre’ Neocriollo (criatura con once sentidos, lengua de oso hormiguero y fosforescentes ojos giratorios), además de otras hazañas artísticas y técnicas: desde la creación de un pentagrama de veintiocho notas, la invención de unos ángeles cónicos que se dedicarían a ‘incubar’ los barrios de la ciudad, y de un idioma adaptado a la idiosincrasia americana y pródigo en la elaboración de palabras nuevas con los restos de las viejas”. Schulze tenía una base en el mundo real: nada menos que el pintor Alejandro Schulz Solari (Xul Solar), hijo de padre alemán y madre italiana, y referente de los vanguardistas junto a Macedonio.
Otro personaje es el Otto Dietrich zur Linde del cuento “Deutsches Requiem”, de Borges. Descendiente de militares y de un teólogo, formado tanto en un rígido sentido del deber, como en una refinada educación filosófica y estética, Zur Linde ha profesado especialmente dos pasiones alemanas por excelencia, la música y la metafísica. “Para convertirse en un perfecto soldado del Reich, Zur Linde se obliga a destruir su ser verdadero y a construirse la máscara que concluye por devorarlo –analiza la autora de La princesa federal–. En este personaje complejo y dividido, Borges plasma la autoinmolación trágica de la alta cultura alemana y de sus mejores exponentes en aras del culto irracional de la violencia y la hipertrofia del poder.” Finalmente propone evocar a Juan Dahlmann, el héroe de ese extraordinario cuento que es “El Sur”, nieto de un pastor luterano y de un militar criollo lanceado por indios de Catriel que, entre sus dos linajes, y movido, paradójicamente, por “la sangre germánica”, eligió “el de ese antepasado romántico, o de muerte romántica”, aclara la escritora.
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