OPINION
› Por Carlos Ulanovsky *
Jóvenes, de mente abierta y entrenados en las nuevas tecnologías; rápidos y perspicaces para ejecutar, casi todos los productores adivinaron por dónde debían llegar a la repercusión y, en especial, al dinero... La dirección del negocio cambió a partir de que gente de la TV, fogueada y consagrada en las ex fábricas de sueños y entretenimientos, pudo, a favor de una situación económica propicia, montar sus productoras. Y en TV, como en otros terrenos, el que dispone de los “fierros” gana. Fue tanto lo que se valorizaron que llegaron, incluso, a ser parte de los activos de los canales.
Un caso emblemático ilustra este ascenso fulminante: el de Pol-Ka, cuyas caras visibles son las de Adrián Suar y Fernando Blanco, unidos en 1994 para el piloto de lo que luego fue el exitoso Poliladron. Ese suceso fue el detonante para que Pol-Ka se transformara en marca registrada y, con el tiempo, en la mayor productora de ficción. De una hora diaria de aire, multiplicó su alcance, creció hasta contar con seis estudios propios y numerosas locaciones alquiladas, equipos completos de producción, centenares de empleados. Entre sus producciones más reconocidas figuran 099 Central, Gasoleros, Campeones, Sos mi vida, Socias, Locas de amor, Vulnerables, Verdad/Consecuencia, Mujeres asesinas, Valientes, Tratame bien. Y en una figura legal no sencilla de explicar, Suar continúa al frente de Pol–Ka pero es, al mismo tiempo, gerente artístico de El Trece.
No es el único caso. La TV abierta y la de cable están alimentadas de contenidos por productoras privadas. Desde la pionera Promofilm (1990), a La Corte, que transmite los partidos del Fútbol para todos, integran la lista Cuatro Cabezas, GP, Dori Media, Ideas del Sur (integrada a Grupo Clarín), PPT, Endemol Argentina, RGB, BBTV, Cris Morena, Rosstoc, Underground, Filmic, Carlos Rottemberg, Mandarina, Central Park, LC Acción, La Cornisa, KRK, MDQ, Nanuk, El Oso, Ramos Generales, Varénike, Tranquilo, entre otros sellos conocidos.
Los canales privados, surgidos a partir de 1960 y que durante años estuvieron –para bien y para mal– en manos de emprendedores intuitivos (provenientes de la radio, el cine, el periodismo), desde los ’90 se convirtieron en unidades de negocio de conglomerados gigantescos, en donde el de la comunicación es una parte de la actividad. En ese marco, con gente proveniente de otros ámbitos, las productoras llegaron para quedarse y resolver desde la tercerización importantes cuestiones económicas, laborales y artísticas.
Figuras como Suar, Pergolini o Tinelli, que desde jóvenes estuvieron frente a las cámaras, hicieron una transición lógica hacia la realización y, luego, hacia la gestión. En la actualidad, donde modelos y fórmulas diferentes abundan, Adrián, Mario y Marcelo son influyentes en casi todo lo que emprenden y obvios modelos de aspiración. Es inevitable preguntarse qué pensarían los pioneros Goar Mestre, Julio Korn, Ildefonso Recalde, Kurt Lowe, Manuel Alba, Oscar Luis Massa, Aníbal Vigil (ya fallecidos), o Pedro Simoncini, Héctor Ricardo García o Alejandro Romay, retirados o en distintas posiciones, de que sus ex factorías hayan quedado limitadas a meros logotipos. El fenómeno de los canales que pasaron de ser poderosas estructuras conducidos por una figura fuerte a desprendimientos de fondos de inversión es de los más sorprendentes de los últimos veinte años. Las latas independientes se convirtieron en la moneda de transacción más común en la TV argentina. La prueba es que las productoras alcanzaron mayor notoriedad mediática que los propios canales.
Entre lo positivo de las productoras merece consignarse que acompañaron la renovación tecnológica, que inventaron formatos originales y los distribuyeron con enorme aceptación por el mundo. Paradigmas de esta forma de difusión son la internacionalización de CQC, el envío de telenovelas originales o adaptadas y que el departamento de ventas internacionales de Telefe ocupa puestos líderes en la colocación de materiales en el mundo. Entre lo negativo hay que mencionar que resultaron funcionales a la instalación de multimedios y, en especial, que siguen eligiendo un estilo de programación que únicamente admite el rendimiento comercial, que privilegia los dictados del rating y consiente que el principal sentido de la actividad debe ser el entretenimiento fugaz y efectista.
* Periodista y escritor.
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