JAIRO ADELANTA EN VIVO LAS CANCIONES DE SU PROXIMO ALBUM, LOS ENAMORADOS
El cantante de Cruz del Eje tiene listo otro compendio de historias cotidianas, repletas de detalles, trabajadas mano a mano con Daniel Salzano. Y no ve la hora de ponerlas sobre un escenario, el lugar que lo maravilla y le da terror.
› Por Karina Micheletto
La dupla compositiva que formó Jairo con Daniel Salzano es, a esta altura de la carrera del músico de Cruz del Eje, una marca de estilo. Canciones que cuentan historias cotidianas, épicas, disparatadas, tiernas, historias ricas en detalles, en las cuales es posible reconocer otras historias conocidas (quizá la propia), siempre cruzadas por un humor y una ironía contagiosos. Después de un disco más centrado en el repertorio folklórico (Criollo), Jairo vuelve a este formato de canción que ya le es propio. El resultado de este trabajo se llama Los enamorados y aún no está en la calle, pero tendrá una primera presentación en Buenos Aires en los conciertos que el cantante dará en el teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), esta noche y mañana a las 21. Jairo dice que allí se sentirá bien respaldado por la banda que lo acompaña, que es la misma que toca en los discos.
El cantante se entusiasma hablando de las canciones y del disco, en el que hay invitados tan disímiles como el armoniquista Franco Luciani, el relator de box Osvaldo Príncipi (él tiene a su cargo las improvisaciones de los relatos que se escuchan en “Los boxeadores del barrio chino”, la historia de “un boxeador de peso pesado, ojos de perro abandonado”), el actor Juan Leyrado, y los bluseros Ciro Fogliatta y Alambre González. La elección de los invitados es un aporte de Yaco González, hijo de Jairo y productor de este trabajo, según se encarga de agradecer el cantante.
Está seguro de que hay historias que van a pegar, como pegaron en su momento “Balacera”, “Caballo loco” o “Milagro en el Bar Unión”. Está la que Jairo recrea verso por verso, una suerte de reivindicación de José en la Sagrada Familia –“un personaje incómodo para la Iglesia”, analiza el cantante–, con su mirada en primera persona, desde que se entera de que va a ser papá. O “El romance del Chulo Viejo y Pepé Bombón”, sobre el asesinato de una travesti: “Una historia tremenda, una película. Esa capacidad que tiene Salzano para contar en imágenes está relacionada con el amor que tiene por el cine, no es casual que sea el director del Cine Club de Córdoba”, advierte Jairo.
–Son canciones con letras extensas. Si fuese un artista nuevo que va a proponerlas a una discográfica, probablemente le dirían que no van a funcionar, ¿no cree?
–¡Me lo han dicho muchas veces! Y he obrado según mi propio instinto, he tratado de respetarlo porque de ese modo tengo que hacerme cargo de todo lo malo y lo bueno. Una vez le dije a un productor: “Si vengo y te digo que quiero cantar ‘Indio toba’, ¿vos qué hacés?”. “Te saco a patadas”, me dijo. “No va con vos, vos hacés canciones románticas.” Y fue un éxito muy grande en mi carrera. Lo mismo hubiera ocurrido con el “Ave María”, otro pilar de mi repertorio. El instinto no funciona siempre, pero cuando funciona, es muy fuerte. Y el aporte del artista es muy importante en ese sentido, sobre todo en un momento como éste, en que las direcciones artísticas tienen una tendencia a proponer la misma canción para todos.
–¿Cuáles son los pros y los contras de tener como productor a su hijo?
–Son muchos más los pros. El pertenece a una generación muy diferente a la mía, trae otra mirada a las canciones, las ubica en un contexto musical diferente. En ese sentido, es muy importante su aporte, se le ocurren ideas diferentes. Después, hay un nivel de exigencia que va mucho más allá de la relación filial, ahí el es productor y yo soy artista. Pero si hace seis discos que trabajamos juntos, quiere decir que ganan los pros.
–Después de tantos años de carrera, ¿cuál es el desafío?
–Antes pensaba en función de la carrera y ese tipo de cosas. Ahora pienso nada más que en función de cada trabajo específico, y creo que eso me pasa desde que empezamos a trabajar con Salzano. Me encanta la idea de decirle: “Vamos a hacer un disco nuevo, vamos a componer”. Es meterte en una aventura que no sabés dónde termina.
–Eso en el momento de la producción. ¿Y en los escenarios?
–A mí el escenario me parece una cosa tan increíble que todavía no tengo muchas definiciones al respecto. No podría concebir la carrera sin escenario, no podría ser un artista que solamente graba, que los hay. Para mí es clave subir al escenario. Y sigue dando el mismo miedo, la misma angustia, ¡terrible!
–¿No pasa con los años?
–¡Nooo! Me pongo nervioso hasta en el programa de Mirtha Legrand, cuando llega el momento de cantar. No lo puedo evitar, es una forma de estrés tremenda, fulminante. Es un terror que se adueña de mí, contra el que no puedo luchar. Alguna vez me toqué el corazón antes de subir a escena. ¡Va a mil por hora, es taquicardia! No me lo toqué nunca más. Necesito un gran poder de concentración en el escenario para que las cosas salgan, tengo que estar muy metido en las letras. Quiero que la gente llegue a sentir algo de lo que siento: ése es el logro para mí. El escenario me gusta porque tiene claroscuros, luces, lugares donde esconderte, sentirte menos observado. Los auriculares me han ayudado mucho con la concentración, porque no escucho el murmullo del público y puedo imaginar que estoy solo. Y trato de mirar sin ver, por eso cuando hay conciertos al aire libre, y de día, para mí es un tormento: no tengo escapatoria.
–Usted ha compartido momentos con dos referentes, Yupanqui y Piazzolla. ¿Cómo los recuerda?
–De Yupanqui conservo el recuerdo de la mayor muestra de amistad que me dio. Fue en París, me invitó a ver los cortos de Eduardo Morera de Gardel. Sentado al lado mío, me iba diciendo: “Mirá cómo mueve la mano, tal gesto, tal otro, fijate que no necesita hacer cosas raras, tirarse al suelo...” Me lo decía como alguien que quiere aconsejarte, pero tomando distancia, no poniéndose como un maestro, de una manera tan natural y simple que parecía lo obvio. A Yupanqui le encantaba el tango. Piazzolla, en cambio, no entendía mucho el folklore. Recuerdo que me decía: no entiendo por qué los folkloristas dicen “primera” y empiezan la canción, dicen “segunda” y vuelven a empezarla... Ese era su estilo.
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